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El Ceo Patán Arrogante y Odioso

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Blurb

Sinopsis.

Matthew Vaughn, el implacable CEO de Vaughn Enterprises, lo tenía todo. La pérdida de su madre y una dolorosa traición lo convirtieron en un hombre solitario y amargado, dedicado solo a mantener a flote su imperio alimenticio. Ahora, su padre lo somete a una fusión de negocios que detesta, y el precio es su libertad: un matrimonio forzado con la heredera de Collins Enterprises.

Alice Collins regresa a Londres con un secreto que vale millones y sus hijos mellizos. Tras tres años de ausencia, su padre la obliga a aceptar el trato. Alice debe casarse con Matthew. No solo por la fortuna, sino porque él es el único hombre que puede hacerla feliz... y el único que la olvidó por completo.

La mesa está servida. El diamante sella la fusión, pero no la verdad. Matthew no recuerda a Alice, pero siente una atracción prohibida y un déjà vu peligroso cada vez que la mira. Lo que él ignora es que su prometida es la madre de sus hijos, una verdad que ella manipula usando una cláusula tutelar en el acuerdo.

La pasión es un arma. La mentira es el contrato.

¿Podrá Alice usar el deseo y el matrimonio para restaurar la memoria de su futuro

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Encuentro Inesperado.
CAPÍTULO UNO: ENCUENTRO. INESPERADO. Alice Collins salió de su habitación, cerró la puerta tras de sí y caminó por el pasillo hasta las escaleras. Con rectitud y firmeza, bajó ajustando la cartera que llevaba al hombro. Su mirada se posó en la sala, donde se encontraban esas dos personitas que tanto amaba y a quienes nunca imaginó amar más que a su propia vida. —Vamos, mis amores —les dijo, inclinándose frente a ellos. Sus hijos estaban sobre la alfombra, jugando con sus Legos. Cada uno había construido una torre con los colores seleccionados en cada fila. — ¡Mami! —gritaron al unísono, arrastrando la última letra con sus diminutas y tiernas voces. Matt y Aiden dejaron de jugar para acercarse a ella. Abrieron sus brazos para rodearla, y Alice los cubrió a ambos con los suyos, cobijándolos con amor y ternura. — ¿A dónde, mami? —preguntó su pequeño rubio de ojos azules. Matt era el más curioso; siempre quería preguntar y saberlo todo. — De paseo —le respondió, tocando la punta de su nariz. — ¡Sí! —aplaudió Aiden emocionado. Él era una copia de su hermano, Matt; la única diferencia era el color de sus ojos, que eran verdes claros como los de Alice. — Avy —dijo al reincorporarse—. Vamos, nos espera un largo viaje. — Sí, señora Alice —contestó su niñera, asintiendo. Alice tomó a Matt de la mano; el niño daba pequeños saltos de emoción. Avy, por su parte, traía a Aiden en sus brazos. Salieron de la mansión después de dar instrucciones precisas para el cuidado de su hogar. — James, al aeropuerto —dio la orden, y el auto se puso en marcha. Alice sabía que, en cualquier momento, tendría que volver a Londres después de tanto tiempo de ausencia. En el camino, se perdió en sus recuerdos: esa noche bajo las sábanas y los efectos del alcohol, con ese desconocido cuyo rostro no había podido borrar de su mente. La noche estuvo acompañada de gemidos y jadeos. Se suponía que sería una noche de baile, tragos controlados y luego volver a casa, ya que debía dejar su ciudad, su país. Pero terminó totalmente descontrolada, bailando en medio de la pista y tomando innumerables tragos como si fueran agua. Se rió al pensar que había salido de su zona de confort. Ver a sus hijos era un recordatorio constante de ese rostro que, aunque sin duda tenía un nombre, ella aún no conocía. — ¡Señora, ya llegamos! —mencionó James. El recorrido se le hizo corto, quizá porque se había perdido tanto en sus recuerdos. — Mami, mi avión —dijo Matt con sus palabras mal pronunciadas, señalando la aeronave para luego aplaudir. Aiden lo acompañó. — ¡Guta avión, volar! —exclamó Aiden. Alice se rió al ver cómo las pequeñas cosas los hacían tan felices. — Sí, mis amores, ahí está el avión y vamos a volar —dijo, repitiendo las palabras correctas para que aprendieran la pronunciación. Salieron del auto después de que James les abriera la puerta para abordar el avión privado. — En unos minutos salimos, señora. Alice asintió. James se alejó. Avy iba con sus hijos, uno en cada mano, sin soltarlos, para no perderlos, ya que estaban rodeados de personas. Alice se quedó atrás, distraída, buscando en su bolso los pasaportes de sus hijos y el suyo. — Sin ellos no podemos salir del país —murmuró. Acto seguido, chocó con alguien que la hizo rebotar y perder el equilibrio, casi cayendo al pulido suelo. Cerró los ojos esperando el golpe, pero nunca llegó. Todo pasó en fracciones de segundo. Unos fuertes brazos rodearon su cuerpo. — Disculpe —dijo, abriendo los ojos—. No lo... Sus palabras quedaron a medio camino cuando su mirada se encontró con unos ojos azulados, como el cielo o el mar. Era una mirada inconfundible que le recordó a los ojos de su hijo Matt, pero esta era más intensa. Un escalofrío nació en su espalda baja y recorrió su columna vertebral hasta morir en su nuca, erizándole la piel. Reconoció el rostro y su cuerpo, al parecer, también lo hizo. Su pulso se aceleró, su corazón y sus sienes latían con fuerza. — Me gustaría quedarme así todo el tiempo que usted quisiera —dijo él con una mueca—, pero estamos en público y debo abordar un vuelo. Su voz ronca y varonil, con un sarcasmo que no pasó desapercibido, retumbó en sus oídos. — E... No. No, disculpe —dijo Alice, reincorporándose—. No lo vi venir —mencionó, disimulando, mientras se ajustaba la blusa. Tenía que parecer natural y que su inesperada presencia no la afectaba. — Aquí tiene —le extendió los pasaportes, dudando—. Alice Collins. La sangre subió al rostro de Alice cuando él pronunció su nombre. ¿La reconocía? ¿Sabía quién era? — No se asuste —soltó él de repente—. No la estoy siguiendo, ni soy de la Interpol, ni un agente encubierto —exclamó con un tono más relajado, suavizando el ceño—. Aquí lo dice, estaba abierto cuando lo tomé y me atreví a leer. Su mirada profunda no se apartó. Alice sintió que la estaba detallando, como si buscara algo en ella. — Gracias —dijo, tomando los pasaportes. «El mundo es tan grande y, a la vez, un pañuelo. Encontrarme a este hombre precisamente hoy, aquí, definitivamente no me lo esperaba». — Matthew Vaughn —se presentó e inclinó un poco la cabeza. Alice asintió. Él pasó a su lado, casi rozando su hombro, dejando un perfume de madera y cítrico en sus fosas nasales. Alice volvió a inspirar con los ojos cerrados, grabando en sus sentidos ese olor varonil. — ¡Mamá! —gritaron sus hijos al unísono. Alice abrió los ojos de par en par, se giró disimuladamente para asegurarse de que el hombre seguía cerca, pero no estaba por ningún lado.

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