CAPÍTULO 27

1170 Words
Los siguientes días fueron un suplicio, Roberta se volvió a notar distante, incluso un poco temerosa, pero ya no con los niños, era solo con Alessandro y, para ser franco, al hombre le molestaba un poco el apagado rostro de la joven; sin embargo, la aparente carencia emocional de la chica tenía una explicación. Roberta tenía muchas cosas en qué pensar, y tenía un montón de miedos qué superar día tras día; es decir, la joven ya no se sentía a gusto en esa casa, porque, en el fondo de sí, sabía que no podría fingir ser Rebecca Morelli para siempre, y el día de la despedida le aterraba, porque, definitivamente, le iba a matar tener que separarse de esos niños. Y, justamente pensando en ese día, el día en que le debiera decir adiós para siempre a Estrella y a Chase, Roberta decidió que lo mejor sería comenzar a verlos como lo que eran: un par de niños a su cuidado, y no sus hijos, como ya los amaba. Roberta Franco decidió pretender que ese par de niños eran sus alumnos, esos que amaría con toda su alma por el tiempo que le pertenecieran, pero de los que se olvidaría cuando debieran dejarse de relacionar y de ver. Eso era lo más sano, la mejor decisión e, irónicamente, también era la decisión más difícil que había debido tomar alguna vez. Y es que, si amar ya era una decisión difícil de tomar, dejar de amar era aún más difícil de hacer; pero, sobre todas las cosas, determinarse a amar temporalmente era la decisión más difícil que alguien podía elegir. Amar por un tiempo no significaba que, tras cumplirse el plazo, el amor desaparecería automáticamente; amar por un tiempo significaba que, desde el primer momento en que se decidía amar de esa forma, se estaba plenamente consciente de que no sería para siempre y que se aceptó que, en algún punto, debía aceptar también la separación y sufrirías por ello el tiempo que fuera necesario. Y esa era justo la peor parte: el ser consciente todo el tiempo que, eso que en ese momento te hacía feliz, un día no iba a existir más, al menos no en tu vida. A pesar de ello, la decisión había sido tomada; a pesar de que no había sido lo más fácil para hacer, y, a pesar también, de que una parte de ella le pedía salir corriendo en ese mismo instante para no tener que esperar sabrá el cielo cuánto tiempo para vivir esa pérdida y el duelo por ella. Pero no lo iba a hacer, Roberta no iba a abandonar esa convicción tomada. A Roberta le bastaba con ver a ese par de niños para convencerse de que valdría la pena todo el dolor que ella debiera pasar. Roberta de verdad amaba a ese par como si fueran sus hijos, ahora que recordaba el trágico momento en que ese pequeño perdió a su madre, sin siquiera poderla conocer ni sentir su amor, en su corazón algo despertó para él, así que ahora lo amaba tanto como amaba a la pequeña Estrella, de quien amaba escucharla llamándola mamá. En la tranquilidad de las siestas de ese par de niños, Roberta solía llorar mientras los miraba, pues eran demasiados los sentimientos que esos niños despertaban en ella. A ratos, esa joven se sentía injusta por querer ocupar el lugar de una mujer que ya no estaba, luego se sentía ansiosa por el futuro, esperando poder escuchar también a Chase llamándola mamá y llevando a Estrella a su primer día de clases. Roberta quería ser la madre de esos niños, y lo que más la llenaba de confusión era que ya lo era. Ella ya era madre de ese par, entonces no entendía por qué no estaba conforme con lo que tenía. La cabeza de esa joven era un lío, y no parecía que fuera a haber una solución para ella; además, su pérdida no quedaba en ese par de niños, pues, ella ahora tampoco tenía un padre amoroso. Al respecto de Roberto Morelli eran muchas cosas las que se cuestionaba. ¿Acaso ese hombre sabía que ella no era su hija? No lo creía. No había manera de que él la hubiera tratado cómo la trató si supiera que ella no era la verdadera Rebecca Morelli, la prueba de ello era lo mal que la trató Alessandro en el pasado solo por su causa. La relación de Roberta con Alessandro volvió a ser fría, pero ahora ya no era un incordio ni era problemática, él parecía respetarla a pesar de que se mantenía al margen de absolutamente todo lo que ella hacía, y eso era complicado de digerir; aunque no sabía exactamente el por qué. Una tarde, mientras la joven estaba semi recostada en un sofá de la sala luego de haber caminado envuelta en sus pensamientos hasta la sala de esa casa en que vivía, para que, si de pronto se le escapaba un sollozo no muy silencioso, los niños no la pudieran escuchar; desde ahí escuchó la puerta abriéndose y no tuvo tiempo para limpiar su rostro, solo lo giró hacia el respaldo del sofá para que, quien abría la puerta, no la viera llorar. Y es que definitivamente no podía evitar terminar así de vez en vez, porque era demasiado lo que lloraba para poder decir que le pasaba solo de vez en cuando; pero, para Roberta, tanto el pasado como el futuro eran malos, así que solo le quedaba llorar en el presente por lo que no podía cambiar. Alessandro no dijo nada, a pesar de que se dio cuenta de que ella lloraba. No tenía nada para decirle, era imposible que él pudiera consolar a la ahora madre de sus hijos cuando ni siquiera tenía bien en claro qué era lo que a ella le dolía. Alessandro, al contrario de Roberta que pensaba en todo, se sentía tranquilo con el presente en que vivía, ese en que sus hijos tenían una madre a pesar de que él no tenía a su amada esposa porque, contrario a los pequeños Bianco Morelli, él no necesitaba que esa mujer sustituyera a la verdadera Rebecca Morelli en su vida ni en su corazón. Ese hombre, haciendo caso omiso de lo que ocurría en su sala, solo pasó de largo y subió a ver a sus hijos, de lejos, porque temía despertarlos cuando sabía bien lo difícil que era hacerlos dormir. Él de verdad estaba bien con la vida en que estaban, y no, no porque alguna vez hubiera sido su sueño estar así, de su gusto su esposa seguiría con vida y esa mujer no estaría en su casa, como había sido su plan original, pero esa opción estaba fuera de sus manos y, de las opciones que sí tenía, definitivamente esa en que estaban era la mejor de todas; pero, a pesar de que sabía que sufriría, Alessandro estaba seguro de que esa también era la mejor opción que Roberta encontró.
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