FLASHBACK
—Entonces... ¡¿solo la dejaste ir?! —gritó Roberto Morelli, padre de esa difunta joven que ni siquiera se atrevía a ver.
Y es que, como padre, era doloroso perder a su amada única hija; pero, como hombre de negocios, que sabía que Rebecca Morelli valía muchísimo viva, así que se sentía de verdad molesto de que ese idiota de Alessandro hubiera tirado tan valiosa carta.
» Tráela de regreso —ordenó el hombre, poniéndose en pie y haciendo un gesto con la cabeza a ese hombre que lo había llevado hasta ahí para que entrara por el cuerpo de su amada hija—, porque, a partir de ahora, ella es la única Rebecca Morelli en el mundo.
Alessandro no supo qué responder, porque en su cabeza aún no cobraba sentido lo que ese hombre acaba de decir; es decir, como podrían simplemente fingir que Rebecca no había muerto y que esa impostora era la verdadera Rebecca Morelli, su esposa y madre de sus hijos.
» Alessandro —habló Roberto, con esa voz gruesa e impaciente con que siempre daba órdenes—, quiero a Rebecca en esta casa tan pronto como se pueda, o entonces sí sabrás lo que es hacer las cosas sin ayuda.
El cuerpo del joven hombre se estremeció. Todo era difícil ya para él, porque, el amor de su vida estaba muerta, tenía dos niños sin madre que no sabía cómo criaría sin ella, y, ahora también, tenía la amenaza de su suegro de quitarle el apoyo que de él había estado recibiendo en el tiempo pasado.
FIN DE DLASHBACK
Roberto Morelli era un hombre poderoso y millonario, que, por sobre todas las cosas, incluyendo a su familia, tenía los negocios, por eso podía entender que quisiera a la sustituta de Rebecca para que continuara con sus negocios familiares en lo que alguno de sus nietos tenía la edad y habilidades suficientes como para tomar el cargo de dichos negocios.
¿Le preocupaba a Alessandro que ese hombre dejara de respaldarlo? Por supuesto que sí; es decir, Alessandro había hecho negocios fuera de los negocios de su abuelo, pero eran tan arriesgados que, sin una buena inversión, habrían sido imposibles, y Roberto Morelli, a sabiendas que eso sería el patrimonio de sus amados nietos, y por el apoyo que su hija había pedido, no dudó ni un segundo en apoyar a ese joven.
Y ahora estaba Alessandro ahí, a punto de perder mucho más de lo que ya había perdido, porque, si no había lo que ese hombre exigía, él podría perder hasta a sus hijos, porque, definitivamente, Roberto Morelli no permitiría que estuvieran al cargo de un fracasado sin dinero, y tomaría la custodia para él si es que él no recuperaba a la falsa Rebecca, quien, sí o sí, debería convertirse en la real.
**
Había revisado las cámaras de seguridad, y la vio montarse en un taxi, pero estaba demasiado oscuro como para ver las placas, así que no podía localizarla desde ahí.
Ya había mandado a alguien a la antigua casa de esa joven, pero esa seguía vacía y sin rastros de que alguien hubiera accedido a ella en los últimos meses; además, aunque mandó a preguntar a quienes sabía eran sus amigos, no había información alguna sobre Roberta Franco.
Quiso llamarla, pero la joven no le respondió, así que solo le dejó un mensaje de voz y, otros cuantos, mensajes de texto, a los cuales ella tampoco respondió. Así que, Alessandro Bianco, ya no sabía qué hacer, porque, de verdad, necesitaba localizarla, y a esa joven parecía habérsela tragado la tierra.
Por su parte, a muchos kilómetros de él, la joven se estaba comprando un nuevo teléfono porque, horas atrás, que llegó a la casa de huéspedes de la abuela, como la había llamado Jessica, salió un hombre de la nada y la hizo sobresaltar y perder su teléfono celular, que salió volando por los aires y aterrizó, luego de tres rebotes, en la fuente de agua de esa enorme casa vieja y estilo colonial.
Alejandro era el primer y único huésped de esa casa, y no se suponía que debiera estar ahí esa mañana, porque el joven trabajaba en una escuela, él también era educador; sin embargo, un día de asueto, de esos que casi siempre solo los conocen los estudiantes y maestros, le habían dado la mañana libre, y por eso pudo asustar a las dos jóvenes que llegaban al lugar.
—¿Quiere que le active su mismo número? —preguntó la persona que la ayudaba a programar el teléfono para que pudiera usarlo de inmediato.
Roberta lo pensó, no es como que alguien le pudiera llamar, además de su idiota exnovio que, de vez en cuando, cuando estaba demasiado ebrio, le continuaba dejando mensajes de voz desde diversos números de teléfono.
—No, uno nuevo está bien —aseguró la joven y Jessica pensó que necesitaba llevar a esa joven a un café donde pudieran hablar de todo; aunque, si lo pensaba un poco, y tenía en cuenta esos ojos cansados y su voz apagada, lo mejor sería volver a la casa de huéspedes, para que su amiga no se tuviera que contener ni se sintiera incómoda por que algún sentimiento se desbordara de ella.
Roberta recibió su teléfono, Alejandro llegó hasta ellas con la factura pagada y se disculpó de nuevo con la joven a la que, en compensación por tremendo susto, y tras negociar con ella, le dio la mitad del dinero que costaba ese nuevo celular.
Alejandro era un hombre justo, además de simpático y muy guapo, así que de verdad le costó a Roberta no perder contra él quien, desde el inicio, quiso pagar el precio completo del celular y, además, la invitación a comer, esa que les hizo a las dos jóvenes de las cuales, de una era amigo ya y, de la otra, esperaba poder serlo pronto porque, definitivamente, es mucho mejor vivir con amigos que con simples conocidos.