Green Woods

2116 Words
La vida es como una cima, decía mamá, algo bastante poético si tomamos en cuenta que nuestra casa estaba en una montaña, justo en el pico. El aire fresco de los pinos nos arrullaba día a día y al calor de una fogata creí que permanecería así por siempre. Ese fue mi primer gran error. Muchas personas desean olvidar su pasado, yo desearía borrar mi presente. — Los índices de muertes en el último mes han incrementado, la policía trata de buscar evidencia que le lleve a dar con el responsable de estos casos y, a pesar de que se tienen sospechosos, siguen siendo meras especulaciones —informa la presentadora de las noticias de la mañana mientras reviso mi correo—. El presidente ha dado una conferencia... Bajo el mando con el que he apagado la televisión y froto mi húmedo cabello con la toalla sin perder la concentración para terminar de garabatear en mi cuaderno de notas un resumen tosco de lo acontecido el día de ayer en la ciudad. Suelto un suspiro, borrando y agregando algunas anotaciones mientras doy un sorbo a mi café hasta que, al querer devolver la taza a su lugar, la apoyo por error sobre un bolígrafo y se derrama un poco sobre la mesa. — Diablos. Con el entrecejo fruncido me apresuro a sacudir el periódico que había sido dañado por mi descuido, ni siquiera había tenido tiempo de leerlo así que hago una mueca y mis ojos se fijan en uno de los títulos: "Clanes: la onceava plaga que migra desde Europa" "Plaga" releí, estando en desacuerdo. Las plagas pueden ser combatidas, los clanes serían más un virus del que hasta los propios científicos huyen. Mis ojos continuaron deslizándose por la columna y decidí dejarlo por amor a mi paz mañanera, sobre todo al leer sobre la supuesta preocupación de nuestros mandatarios por este tema. — Vaya chiste —resoplé, dejándolo de lado para darle una mordida a mi sándwich. En ese preciso momento, mi teléfono sonó anunciando una llamada que no dudé en atender con una sonrisa. Ni siquiera tuve que leer el nombre, solo tenía un contacto en mi agenda después de todo. — Creí que habías olvidado el número de tu hija —bromeo, descuidando lo suficiente mi comida como para darle la oportunidad a mi gato darle una mordida— ¡Oye! —le regaño, cubriendo el micrófono. Fue en vano, ahora es suyo. — Sí, lo lamento, las cosas han estado un poco movidas en el departamento por estos días, ya sabes cómo es. Oigo sus palabras y de inmediato me acomodo frente a mis apuntes. — Me lo imaginaba. ¿El tercer muerto por la mordida de una serpiente en el mes?, ¿no te resulta curioso que todos hayan sido hombres jóvenes? Estuve investigando y... — Carrie —interrumpe mi padre—, ya hemos hablado sobre esto. Mis labios se fruncen y garabateo en la esquina de mi libreta. — Perdón, pero quiero ayudarte —me sincero—, es muy aburrido estar aquí. Le oí responder algo a quien sea que estuviera con él y aguarde pacientemente, remarcando el título de mi hoja de notas: ¿Disputas internas o entre rivales? Una exhalación cargada de cansancio me indicó que había recuperado la atención del hombre al otro lado. — Estos no son gatos extraviados, Carrie, es muy peligroso —advierte, algo ante lo que me disponía a renegar hasta que rápidamente agregó—. De todas formas, solo llamaba para avisarte que puede que tu mesada se atrase un poco este mes. Eso fue suficiente como para quedarme sin palabras por un momento, intentando no prestar atención a las cuentas a pagar que tenía sobre la mesa o a la lista de compras que había hecho esta mañana. — Oh...—pronuncié luego de un momento— Entiendo, no te preocupes. Mi gato, King patitas, olisquea su propio desayuno tras haber acabado con el mío y me mira con recelo. «Lo siento, estamos en el mismo barco, compañero.» — Gracias, linda. Intentaré enviarlo lo antes posible. Debo irme. — ¡Aguarda! —me apresuro a decir, recordando en lo que había estado trabajando esta semana— Quizá no sean gatos extraviados pero recopilé un poco de información y algunas notas que podrían servirte para el caso, voy a enviártelas a tu correo, ¿no te molesta? Escucho unas voces de fondo que exigen su atención. — De acuerdo. Cuídate. Sonrío en señal de victoria mientras dejo el movíl sobre la mesa hasta que recuerdo el motivo de su llamada, ahí es donde pierdo la sonrisa. — Tendré que vender algo por internet de nuevo —murmuro, y mis ojos fueron al gato de la suerte que bajaba su pata desde mi repisa, haciendo cruzar una idea por mi mente que deseché de inmediato—, ¡Nunca! Entonces me puse de pie de la silla con brusquedad, sin poder predecir que por mi acción acabaría pisando la cola de mi mascota que soltó un alarido espantoso. — ¡King, perdona! —solté, corriendo tras de él. Mi padre, Richard, es un agente de la policía que prioriza mucho su trabajo. A decir verdad, no le culpo, salva vidas, pero la mayoría de las veces lo único que escucho del hombre que dice ser mi progenitor es una voz apurada y los detalles de la reducida pensión alimenticia que me deposita una vez al mes. No vivimos juntos, él alega que podría correr peligro debido a su trabajo así que optó por rentarme una casa deplorable y aparecer dos veces al año. «Si tan solo supiera que eso no ayudó mucho que digamos...» A decir verdad, me gustaría que fuéramos una familia más unida. Desde la muerte de mi madre, también policía y su antigua compañera, mi padre se distanció mucho de mí. Desde que recuerdo, siempre quise seguir sus pasos, mi curiosidad siempre fue alabada por mi madre como un pilar esencial para la investigación pero desde que ella no está los restos que dejó de este hogar fragmentado no hacen más que distanciarse. «Ojalá estuvieras aquí» pensé, observando con la mirada remojada en recuerdos la pulsera con una pequeña margarita que aún conservaba de ella, hasta que resoplé, viendo a los redondos ojos azules de King antes de ver de reojo las cuentas. — ¿Cómo va eso de cazar? —inquiero— ¿Podrás conseguir comida para dos mañana? Mi mascota me mira un segundo más antes de dar media vuelta. Hasta él lo sabía, estaba perdiendo la cabeza. «¿Quién no lo haría en un lugar como este?» Entre sorbos que le doy a los restos del café, mis ojos se prenden en una de las noticias impresas en el periódico mojado que dejé sobre la mesa, el cual rezaba: "Nune aut nunquam: Green Woods inicia su año académico con una tasa de ingresos superior a la del año pasado", y abajo de todo ello una fotografía de la insignia grabada en el arco de su entrada con dos panteras rugiendo a cada costado. — El epítome de la pretensión —pronuncié, sin mucho ánimo. No era extraño que un periódico tan prestigioso como el Paper Globe le hubiera cedido su portada a esta noticia en lugar de a otras. Es decir, con más de cien manzanas de terreno, al pie de una cordillera rodeada de bosque espeso, con su propio lago y adueñado de una antigüedad de aproximadamente más de doscientos años con un equilibrio estético que roza el barroco y la vanguardia, Green Woods es el sueño húmedo de cualquier adolescente con metas en la vida. Pero es eso, un sueño. Su cuota por los cielos lo vuelve uno. La alarma suena en mi móvil sacándome de mis pensamientos y me acabo de golpe mi café para ponerme en pie a toda prisa, arrancando de la silla el blazer azul oscuro que debía vestir para mis clases. Vierto agua en mis helechos, activo la alarma de seguridad y salgo de mi casa con la mochila al hombro rumbo a la estación de transporte colectivo. El aire era frío y una leve niebla maquillaba el paisaje de esta mañana de lunes, mi cabello seguía húmedo y pequeñas gotas frías como escarcha se deslizaban por mis hombros, haciéndome estremecer. A mi lado, las personas caminaban presurosas y podía oírse la risa de los estudiantes que también se dirigían a clases. Nada fuera de lo común. Levanté la mirada para calcular cuánto tiempo más me tomaría caminar envuelta en este frío hasta que distinguí en mi camino a un grupo de personas reunidas junto a la reja del mohoso parque del vecindario, murmurando entre ellos, soltando una que otra risa e impregnando el aire con el olor a cigarrillos. Mis pasos se volvieron más lentos y pesados a medida que avanzaba hasta que se detuvieron por completo. Me quedé ahí, de pie en la acera con la punta de los dedos entumecidas mientras mi cerebro buscaba otra ruta para pasar. Estaba dispuesta a girar hasta que uno de los tipos del grupo volteó a verme y la conversación pareció parar. No los conocía, pero eso en lugar de tranquilizarme me puso más nerviosa. En mi mente empezó a reproducirse nuevamente la voz de la periodista de esta mañana y fuí consciente de que Mount Lake había dejado de ser una ciudad segura para convertirse en una fosa común donde no sabes si serás el próximo en ser arrojado entre la podredumbre. — Es pleno día —murmuré para darme ánimos al retomar mi camino luego de un suspiro. El trayecto fueron los metros más largos de mi vida pero nunca volteé hacia ellos, ni siquiera cuando noté que sus miradas acompañaban mi camino. — Que te vaya bien, linda —soltó una voz, haciendo que mis labios experimentaran un fugaz espasmo y mi mano fuera a mi bolsillo, aferrándose a mis llaves. Me alejé a toda prisa, ni siquiera el frío fue un impedimento más en mi camino. Abordé rápidamente mi ruta y me dejé caer agotada en un asiento. Ahora estaba sudando y el desayuno que llenaba mi estómago parecía haber desaparecido. Me apoyé contra el vidrio de la ventana e intenté regular mi respiración. ¿Cuándo salir de casa dejó de ser algo normal? Me preguntaba mientras inconscientemente mi mano fría acariciaba mi antebrazo izquierdo, sintiendo cómo volvía a escocer como en aquella trágica noche. La verdadera pregunta es si alguna vez salir fue normal para mí. Mi nombre es Carrie, por mamá y su fanatismo por Stephen King, de apellido Castellan, sin acento, y en este mundo opaco y desgastado solo soy un alma más que se desgarra las uñas subiendo por la montaña de la vida con el sueño de llegar a la cima. Levanto la mirada hacia las montañas, hacia aquella ostentosa casa que se dejaba ver entre los verdes follajes bañados en ligera niebla que siempre me hacía sentir desafortunada. En ese momento, como ya era común, no pude evitar pensar en el deseo de renacer con un poco más de suerte en mi próxima vida, o, simplemente, renacer lejos de aquellos que siguen mis pasos. Con ese pensamiento en mente, mi móvil vibró y tuve que encender la pantalla para ver de qué se trataba. Secretaría general de Green Woods A los nuevos estudiantes: los recorridos exprés guiados por las instalaciones del campus inician a las seis en punto. Asegúrese de no faltar. Mis ojos se rodaron al ver que eran las siete y no pude reprimir el gruñido de frustración que me provocó al notar que el mensaje llegaba con retraso. ¡Genial! Las personas que viajaban a mi lado me miraron con extrañeza pero no les presté atención, dejé mi frente pegarse en los asientos delanteros. ¿Qué es lo más loco que te puede pasar en la vida? A mí me sucedió que de cinco becas semi completas ofertadas entre miles de estudiantes para asistir a una de las instituciones más caras y prestigiosas del mundo, obtuve un cupo. Reporte del día: Carrie Castellan estudia en Green Woods, el alma máter de los cretinos millonarios más grande del país. «Já. Qué Dios se apiade de mí, o de ellos.»  ~~•~~ Nota de Alex: ¡Hola! Esta es mi primera novela, fue escrita hace más de seis años y hoy vuelve a ver la luz tras una edición. Espero de todo corazón que acompañen a mis personajes en esta historia que, advierto, contiene escenas sexuales explícitas y descripciones detalladas de violencia. ¡Espero que nos sigamos leyendo e interactuando en los comentarios! Abrazos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD