VANESSA
Decir que no a la invitación de Dominic al bar de cocteles más tarde este día parece un error. Pero es lunes, y tengo clases esta noche, maldita sea. Los labios de Dominic tendrán que esperar.
Al terminar la jornada laboral, todo mi cuerpo vibra. Ahora que hemos cruzado la línea y planeado y quedarme del otro lado, todo a mi alrededor se siente extraño y fresco. Cada mirada con Dominic vibra con intensidad y profundidad. Al irme podía sentir sus ojos en mi trasero hasta que doblé la esquina al final del pasillo. Esto hizo que la jornada laboral fuera más divertida.
Mi teléfono vibra con un mensaje de texto momentos después.
Dominic: ¿Y qué pasa después de clase?
Vanessa: La clase dura hasta tarde. ¡Estoy llegando a casa después de las 11 pm!
Dominic: Entonces, estas diciendo que deberías venir al pent-house después.
Reflexiono mi respuesta mientras camino por las concurridas aceras de Wall Street y todo el camino hasta mi estación de metro. No puedo mentir, deseo desesperadamente ir al pent-house después. Pero las dudas me acosan, como pequeños tirones en la esquina de mi vestido. Mira. no te olvides de esto. Escucha, esto es importante.>>
Ir al pent-house después llevará al sexo. Lo sé. Él lo sabe. Eso es lo que queremos. Pero no quiero lo que venga después. No quiero convertirme en su próxima compañera… la próxima Hannah. La mujer que quiere más de él y se había perdido el memorándum.
Las ansiedades que me recorren actúan como agua fría sobre el fuego que él había avivado en su oficina este mismo día. Mientras que follar con Dominic Hamilton es uno de mis sueños de toda la vida, me aterroriza hacerlo. Me arruinaría. No necesito ir más lejos para saberlo, porque ya estoy a medio camino.
Vanessa: Planeamos otra noche. Prometo que será pronto.
Necesito ganar tiempo para decidir mi enfoque. Tontear con Dominic al margen es todo diversión y juegos, pero necesitamos ser inteligentes. Necesitamos proteger nuestros corazones, bueno, sobre todo el mío. Parece que Dominic no tiene que preocuparse por proteger el suyo. Y yo no quiero convertirme en una muesca más en su cama en la gran ciudad.
Así que añado un cosa más a mi lista de tareas pendientes: averiguar cómo decirle a mi jefe y al chico que me gusta desde hace mucho tiempo que no quiero tener sexo con él porque estoy enamorada de él y compartir eso con el sin la promesa de una relación después me matará físicamente.
Pan comido.
Sigo con los pasos de mi noche en piloto automático: subir al metro, llegar al Distrito de Confección, tomar una cena ligera para más tarde, caminar cinco cuadras hasta clase. Entro en la ruidosa charla del aula, con una sonrisa dibujándose en mi rostro.
Afortunadamente, me siento no solo al día, sino adelantada, después de tener que perderme una clase entera la semana en que Ivan apareció.
Tomo mi lugar favorito, el segundo taburete de la fila de siete que da al centro del aula. Una gran mesa de trabajo se extiende frente a nosotros, el espacio justo para que podamos cortar tela, tomar medidas y dibujar sin parar. Estas mesas están orientadas hacia el lugar central del señor Mitchell, para que todos los estudiantes puedan ver bien lo que nos demuestra durante la clase. Detrás de él, más de veinte maniquíes se alinean en la pared en una fila ordenada, solo unos pocos se inclinan hacia adelante como si estuvieran borrachos.
–¿Cómo están todos hoy? – La voz del señor Mitchell resuena por encima de la conmoción del desempaque y la charla. Desempaco mis maletas mientras mis compañeros gritan sus respuestas: listos para los patrones. Vestidos para matar. Cansados, pero a la moda. El rostro del señor Mitchell se ilumina al escuchar cada nueva respuesta.
–Genial. Así que todos estamos de buen humor y listos para entregar nuestro portafolio trimestral–
Sus palabras caen como una toalla mojada en la cara. Arrugo la cara y miro mi cuaderno.
–Como recordatorio, estos portafolios constituyen una cuarta parte de tu calificación final– continúa.
Parpadeo rápidamente, mi cerebro se vuelve ruidoso mientras rebusco entre mis cosas. No tengo mi portafolio listo. De hecho, la carpeta de cuero marrón está en mi departamento, a medio terminar y completamente olvidada. Sabía que debía entregarla en algún momento de este mes. Simplemente lo había…olvidado.
El pánico se apodera de mí. Tal vez el señor Mitchell esta equivocado. Hojeo mi agenda, revisando mis fechas para ver donde había escrito la fecha de entrega del portafolio. Pero a medida que mi mirada recorre el mes de diciembre. No veo la fecha de entrega del proyecto trimestral. Busco a tientas el horario de clases, desesperada por encontrar el error. No es para hoy. No voy a arruinar mi primer gran proyecto. No lo voy a hacer.
–Puedes dejarlos aquí, en la cesta de mi escritorio– continúa el señor Mitchell. Mierda, mierda, mierda. Saco el programa de estudios, escaneando las fechas impresas allí. Y aquí esta. La fecha de hoy. Entrega del portafolio trimestral.
Madre mía.
El peso de mi decepción me aplasta, robándome el aliento y haciendo que mi cabeza se incline hacia el techo. ¿Cómo demonios había sucedido esto? Por supuesto, lo sé de inmediato. Es Dominic. Es Hamilton Enterprises. Es mi fascinación por el hombre que recientemente había comenzado a besarme después de haber estado deseando dichos besos durante quince años. Fue porque me dejé llevar.
Se me hace un nudo en la garganta y observo como todos se dirigen al frente del aula, dejando sus portafolios en una gran cesta de metal en el escritorio del señor Mitchell. No sé qué hacer. Ni siquiera sé que puedo decirle. Había tenido la fecha en mi poder y la había perdido. No solo no estoy preparada, sino que estoy terriblemente ciega. Y ahora mi ineptitud me va a costar la calificación de la mudanza más grande e importante de mi vida.
No había ahorrado todo mi dinero y dejé a mi familia atrás solo para perderme mi primer gran proyecto. ¿Qué demonios estoy haciendo? Contengo las lágrimas mientras hojeo las páginas de mi agenda, tratando de distraerme con algo. Cualquier cosa.
Una vez que todos entregaron sus proyectos, excepto yo, por supuesto, el señor Mitchell continúa con la lección del día. Apenas puedo concentrarme por lo fuerte que mi voz interna me grita, reprendiéndome por este fracaso. ¿Cuánto dinero vas a desperdiciar en esta mierda? Alerta de espóiler: fracasara al final de todos modos.
Mi voz interna suena igual que mi hermana. Puedo oír el sarcasmo dentro de mí, tanto como puedo sentirlo hundirse en mis huesos. La Tabatha imaginaria sabe mejor como desmoralizarme.
Esto es una maldita broma y lo sabes. Tenías un proyecto principal que entregar y lo olvidaste. ¿Qué clase de idiota hace esto?
Esta es una misión de tontos, y mi hermana lo sabe antes que yo porque me conoce mejor. La idiota que tiene todas las herramientas a su disposición y aun así olvido anotar la maldita fecha. Deberías haberte quedado en Oakville.
Me golpeo hasta el suelo mientras la clase continúa, apenas capaz de concentrarme y contener las lágrimas. Es la hora y media más larga de mi vida antes de que tomáramos un descanso. Paso todo el descanso de quince minutos llorando en el baño, conteniendo mis sollozos para que nadie me oiga. Después de refrescarme, regreso al aula, todavía abatida y molesta, pero sonriendo, para soportar la última hora y media de clase.
No solo estoy dándole vueltas a mi completo fracaso como estudiante y trasplantada en Nueva York. También estoy pensando en que le voy a decir al señor Mitchell después de clase. Necesito abordar esta metedura de pata. Puede que sea una idiota de pueblo fuera de su elemento en el océano de la ciudad de Nueva York, pero voy a entregar mi proyecto y obtener estos puntos, ¡maldita sea!
Para cuando termina la clase, ya no quiero llorar tanto, así que eso es una ventaja. Los estudiantes recogen sus cosas a mi alrededor y comienzan a dirigirse a la puerta. Una vez que tengo mis bolsas al hombro, me acerco al escritorio del señor Mitchell.
–Gracias por otra clase increíble– comienzo, esbozando una brillante sonrisa.
–Es un placer– dice el señor Mitchell.
–Solo quería mencionar que, eh…– hago una pausa, aclarándome la garganta mientras mi mirada se posa en la pila de portafolios en su escritorio. –De hecho, no traje mi portafolio hoy–
Intento recordar todas mis respuestas practicadas mientras el señor Mitchell frunce el ceño. –¿No lo hiciste? –
–Lo olvidé en casa– suelto, que es la versión considerada del elocuente y emotivo discurso que había planeado durante la segunda mitad de la clase. –Lo siento mucho–
Se reclina en su silla, cruzando los brazos. –¿Hay alguna manera de que puedas dejarlo mañana? –
Parpadeo. Mañana es…mañana. Y me quedan al menos dos días de trabajo en ese portafolio. Mierda. mierda, mierda. –Bueno, en realidad, señor Mitchell… – se me hace un nudo en la garganta de nuevo y las lágrimas vuelven. –Mi proyecto no está del todo listo. Lo siento mucho. Confundí las fechas; pensé que debía entregarse el jueves. Pero ya casi está terminado, y prometo que lo tendré en la próxima clase. Incluso llegare temprano–
Un largo suspiro se le escapa al señor Mitchell mientras me mira, moviendo la mandíbula de un lado a otro. –No esperaba esto de ti–
Mis hombros se hunden. –Me siento como una idiota–
–Has sido muy buena con las tareas–
–Se que probablemente no ayuda, pero recientemente comencé un nuevo trabajo y ha sido… mucho. Que consuma mucho tiempo es quedarse corto– Mi voz es casi un susurro. –Estoy haciendo mi mejor esfuerzo, pero he estado distraída. Lo haré mejor–
El señor Mitchell asiente lentamente, su silla cruje al inclinarse hacia adelante. –Tráelo el jueves. Espero tu mejor trabajo. Pero perderás automáticamente diez por ciento de tu calificación por entregarlo tarde–
Me trago el nudo en la garganta, asiento rápidamente. –Por supuesto. Lo entiendo. No hay problema-
Me ofrece una pequeña sonrisa. –Y espero que tu nuevo trabajo vaya bien–
–Gracias, señor Mitchell– junto las manos como si estuviera rezando. –Eres el mejor. Y no puedo esperar a que veas mi proyecto–
Salgo corriendo del aula, con la mente llena de pensamientos. En mi cabeza comienzo a reorganizar mi horario para los próximos dos días para acomodar el trabajo que necesito realizar. Se puede hacer. Será difícil, pero se puede hacer. Y lo voy a hacer.
El primer paso implica esta noche, y me quedaré despierta hasta la una de la mañana si es necesario para obtener la ventaja que tanto necesito. Si puedo terminar los diseños finales requeridos para el portafolio esta noche, entonces podría pasar los próximos dos días afinando y ajustando todo. Excelente.
Llego a la estación de metro y me hundo en un asiento de mi tren antes de permitirme finalmente respirar profundamente. Tengo un plan, y funcionará.
Reviso mi teléfono mientras el tren se pone en movimiento. Nuevos correos electrónicos del trabajo y notificaciones de la cuenta bancaria me esperan. Y algunos mensajes de texto de Dominic.
Dominic: Llámame cuando llegues a casa esta noche. Eso me calmará.
Sonrió al teléfono
Siempre tenía planes que entraban en conflicto con los de Liam, él se enfurruñaba hasta el punto de no hablarme durante un día entero, o hacia todo lo posible por sabotear mis planes. Intentar un curso similar en Kentucky habría resultado en mi abandono, estoy segura. Él solo me había querido en sus horarios. Cuando mi propia vida, deseos y necesidades afectaban los suyos, se desató el infierno.
Todavía no estoy segura de como habíamos estado juntos durante cinco años. Pero aún así le doy las gracias a Dios todos los días por haber logrado escapar.
Y ahora tengo a alguien que respeta mi tiempo. Alguien que no se pone furiosos ante la mera sugerencia de tomar una clase por mi cuenta.
Mi sonrisa dura solo un momento, antes de que la lógica y la razón intervengan.
No tienes a Dominic. Él no es tuyo. No quiere nada serio. ¿Recuerdas?>>
La sonrisa se transforma en un ceño fruncido. Me va a costar acostumbrarme a esto. Y no estoy segura de que tan bien lo haré .
Media hora después, me apresuro a ir a mi complejo de apartamentos, con la llave de la puerta lista para no pasar ni un segundo más de lo necesario en la acera apenas iluminada. Cuando Poppy y yo nos mudamos, tuvo un desafortunado encuentro en la calle con dos tipos y un cuchillo. Escapó ilesa, pero a costa de su bolso de diseñador favorito. Desde entonces, habíamos procedido con precaución por la noche. Y todos los lunes y jueves me hacían apresurarme con la respiración contenida para llegar a la puerta principal y encerrarme a salvo dentro.
Estos son los detalles que no comparto con Elí. Él y Tabatha probablemente imaginan cosas peores de todos modos, así que ¿por qué voy a echar leña al fuego? Una vez que dejo mis cosas y me acomodo en la sala, con la carpeta extendida sobre la mesa de café, llamo a Dominic por el altavoz.
Responde casi de inmediato. –Ahí estas– puedo sentir su sonrisa a través del teléfono.
-Hola– Y yo no puedo evitar sonreír.