CAPÍTULO 16

1019 Words
La tarde había sido buena, Roberta incluso había sonreído sinceramente un par de veces, aunque eso que opacaba su mirada en ningún momento desapareció. Sin embargo, todo llega a su fin, y ese día, ajetreado y muy cansado, también terminó como si hubiese sido solo un sueño antes de despertar a la terrible realidad. —Creo que me enamoré —declaró Roberta, abrazada al cuerpo de su mejor amiga—, no solo de él, no, más bien es sobre todo de ella. Estrella era increíble, me encantaba completa, era como si de verdad estuviera criando a mi propia hija, porque así la quise todo el tiempo. —Eso es porque eres una gran persona —aseguró Jessica, acariciando el cabello y espalda de su amiga, intentando consolarla, ya que de verdad parecía no encontrar consuelo alguno—, tienes el corazón más hermoso que he conocido en la vida, por eso sé que algo bueno vendrá para ti, porque te mereces solo lo mejor. Roberta sonrió, deseando que su amiga tuviera razón; sin embargo, no pensó que sería tan rápido, pues, en cuanto respiró profundo, para recuperar la paz que perdió al contarle toda la historia de sus meses pasados a su mejor amiga, recibió una notificación de su banco, un depósito que tenía como asunto “Necesito hablar contigo”. Los ojos de Roberta se abrieron enormes, pues el remitente del depósito era, ni más ni menos, que Alessandro Bianco, y eso la dejó completamente helada. Y, como motivo de devolución de ese depósito que no se quedaría sin ninguna razón válida, la joven Roberta escribió su nuevo número de teléfono. Roberta pensó que, si era él el interesado, debería ser él quien le llamara, y eso fue lo que Alessandro hizo, le marcó en cuanto comprendió que esa joven había cambiado de número de teléfono y le había enviado su número de esa forma. —¿En dónde estás? —preguntó Alessandro en cuanto Roberta le tomó la llamada. Por un segundo, Alessandro pensó que esa joven no le tomaría la llamada, porque a Roberta le tomó tiempo ganar el valor de enfrentarse a ese hombre que tanto le dolía. —En Veracruz —respondió la joven maestra, preguntándose internamente si ese hombre estaba molesto, porque así sonaba un poco su voz. —¡¿Qué demonios estás haciendo en Veracruz?! —gritó Alessandro y Roberta confirmó su sospecha, pero ni siquiera pudo disfrutar de saber que lo había adivinado, porque su sorpresa por semejante grito, al parecer, le había descompuesto la cabeza. —Eso no es asunto tuyo —respondió Roberta, de verdad desconcertada—. Me pediste que me fuera, pagaste mis honorarios por ese trabajo que hice para ti y me fui. ¿Qué más quieres de mí? —Te quiero aquí tan pronto como sea posible —declaró el hombre de cabello oscuro y de preciosos ojos azules. —¿Qué? —preguntó Roberta, mucho más que contrariada. —¡Que te regreses! —exigió Alessandro Bianco en ese tono molesto que a Roberta estaba confundiendo tanto—. Tu contrato no ha terminado. —¿De qué estás hablando? —preguntó la chica, queriendo entender lo que estaba ocurriendo—. Tú dijiste... —Yo sé lo que dije —aseguró el hombre del otro lado de la línea en un tipo de siseo casi amenazante—. Dime dónde estás, te mandaré el boleto de avión y pasaré por ti al aeropuerto. Y, Roberta, que nadie te vea. Roberta, sin respirar, con los ojos húmedos y el pecho tan adolorido como la cabeza, miró a su mejor amiga, quien la veía extrañada desde que se puso en pie para hacer algo en su teléfono mientras sonreía como idiota, terminando con esa expresión de consternación que le preocupaba un poco a la veracruzana. —Señor Bianco, ¿acaso se volvió loco? —preguntó la joven educadora, sin lograr encontrar una mejor razón para que ese hombre se comportara de la forma en que lo estaba haciendo. —Claro que me volví loco —aseguró Alessandro, dejando caer su trasero en un sillón porque, todo el tiempo, mientras hablaba con esa joven, estuvo dando vueltas en la habitación de su hija, que se había dormido, otra vez, luego de mucho llorar—. Mi esposa murió y quien debería estarla reemplazando solo desapareció. —Usted me dijo que me fuera —recordó Roberta, casi indignada por el comentario de ese hombre, que, al parecer, sugería que ella se había ido por gusto y no con el alma despedazándose por tener que dejarlos atrás. —Solo regresa —pidió Alessandro en un susurro, luego de eso la llamada terminó y Roberta se quedó de pie a mitad de su habitación, con los labios entreabiertos, la respiración descompasada y los ojos algo desorbitados por lo confuso que le parecía todo lo que pasaba. —¿Qué pasó? —preguntó Jessica, acercándose a su amiga, quien la miró y parpadeó un par de veces antes de volver a respirar, porque, al parecer, toda confusión dejaba a esa chica sin aire—. ¿Estás bien? —Él quiere que regrese —informó Roberta, dejando de mirar su teléfono. —Y no vas a regresar, ¿o sí? —cuestionó la joven de cabello oscuro, terminando por entornar los ojos porque, esa forma en que Roberta le miró era la forma en que la chica demostraba que se estaba rindiendo a la tentación. » Ay, amiga —farfulló Jessica, alejándose de su mejor amiga—, parece que ni siquiera recuerdas que atravesaste el país de orilla a orilla por el daño que ese hombre te hizo, a pesar de que odias viajar. —Tú sabes que tengo muy mala memoria —declaró la joven, abrazándose a su mejor amiga, por la espalda, sintiendo cómo, de a poco, su corazón volvía a hacerse uno, pues con esa exigencia ella había recuperado su lugar a donde volver y su derecho de ver y amar a esa pequeña niña que tanto había extrañado en tan poco tiempo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD