Librando la misma batalla.

3943 Words
VANESSA El día de Acción de Gracias llegó y se fue. Pasé el día encerrada en mi apartamento, comiendo pastel de calabaza que había comprado en oferta en una tienda cercana, mientras trabajaba en diseños y veía películas de Hallmark. Nunca es demasiado pronto para empezar a ver películas navideñas sentimentales, y ahora no tengo a nadie que juzgue mi elección de un buen escapismo donde el héroe melancólico siempre elige a la belleza burbujeante durante ese fin de semana aleatorio en el que esta atrapada en su ciudad natal. Además, necesitaba un limpiador de paladar. Mi solución actual con Dominic no es tan agradable. No, es una mezcla entre angustia y desesperación. Deseo tanto al hombre que puedo desintegrarme. Pero me niego a entrar en nada que me convierta en la otra mujer. Cuando se reanuda el horario de oficina, Dominic trabaja en desde su pent-house durante otra semana de mierda. Lo que significa que ya es diciembre y no he visto a este hombre desde el mes pasado. No es que supusiera que me importa. Me pagan. Hago mi trabajo. Centrándome de nuevo en mis estudios. Esto es lo que quiero, ¿verdad? No. Quiero a Dominic, casi sin importar el costo. Incluso tenerlo sentado dentro de su oficina, a seis metros de mí, parece una mejor alternativa a no verlo ni estar cerca de él. Me hace sentir loca. La verdad de mi revelación me golpea con más fuerza cada día que paso sin el: amo a Dominic Hamilton. Lo he amado durante casi quince años. Y no hay nada que pueda hacer al respecto. Aunque no hay nada que pueda hacer al respecto. Aunque él pueda querer mi cuerpo, no lo quiere todo. Y yo no quiero repartir pedazos de mí misma como una bandeja de muestra de cubos de queso en el supermercado. Mis días transcurren en un estado de leve estado. Los correos electrónicos ocasionales de Dominic para saber cómo estoy me mantienen cuerda y me aseguran que está vivo, especialmente mientras seguimos planeando el Baile de los Programadores. Ahora que tenemos un lugar decidido, me he dedicado por completo a planificar la decoración, incluyendo la elaboración de un vestido nuevo solo para esa noche. Y obviamente combinará con el salón, porque demonios si no lo podré decir una vez en mi vida que la alfombra combina con mi vestido. Puede que me esté divirtiendo demasiado planeando los detalles particulares de esta fiesta que Dominic pretende organizar. También me encanta que me dé una excusa para molestarlo, lo cual hago libremente, ya que es la única forma que tengo de entrar. Para el lunes siguiente, una semana después de nuestra indiscreción en su pent-house, estoy a punto de desmoronarme por las ganas que tengo de repetir esa sesión de besos. He pasado no menos de ocho horas en total con las manos metidas dentro de las bragas, recordando la forma en que me había besado como si se muriera de hambre por mí. Probablemente usaría esos veinte minutos como material para la masturbación durante años. Creo que se llama #matandolacomezonmanualmente. Una veinteañera casi virgen se excita con el recuerdo de como su jefe había tomado en puño su vestido. Pongo los ojos en blanco aquí. Paso la mayor parte del viaje en metro al trabajo el lunes por la mañana jugueteando con un anuncio de se busca compañera de piso que me había convencido a mí misma de que necesito. Claro, Dominic me paga más que suficiente para pagar el apartamento por mi cuenta. Por ahora. ¿Pero qué pasa si las cosas no funcionan con Hamilton Enterprises? ¿Qué pasa si me separo simplemente para finalmente, por fin, dedicarme a la moda? Necesito tener todo en orden, y ahora mismo, estoy a medio camino de Brooklyn y rumbo a Jersey. Miro mi teléfono mientras añado comas y cambio “muy emocionada” por “ansiosa”. Estoy decidida a no encontrar a un asesino en serie. Le daría una oportunidad a esta búsqueda de compañera de piso. Cada solicitante seria investigado a fondo. Demonios, incluso podría pedirle a Dominic que les hiciera una verificación de antecedentes al estilo hacker. Eso es algo que puede hacer mientras trabaja desde casa y mantiene su indignada distancia de mí. Necesito estar preparada para el día que no pueda pagar el alquiler otra vez. Y, Dios mío, solo espero que mi futura compañera de piso sea algo normal. –Presiono "publicar” en mi anuncio justo cuando el metro llega a mi parada. Puedo oír las voces de Tabatha y Elí dentro de mi cabeza, preguntándome qué demonios creo que estoy haciendo, solicitando a una desconocida que viva conmigo en la ciudad de New York cuanto tengo un lugar libre para vivir en casa. Lo había hecho una vez antes, y me había llevado a Poppy. Aparte de mudarse abruptamente a Peoria justo antes de que venciera el alquiler, ella había estado bien. Tengo fe en que podría volver a suceder. Y tal vez esta vez, mi nueva compañera de piso no saldrá corriendo a Illinois después de unos meses. Cargo mis bolsas de trabajo, subo al andén y me dirijo a Hamilton Enterprises como lo hago cinco días a la semana. Sonrió para mí misma mientras disfruto del bullicio matutino de Wall Street. Tantos trajes, tacones de diseñador, peinados impecables. Hoy llevo una falda tubo ajustada de la que no estaba muy segura. No la había diseñado yo misma, pero la encontré en una tienda de descuentos y me enamoré. Mi blusa con volantes apenas contiene mis pechos y el tirante de mi sujetador se me resbala constantemente. Me veo bien, pero me siento tremendamente incómoda, y eso ya está rompiendo mi regla de oro de la moda. Tal vez esta es la colina de la moda en la que voy a morir. Eso o solo encontrar vestidos con los que pueda ir a un bufet. Porque odio la ropa que no permita la expansión de la tripa después de una comida. Mis tacones resuenan sobre el brillante suelo de vestíbulo del edificio Hamilton. En el vigésimo piso, hago mi ruta sinuosa habitual a través de la suite de oficinas hasta la parte de atrás, donde estan mi escritorio y la oficina de Dominic. Hoy la puerta de su oficina esta entreabierta. Dejo mis cosas en silencio, con más esperanza de la que quiero admitir de que tal vez se una a mi esta semana. Me tomo unos momentos para escuchar su voz o cualquier crujido. Nuestra zona está totalmente en silencio, excepto por la risa distante de algunas de las recepcionistas al final del pasillo. Mi esperanza comienza a desinflarse y comienzo a desempacar mis cosas: el almuerzo de hoy, mi tableta de trabajo, mi cuaderno, mi cuaderno de bocetos de diseño. Me ajusto el tirante del sostén no menos de seis veces durante la primera media hora de mi jornada laboral, vigilando atentamente la oficina de Dominic, justo después de las 9:30, unos pasos suaves se arrastran por el pasillo alfombrado. Dominic aparece a la vista, mirando unos papeles en su mano. Me congelo, repentinamente insegura. ¿Finjo que el lunes pasado no había sucedido? ¿Seguimos como siempre, jefe y empleada? ¿O tal vez debería empezar con una broma sobre nuestra sesión de besos…? – –Buenos días, Vanessa– señala con la barbilla en mi dirección, encontrando mi mirada por un breve instante. Luego entra en su oficina, cerrando la puerta suavemente tras él. Me quedo sin aliento. Esto había sido normal. Casual. Completamente bien. Debería haber estado bien con eso. Pero no es así. Duro diez minutos antes de levantar el teléfono para llamar a Dominic con la primera pregunta genuina que se me ocurrió. Es sobre el evento, así que necesito su opinión. –Dominic– susurro al teléfono, aunque no estoy segura de por qué. Como si hablara demasiado alto lo obligaría volver a trabajar en el pent-house. –Necesito tu opinión sobre algo– Hace una pausa. –¿Qué es? – –Colores– –¿No eres la experta en color? – –No cuando se trata de computadoras- digo. –Diez segundos. Es todo lo que necesito– La línea se corta y, un momento después, se abre la puerta de su oficina. Me mira con recelo, como si esto pudiera resultar ser una broma. Giro en mi silla para mirarlo mientras se acerca, dedicándole mi sonrisa más dulce. La diferencia de altura me coloca en una posición ventajosa muy particular, que intento no notar mientras se acerca. Pero es inútil. Había pasado la mayor parte de la semana anterior imaginando esa gruesa cresta debajo de sus pantalones cortos de gimnasio y lo que habría dado si las cosas hubieran ido más allá el lunes pasado, no podría ver a Dominic sin pensar en eso: el momento en que me doy cuenta, sin la menor duda, de que Dominic me desea a mí, Vanessa Reinhart, aspirante a fashonista de talla grande. Un escalofrió me recorre la espalda y me obligo a concentrarme de nuevo en la trama; quiero decir, en la tarea en cuestión. –Estoy ultimando los detalles para el Baile de Programadores- digo, señalando hacia la pantalla de mi computadora. –Y necesito asegurarme de no estar cometiendo un paso en falso de programadora– Entrecierra los ojos. –¿Qué quieres decir? – –Bueno, ustedes, los nerds de la informática, tienen su propio mundo, ¿verdad? Quiero hacer una decoración con un tema blanco y azul Tiffany– señalo las imágenes de los diseños de los centros de mesa que había seleccionado de una tienda de alta gama. –Pero quería asegurarme de que este tono de azul estuviera bien. Como, tal vez este azul significa algo en el mundo hacker. ¿Cómo que el rosa es para el cáncer de mamá? O tal vez es el mismo tono que la “pantalla azul de la muerte” de la que he oído hablar– Lo miro inocentemente, esperando que no vea a través de mi endeble fachada. Mira la pantalla. –En realidad, el aguamarina tiene un significado muy específico en código binario– Parpadeo. –¿Lo tiene? – Asiente con gravedad. –Está relacionado con la red oscura- Mis ojos se abren de par en par y jadeo, volviendo a mirar la pantalla. –Oh, Dios mío– y yo que pensé que solo estaba inventando excusas para estar a la altura de los ojos de Dominic. –Tienes que cambiarlo– niega con la cabeza, volviendo a su oficina. –Hay vidas en juego. Todo podría derrumbarse si eliges ese azul– Entrecierro los ojos al ver su figura que se aleja. –¿Hablas enserio? – Capto el destello de su sonrisa descaradamente burlona antes de que cierre la puerta. –Mortalmente – Reprimo una sonrisa mientras me giro de nuevo a hacia mi escritorio. Claramente, esto no había funcionado según lo planeado. Aunque, ¿Qué esperaba? ¿Qué me inmovilizara contra mi escritorio y volviera a presionar esos suaves labios contra los míos? En realidad, sí. Eso es exactamente lo que esperaba. El aroma de una interacción normal con él se siente como la manta más cálida después de un gélido paseo invernal. Respiro hondo, notando mi ritmo cardíaco acelerado, la piel de gallina en mis antebrazos, el alivio abrumador que se acumula en mi interior. Paso el resto la mañana, aferrándome a ese único hilo de normalidad. Dominic no aparece, y no puedo pensar en nada más lo suficientemente urgente como para molestarlo. Cuando abre la puerta antes de la hora del almuerzo, me pongo de pie de un salto, lista para chocar con el de alguna manera y sacarle algo más. Está mirando papeles en su mano otra vez, y aprovecho su momento de distracción para ponerme frente a él. su cadera roza mi trasero y me giro bruscamente. –Oh, Dios mío– digo, quizás con demasiada ansiedad. Se hace a un lado. –Lo siento, yo…– –No, no. Es mi culpa. Mi gran trasero se interpuso– ¿Qué estoy haciendo? Estoy a diez segundos de rozar mis pechos con su brazo, solo para decir ¡Oh, Dios mío, ¡estás tetas se sueltan otra vez! Parezco desesperada. Dominic no responde; solo ofrece algo parecido a una mueca de dolor y se dirige por el pasillo. Mis hombros se hunden. Tengo tantas ganas de replicar el lunes por la noche, aunque sé que replicar el lunes por la noche es la peor idea de toda mi vida. Odio este vórtice conflictivo, tanto como lo amo. Lo cual simplemente inicia todo el maldito ciclo de nuevo. El almuerzo llega y se va con mi aburrido sándwich de charcutería y cuatro onzas de bollitos de queso. Es mi intento de equilibrar las comidas extravagantes en la ciudad con opciones de comida que favorecerán mi figura. Pero una vez que me lo como todo, me quedo esperando de nuevo. Por algún vistazo a Dominic. Por cualquier reconocimiento de lo que había sucedido en su pent-house es real. Por una señal de que tal vez no había seguido adelante y no ha olvidado su breve atracción por mí. Me estoy volviendo loca. Me está llevando a nuevas alturas, o tal vez a profundidades de desesperación. Cuando finalmente regresa por el pasillo esta misma tarde, demasiadas horas después del almuerzo, tengo que apartar la mirada. La forma en que mi corazón se encoge con solo verlo se siente como una advertencia. Ya que estoy demasiado involucrada… y ni siquiera hemos comenzado. –Vanessa– dice, su voz sorda y aburrida me enciende directamente. –Estos son para ti– Tiene una carpeta en la mano, que le quito y dejo caer enseguida. –Oh, madre mía– murmuro. –Está bien– dice, inclinándose para recogerlos justo cuando yo me inclino hacia adelante. Nuestras cabezas chocan y suelto una risa. Ni siquiera intento ser incómoda; simplemente me sale con mucha facilidad. –Lo siento– Me froto la cabeza. rápidamente recoge los papeles, evaluándome antes de entregármelos. –¿Puedes venir a mi oficina un segundo? – pregunta. Mi ritmo cardíaco se acelera. –¿Para qué? – Aprieta la mandíbula. –Solo quiero charlar– La ansiedad aumenta cuando asiento y lo sigo a la oficina. Cierra la puerta suavemente tras él, con la mirada fija en el suelo. –¿Está todo bien? – casi susurro, temerosa de lo que pueda haber al otro lado de la conversación. Tal vez lo había pensado dos veces, posiblemente una tercera y una cuarta, sobre lo que había sucedido en su ático Tal vez me estará obligando a presentar mi preaviso de dos semanas aquí y ahora. Oh, Dios, ¿me enfrento a un despido por haberme escapado del pent-house? Eso ni siquiera parece posible, pero dados todos los demás ataques sorpresa de mierda en mi vida, no me siento segura. Todavía no ha soltado el pomo de la puerta, parece perdido en sus pensamientos. Entonces su mirada azul recorre mi cuerpo, finalmente deteniéndose en mis ojos. Mi corazón se lanza en mi caja torácica, una y otra vez, con la intención de escapar. –Solo quiero aclarar las cosas– Enderezo la espalda, metiendo las manos en los bolsillos, –Hice que las cosas sean raras, y lo siento– El alivio me inunda y casi me desplomo. Me llevo una mano y luego esbozo una sonrisa despreocupada. –No hay nada que lamentar– Después de todo, él había alegrado mi vida con solo revelar que se siente atraído por mí. Que realmente me desea. Siento que puedo morir feliz ahora. Excepto que yo quiero mucho mas de él que antes de que llegara este momento. –Creo que tengo demasiado trabajo estos días– dice con la mirada fija en el suelo. –Y tal vez me esté volviendo un poco…ciego– –¿Ciego? – –No veo las cosas con la claridad que suelo tener. Y después de hablar con mi padre la semana pasada, me di cuenta de que tal vez el estrés de todo lo que está pasando me está haciendo actuar… fuera de lugar– Me acerco. –¿Cómo está tu padre? ¿Hablaste con él sobre Ivan? – La mirada azul de Dominic se encuentra con la mía, y hay mucha angustia allí. –Si. Y es tan malo como pensábamos, Vanessa. Ha tenido a la familia secreta todo el maldito tiempo y nunca pensó que fuera el momento adecuado para decírselo a mamá– Todo dentro de mí se derrumba. Doy un paso más cerca, extendiendo la mano para tocar su brazo. –Lo siento mucho, Dominic– Mira donde lo toco y retiro mi mano. –Lo siento– murmuro. –Mantendré mis manos quietas. Pero espero que sepas que te estoy abrazando en mi cabeza– Su mandíbula comienza a flexionarse, un brillo que había visto en su pent-house. El aire se tensa entre nosotros. –Eso no ayuda entonces. El simple hecho de imaginar que me tocas me llevará de vuelta a el mismo lugar– –¿Qué lugar es ese? – –Convencerme a mí mismo de quedarme en el borde. Convencerme a mí mismo de no tocarte– Se me pone la piel de gallina en los antebrazos y los muslos. –Bueno, si te sirve de algo, estoy librando la misma batalla, Dominic– Se acerca a mí y todo dentro de mí se tensa, expectante. –Entonces recuérdame porque estamos luchando– Mi voz sale como un susurro porque se ha detenido a escasos centímetros de mí. El calor emana de él, mezclándose con el aroma amaderado de su colonia. –Porque estás comprometido. Y no voy a hacer líos– trago saliva con fuerza, recordándome a mí misma que debo mantenerme firme. –Ya he tenido mi parte de lío. Esa fue una promesa que me hice después de dejar Oakville– Se acerca de nuevo, lo que me hace tropezar hacia atrás. Me agarra por la cintura, su antebrazo firme contra la suavidad allí. –Déjame aclarar una cosa, Vanessa– se humedece el labio inferior, su mirada acalorada recorriendo mi rostro de un lado a otro. –Conmigo no hay ningún lío– luego hace una pausa, su sonrisa amplia y diabólica. –A menos que cuentes el lío que dejarás una vez que termine de poner mi cara entre tus piernas– Mi respiración se entrecorta y todo dentro de mí se vuelve hormigueante y ruidoso. –No estoy con Hannah– dice, sucintamente. –Se que lo parece. Pero la verdad es que es una aventura que no recibió el memorándum. Ella quiere más; yo no. Fin de la historia. Ya le he dicho que ya no es bienvenida en esta oficina ahora que has trazado la línea. ¿Eso ayuda? – Apenas puedo respirar por el impacto de esas palabras. Estoy tan excitada que puedo derretirme y tan enamorada de este hombre que quiero llorar. Todo lo que puedo hacer es asentir. –Es muy evidente que no puedo controlarme a tu alrededor– continúa con un gruñido bajo, apretándome más fuerte contra él. Esa gruesa cresta esta de vuelta, presionada justo contra mi cadera. –Míranos. Todo lo que quería hacer era disculparme– –Me encanta tu versión de una disculpa– fuerzo a decir entre mis labios secos, cada centímetro de mi cuerpo arqueándose hacia Dominic por más, más, más. Se agacha, sus labios encuentran la curva de mi cuello. –No quiero volver a hacer las cosas raras– murmura, sus labios rozando mi cuello como una pluma. –Pero no puedo contenerme– –Por favor, no te contengas– susurro, inclinando el cuello mientras su boca sube más. Necesito esos besos de nuevo tanto como necesito el aire. –Tú boca es en lo único que puedo pensar– Se ríe suavemente contra mi mandíbula y luego roza su boca contra la mía. –¿Lo único? – Asiento, perdiéndome en su mirada. –Es decir, lo pensé durante quince años antes de esto. Pero ahora lo pienso mucho más– –Podría darte otras cosas en las que pensar– murmura, meciendo su pelvis en un círculo lento contra mí. El borde de su pene queda atrapado entre nuestros cuerpos y mi cabeza cae hacia atrás. Esto es pura felicidad. ¿Como podría sobrevivir estando a menos de tres metros de este hombre sin tocarlo? –Estoy abierta a pensar en lo que quieras que piense– digo, riéndome a carcajadas mientras el me da pequeños besos en las mejillas. Respira hondo, apretándome con más fuerza una vez más. Me tiene en un abrazo inquebrantable, y no hay ningún otro lugar en el que quiera estar. Puede apretarme hasta morir y yo seguiré queriendo más. –¿Por qué no piensas en esto? – Sus labios dejan suaves besos a lo largo de mi mandíbula, su lengua saliendo para trazar mi labio inferior. –Hacemos realidad todas y cada una de las fantasías de la preparatoria, y luego nos ponemos a trabajar en las de adultos– Me desplomo en sus brazos, pero sus gruesos antebrazos me sostienen. –Creo que es una gran idea– digo con dificultad. –¿Cuándo vas a besarme de nuevo? – Me mira con tanta ternura que siento corazones de dibujos animados saliendo de mis ojos. Se agacha, capturando mis labios en un beso que congela el tiempo. Me besa profundamente, con tanta pasión que pienso que me ahogará. Una y otra vez. Para cuando nos separamos para tomar aire, mis bragas son un desastre. Tal vez tiene razón. Este es el único desastre del que tendré que preocuparme con él. –Podemos divertirnos– murmura Dominic, capturando mi barbilla entre el pulgar y el índice. –Eso es todo lo que quiero– La atracción de su mirada me atrae de nuevo hacia abajo, y me pierdo, nadando en las encantadoras aguas de su atención. –¿Sí? – —Un buen rato. ¿Contigo? – Acaricio su rostro en el hueco de su cuello, saboreando la calidez y el aroma a madera que encuentro allí. –¿Y eso que significa? – –Sabes lo que significa– las yemas de sus dedos se clavan en la carne de mis caderas, y de repente estoy desesperada por quitarme la ropa. –¿Noches de citas, noches de cine, veladas elegantes…? – paso mi mano sobre su pecho, amando el aspecto de mis uñas granate contra los hilos sedosos de su camisa. Es una vista a la que podría acostumbrarme. –Lo que se sienta bien– Me besa en la frente. –Sin ataduras– –Oh, ¿no es como…campanas de boda, bebés y álbumes de fotos familiares cursis?– intento reírme, pero por dentro, la decepción tiembla. La sonrisa de Dominic parece triste. –No estoy hecho para nada de eso, Vanessa– Ruego discrepar, pero ¿Cómo puedo hacérselo saber? En sus brazos, soy como arcilla. Si quiero pasar un buen rato, esto será sin duda lo que conseguiré. Pero ahora que sé lo que espero, no hay manera de que pueda darle todo lo que quiere. Mi corazón está en juego, y estoy demasiado enamorada de este hombre como para llegar hasta el final con él. No cuando el busca el ahora mismo, pero mis ojos solo ven el para siempre.
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