Charlotte tomó un taxi para dirigirse a su piso, no se lamentaba de la noche que había pasado con Donovan Montgomery lo que lamentaba era no poder quedarse y esperarlo. Ella no era ese tipo de mujer que se interpondría entre una pareja que estaba destinada a casarse ese mismo día, ella no le haría a Meredith lo mismo que…
—El error que acabas de cometer podría costarte la vida Dupont —dijo el chofer del taxi y Charlotte elevó la cabeza para mirar a su jefe, sus ojos brillaron con enojo y estaba segura que para King no había pasado desapercibido.
—No tanto como el error que cometiste ayer, ¡me dejaste sola! —gritó molesta, por lo menos tendría con quien sacar su enojo y frustración esa mañana.
—Lo siento, nos vimos sorprendidos, mis hombres vigilaron a Volkova de cerca, nunca imaginamos que irían directamente por ti a Afrodita. Asumo mi responsabilidad —dijo King y la mirada de Charlotte se tornó desconfiada, ese hombre nunca se disculpaba.
—Pues debiste tener más cuidado ¿Dónde está el idiota de Harry? —preguntó aún molesta, pero por dentro su corazón se estremeció al pensar en su amigo.
—Vivo, recibió un tiro en su pierna derecha, pero nada que no tenga solución estará fuera de combate durante su recuperación —dijo cambiando de dirección algo que evidentemente puso a Charlotte en alerta.
—¿Qué sucede porque has cambiado de dirección? —preguntó. —Sabes perfectamente la dirección de mi edificio King, esto no es gracioso —dijo de repente con desconfianza.
—Jamás te traicionaría Dupont, has demostrado más valentía que cualquiera de mis hombres y eso se respeta, pero Volkova no es cualquier hombre, ese miserable mafioso a esta hora debe saber dónde vives. Hemos borrado todo rastro de ti como agente, para que no exista ningún peligro, pero me temo que tendrás que marcharte antes de lo planeado por tu seguridad y la seguridad de Harry —habló directamente como siempre.
—¿Qué sucederá con Angelo y Mía? —se apresuró a decir, ella no quería ponerlos en riesgo ahora que tenían dicha y felicidad en sus vidas y sobre todo al pequeño Caleb.
—Hemos borrado todo de ti Dupont, nunca has ingresado al país, así que lo más recomendable es salir a Francia y volver dentro de algunos meses. Estaré al pendiente de ellos te lo prometo.
Charlotte jamás dudaría de King, sobre todo porque su lucha parecía algo muy personal contra las organizaciones criminales y mafias en el país. Parecía decidido a terminar con ellos así perdiera la vida, lo había visto y escuchado.
—Confiaré en ti King, si me traicionas te juro que no habrá piedra donde te puedas esconder —le amenazó con rudeza.
—Alexander Katsaro —dijo y sonrió al ver que Charlotte no comprendía sus palabras. —Ese es mi verdadero nombre, podrás encontrarme si me buscas —le guiñó un ojo y la dirigió a la clínica donde Harry se encontraba, mientras los planes se tejían a su alrededor.
Harry sonrió al ver a Charlotte entrar en la habitación, había perdido su rastro la noche anterior y por un momento temió que algo malo le sucediera por su descuido. También había perdido a Donovan, pero jamás se atrevería a preguntar por él.
—¿Estás bien? —preguntó después de un corto silencio entre ellos.
—Sip. Y no gracias a ti —dijo con enojo en la voz.
—Lo siento, fui lento cuando llegué a la camioneta donde se supone que tu estarías, no había nadie y lo único que obtuve fue un tiro —dijo señalando su pierna herida.
—Lo importante es que estés con vida Harry, no sé qué haría sin ti —dijo finalmente sentándose a su lado.
—¿Te ha dicho King que debes irte? —preguntó haciendo un gesto de dolor.
—Si. Supongo que debemos marcharnos cuanto antes, permanecer en la ciudad es un gran riesgo que no debemos correr —dijo Charlotte con seriedad.
—Es lo mejor por el momento, no estamos huyendo por nosotros, sino por la gente que amamos, estando cerca de ellos, también correrán peligro.
—Lo sé, ¿juntos? —preguntó y Harry asintió.
—Es mejor tenerte cerca —dijo con una ligera sonrisa.
—Entonces hay que darnos prisa —respondió devolviéndole la sonrisa, pero sin que esta llegara a iluminar sus ojos.
****
Mientras tanto en la mansión Montgomery Louisa se paseaba de un lado a otro, mientras miraba su reloj cada dos segundos, su hermano había desaparecido desde el día anterior y no tenía noticias de él, se sentía preocupada y estuvo a punto de llamar a la policía cuando finalmente escuchó su auto estacionarse, salió corriendo con preocupación y enojo.
—Se puede saber ¿Dónde diablos has estado? —gritó al verlo bajar del auto, detuvo su regaño de manera abrupta al mirar que su hermano… ¿Lloraba?
—Don ¿Qué te sucede, porque lloras? —preguntó al verlo recargarse sobre el capó del auto, como si sus piernas fueran incapaces de soportar su peso.
—La perdí Louisa, la perdí para siempre —susurró aferrando una mano sobre su pecho, su corazón latía tan de prisa que por un momento creyó que sufriría un paro cardiaco allí mismo.
—No puedes hablar en serio Don, no puedes seguir aferrado a esa mujer, mucho menos cuando está saliendo con Harry, los has visto juntos —dijo indignada con la actitud de su hermano.
—Te equivocas Louisa, Harry y Charlotte solo son compañeros de trabajo. Lo he sabido desde antes de la boda de Angelo, pero ya no puedo más, no puedo aplacar el dolor que rompe mi corazón; no quise escucharla y este es el precio que debo pagar. Voy a casarme con una mujer a la que no amo y perderé al amor de mi vida.
—¡Basta! —gritó echando la cabeza hacia atrás como si Donovan le hubiese golpeado.
—Harry solo es un amigo —susurró y en ese momento no solo era Donovan quien sufría también lo hizo Louisa, quien lo juzgó, condenó sin siquiera tener derecho a hacerlo.
—No puedes dejar a Meredith —dijo sin la seguridad que antes sentía.
—No, y no lo haré, pero eso no quiere decir que dejaré de amarla, un día no muy lejano lucharé por su amor —aseguró, por ahora se conformaría con verla en la distancia, con cuidar sus pasos y salvarla del peligro como lo había hecho la noche anterior, incluso si tenía que enfrentarse a Harry cada vez que eso sucediera o arriesgar su propia vida por mantenerla sana y salva, eso es lo único que consolaba a su desconsolado corazón.
—Entonces es hora de que te vistas, no sería lógico que la novia llegue antes que el novio —dijo Louisa pensando en las palabras de Donovan.
Donovan lo hizo, aunque por dentro se sentía como un preso condenado a cadena perpetua o mejor sería decir como un condenado a muerte, porque así sería su vida sin ella.
Recordó su primer encuentro en el piso de Mía en París, su persecución durante la semana que duró su estadía en Francia y posteriormente cuando la miró entrar a su casa por primera vez. Todo el tiempo fue ella, pero había sido un tonto que se había negado a aceptar sus sentimientos por ella y ya nada podía resolver con sus lamentos. Enfrentaría con entereza el tiempo que vendría y luego…
La voz del sacerdote quien oficiaba la misa lo sacó de sus pensamientos, ni siquiera fue consciente del momento en que entró a la iglesia y de la ceremonia. De lo único que fue consciente fue cuando el religioso los declaró marido y mujer.
El resto de la celebración pasó en una bruma. Donovan se sentía en el limbo, o sería mejor decir que estaba en el infierno, pero se obligó a sonreír por el bien de Meredith, ella se merecía el pequeño esfuerzo, solo sería un breve y efímero matrimonio.
La luna de miel con destino a Europa duró un largo mes, en los cuales los malestares de Meredith empezaron a presentarse, pero ella hizo caso omiso y él no pudo hacer más que esperar y preocuparse por su esposa. Era joven, tenía veinticinco años y cualquiera pensaría que tenía una vida por delante, sin embargo, no era de esa manera.
Donovan se obligó a darle una luna de miel memorable, aunque sus pensamientos estaban puestos en Charlotte, solo deseaba volver para buscarla, para verla, aunque fuera unos segundos y cuando finalmente aterrizaron en Nueva York el alma le volvió al cuerpo. Estaba tentado a salir desde el aeropuerto hacia el piso donde sabía que ella estaría a esa hora. Pero se contuvo, no era un hombre libre y no tenía derecho a perturbar la tranquilidad de la castaña.
Los siguientes cuatro días fueron de trabajo, luchó para no preguntar por ella, hasta que el quinto día fue imposible con la excusa perfecta de saludar a Angelo y Mía, dejó a Meredith en casa de sus padres y salió con rumbo a la casa O´Connor, esperaba tener suerte y verla en el lugar, se conformaría solo con saber que estaba bien.
—¡Donovan! —exclamó Angelo al ver a su amigo entrar a la sala de su casa.
—Hola Angelo, ¿Cómo estás? ¿Cómo están Caleb y Mía? —preguntó barriendo con la mirada la estancia, esperando escuchar su voz, esperando alimentar su mirada con su imagen.
—Bien, bien… ¿Y tú? —preguntó Angelo por cortesía, era más que evidente que su amigo no era feliz y sabía la razón.
—¿Qué te puedo decir? —suspiró dándose por vencido —¿Está aquí? —preguntó en un susurro y miró a Angelo negar.
—No, Charlotte no está aquí y tampoco lo estará —dijo sin saber cómo decirle aquellas palabras.
—¿Qué le has hecho para que se enoje contigo? —preguntó tratando de bromear.
—Nada, es solo que… Charlotte se ha marchado de Nueva York y hasta el día de hoy desconocemos su paradero.
«Se ha marchado de Nueva York»
Aquellas palabras calaron tan profundamente en su corazón tanto que sintió su mundo hundirse con aquella noticia.