—Ella me preocupa un poco —declaró Alessandro cuando Andrea le preguntó por Roberta luego de haberle preguntado por los niños y haber escuchado que ellos estaban bien—, llora como si hubiera perdido lo más valioso en la vida, y ese fui yo.
—¿La sigues tratando con la punta del pie? —preguntó la médico y el hombre respondió con una negativa, explicando que ya no se llevaban mal, al contrario, no tenían ningún tipo de relación—. ¿Y cómo no quieres que llore si su marido la ignora?
—Ah, es que no te lo dije, pero ella recordó todo ya —explicó Alessandro y la joven médico le miró con asombro—. Un día discutimos, le grité en la cara que ella no era Rebecca, se desmayó y abrió los ojos recordando todo, desde entonces solo no nos llevamos.
—Bueno —dijo Andrea tras suspirar—, entonces supongo que llora porque se está preparando para el futuro.
—¿Para llorar en el futuro? —preguntó el hombre y la joven lo miró como si ese sujeto fuera tonto.
—No —respondió la médico—, para no sentir que se muere cuando llore en el futuro.
—Eso no tiene sentido —declaró el hombre y Andrea suspiró de nuevo; definitivamente eso no tendría sentido para alguien que vivía su día a día, era solo para quienes sobrevivían la ansiedad, que los ahogaba en posibilidades e imposibilidades, para quienes tendrían sentido las palabras de la médico.
Y es que eso era algo que Andrea siempre había pensado, en lo triste que sería la vida de Roberta cuando debiera dejar de ser la falsa Rebecca Morelli, así que no había manera de que ella no entendiera lo que estaba matando a la madre sustituta de los hijos de Alessandro Bianco.
—Sabes Alessandro —comenzó a hablar Andrea tras un momento de silencio profundo, disfrutando de la paz del cementerio.
Había pasado ya un mes desde que Rebecca había muerto, y el ánimo de ninguno de los dos había mejorado; de hecho, media hora atrás, que Andrea había llegado hasta la tumba de su mejor amiga, encontró a Alessandro tan agotado de llorar que le rompió el corazón.
En ese momento Andrea se sentó al lado de ese hombre sin decir nada, respetando el espacio de ese otro gran amigo que había perdido demasiado cuando su amada murió, mucho más que ella que había perdido a su mejor amiga; y ambos estuvieron en silencio un rato hasta que Alessandro le preguntó a la joven cómo había estado, entonces comenzaron a hablar de lo que quedaba de la familia de ese hombre.
» Cuando lloramos, preparándonos para el futuro, en realidad es porque estamos viviendo en el futuro, y eso es tan desgastante y agotador que estoy segura de que, más temprano que tarde, te vas a arrepentir un poco de haber hecho caso omiso a la profunda tristeza que está matando el espíritu de la madre de tus hijos —explicó la médico.
Alessandro miró confundido a la joven que soltaba un montón de cosas incomprensibles pero preocupantes, por eso la miró casi aterrado, pues la posibilidad de arrepentirse de algo sonaba realmente mal.
» Yo solo dijo que, dejar solo a alguien que sufre, no es una gran idea —aseguró Andrea—... En mi opinión, deberías preguntarle qué es lo que la agobia, e intentar apoyarla con eso porque, independientemente a si es la mujer que amas, o no, ella sí es la madre de tus hijos... ahora lo es.
El hombre no dijo nada. Andrea solía tener razón en todo lo que decía, así que el hombre no pudo sacarse esas palabras de la cabeza durante todo el camino a su casa, tras horas en esa tumba a la que, por un tiempo, solo acudirían él, Andrea y Roberto.
Cuando el hombre llegó a su casa se encontró con la joven dormida, en la cama de esa habitación que le había cedido porque, definitivamente, era mucho más cómodo para ella dormir en una cama Kingsize que en una matrimonial, teniendo en cuenta que ella dormía con los dos niños.
—Será mañana —susurró el hombre y se fue, pero, cuando una hora más tarde escuchó que su hijo menor se despertó llorando, decidió que aprovecharía ese par de horas que el pequeño mantendría despierta a esa mujer.
El hombre tocó a la puerta donde su hijo aún se escuchaba llorar y, tras recibir una respuesta de adentro, abrió la puerta y se encontró a la joven caminando de un lado a otro mientras mecía al pequeño.
Esa no era hora de despertar, pero Estrella se había dado la vuelta y lo había movido, así que el pequeño, tras sentirse incómodo, comenzó a llorar y, ahora, la medio adormilada joven que lo sostenía en brazos intentaba tranquilizarlo sin muchas esperanzas de hacerlo dormir.
» ¿Podemos hablar un poco? —preguntó Alessandro y el corazón de Roberta se estremeció.
Para ella, cualquier contacto de ese hombre hacia ella podría significar que todo iba a terminar y, a pesar de que se estuvo preparando para ello, en realidad, siempre supo que a la hora de la vedad terminaría siendo todo más horrible de lo que había imaginado.
» De eso quiero hablar —continuó el hombre tras verla llorar—... Quiero saber por qué lloras tanto. Roberta, me preocupas bastante.
La confusión en la joven se convirtió en más llanto, pero, al pensar un poco en la declaración del padre de sus falsos hijos, la mujer se sintió un poco tranquila. Si era hablar sobre ella, los chicos iban a quedar fuera, así que no necesitaba preocuparse, al menos no en ese momento, por perderlos justo ahí y justo en ese momento.
» Roberta, dime por favor, ¿qué es lo que te está agobiando? —pidió Alessandro y Roberta alzó la vista al cielo.
A decir verdad, nunca se imaginó que ese hombre se preocuparía alguna vez por ella, así que eso le estaba tomando por sorpresa. Es decir, ella creyó que él la consideraba tan poco que ni siquiera había reparado en su estado de ánimo, pero él incluso quería saber lo que la agobiaba, así que decidió decírselo.
—Ahora que soy consciente de que no soy ella —comenzó a hablar la joven—, ahora que tengo en claro que ellos no me pertenecen, yo no puedo evitar pensar en que un día nos vamos a separar, y, no sé, cada que los veo lo pienso, y me duele.
Alessandro se sorprendió demasiado por la respuesta de esa joven; es decir, él ni siquiera había pensado en separarla de sus hijos jamás porque, tal como había dicho Andrea, independientemente a lo que fuera que él sintiera, o no, por esa mujer, ella era la madre de sus hijos, y él había pensado que sería así para siempre.
El hombre pensó que las mujeres eran en serio complicadas, así que estaba claro que no sería fácil que ella y él se entendieran, pero, definitivamente, él necesitaba aclarar ese malentendido y así tranquilizar el corazón de esa mujer; Alessandro solo necesitaba encontrar las palabras adecuadas para lograrlo.