Libertad

2157 Words
En la tercera visita al vis a vis Marta estaba diferente, como triste y ausente, Ignacio preocupado la abrazó con fuerza, quería consolarla. —¿Qué a pasado? —le preguntó mientras cogía su cara con ambas manos. Ella se soltó y empezó a deambular por la habitación que tanto placer les había dado. —No se cómo a pasado, ¡No lo sé!— dijo solamente sin que las palabras la ayudarán. —Marta, por favor, dime que te pasa.—cada vez estaba más nervioso, no le gustaba verla así. Ella tomó aire exageradamente y lo soltó de una vez. —Estoy embarazada Ignacio. Él sin tener una respuesta para eso se quedó callado, malinterpretó su silencio y el llanto se volvió más intenso, volvió corriendo a abrazarla. —¡Tranquila!, no pasa nada, no pasa nada. —le dijo intentando calmarla, aunque en su interior se la imaginó sola con un bebé y la culpabilidad por esa situación lo destrozó. No había nada que le hubiera hecho más feliz que tener una familia con ella, pero no así, no estando allí encerrado. —Hay algo más, mis padres enfurecieron con la noticia y me han echado de su casa.—volvió a llorar con fuerza, sabía que no les iba a hacer gracia, pero no esperaba eso. Ignacio sintiéndose inútil no sabía cómo ayudarla. —Pensaré en algo, te lo prometo, tu y nuestro bebé estaréis bien.—la tranquilizó mientras le daba un beso en la frente—.¿Dónde te estás quedando? —En una habitación de hotel, tengo algo de dinero ahorrado, pero embarazada nadie me contratará y no durará mucho tiempo.—le dijo, no quería preocupar a Ignacio más, así que añadió: —Mis padres recapacitaran y me dejaran volver, seguro, es su nieto tambien. No estaba segura de eso pero esperaba que así fuera. Ignacio después de estar con Marta se dirigió directo a los teléfonos y llamó con su tarjeta a Alejandro, su mejor amigo los ayudaría. —Necesito tu ayuda.—le rogó, le contó todo lo sucedido y colgó cuando Alejandro prometió cuidarla. En su celda, todavía en una nube de emociones, se lo contó a Josué, este se volvió loco y empezó a gritar. —¡Insensato!, ¡Irresponsable!, ¿¡Cómo piensas protegerlos desde aquí!? —no paraba de gesticular con los brazos, no entendía porque se había puesto así—.¿¡No podías mantener tu polla quieta!?—estaba fuera de si. Ignacio intentó calmarlo en vano, Josué abatido empezó a llorar con ganas —¡Cómo vas a cuidarla de los monstruos de fuera …! —no se lo decía a él, de eso estaba seguro, se arrodilló y se atrevió a preguntar. —¿Qué pasó Josué?, ¿Por qué estás aquí? —el hombre levantó la vista y lo soltó. —Un tipo arruinó la vida de mi hija, la violó salvajemente…—paró cogiendo fuerzas para decirlo en voz alta, desde el juicio que lo declaró culpable de asesinato no había vuelto a hablar de ello—.Lo encontré y lo maté, despacio, haciéndole sentir algo parecido a lo que él hizo sentir a mi pequeña. Ignacio no sabía que decir, no le parecía justo que él estuviera ahí encerrado mientras el desgraciado que arruinó la vida de una niña, descansaba bajo tierra, también pensó que él haría lo mismo si alguien tocaba a Marta o a su bebé, ¿Qué podía decir en una situación así?, nada, así que solo lo abrazo y lo consoló hasta que no le quedaron lágrimas que derramar. Marta estaba en la habitación del hotel , ordenó un poco, sin saber que más hacer, llamaron a la puerta y se asustó, nadie sabía que estaba allí, abrió despacio y vio un hombre fuerte y alto que le sonreía. —¿Eres Marta? —ella asintió con la cabeza—. Me llamo Alejandro, soy un buen amigo de Ignacio. Eso la tranquilizó, Ignacio le había contado en uno de los vis a vis por qué estaba en la cárcel y le había hablado de ese hombre, lo hizo pasar y charlaron, instantes después recogían sus cosas y se iban en coche. Alejandro había conseguido un nuevo hogar para ella, cuando llegaron observó la casa, era más bonita de lo que esperaba, rodeada de un gran jardín, Alejandro le explicó que el vivía muy cerca e iría todos los días para comprobar si estaba bien o necesitaba algo, también le contó que estaba esperando la muerte de su padre para tomar el control y sacar a Ignacio de la cárcel. Los días pasaron rápido para ella, pero lentos para Ignacio, quería ver cómo crecía por semanas el vientre de su amada enfermera, saber que estaba bien, Alejandro lo mantenía al tanto de todo, pero no era suficiente. En un vis a vis Marta llevaba un papel, sonrió nerviosa, el extrañado le preguntó. —¿Qué es? —Marta volvió a sonreír. —Ayer fuimos a la primera ecografía. Le entregó el papel temblando, Ignacio lo miró sin entender nada de ecografías, pero estaba claro que ahí había dos bebés. —¿¡Son dos!? —no era una pregunta, igual Marta asintió con la cabeza, él la abrazo fuerte y acarició su vientre. —¡Vamos a ser papás de dos niños!—gritó emocionado. Lo había asimilado muy bien, pensó ella, emocionado les hablaba, lo único que podía hacer de momento era aprovechar cada minuto a su lado. Dos semanas después llegó la tan esperada noticia. —El viejo a muerto.—le informó Alejandro a Ignacio por teléfono—.Esta tarde después del funeral me pondré al mando de todo y moveré a los abogados para que te saquen de allí.— lo dijo seguro y con la confianza de que todo iría bien—.Ten paciencia, pronto saldrás.—al no recibir respuesta de Ignacio él siguió repitiéndolo por si no lo había entendido o no se lo creía. Eso era precisamente, no podía creer que iba a ser libre, llevaría meses, eso lo sabía, pero no pasaría casi toda su vida entre cuatro paredes, estaría con Marta y sus bebés, con sus padres, con Alejandro, lágrimas de alivio cayeron al suelo. Efectivamente los meses pasaban intentando demostrar su inocencia, los abogados contrataron a un detective para indagar más y Alejandro se alió con la policía para empezar a sacar las drogas de la calle, la mayoría de los negocios de su padre eran turbios, sucios… Lo primero que hizo fue una emboscada a los jefes de la trata de personas que había asignado su padre, el resto irían detrás. Ignacio en cada visita de Marta veía como su vientre crecía sin parar, los pequeños ya daban patadas que traspasaban la piel de su madre, ya sabían que eran un niño y una niña, y aunque habían cambiado de nombres varias veces no confirmaban ninguno. —Estoy deseando salir de aquí.—le dijo Ignacio sonriendo—. Espero que me esperéis para nacer pequeños.— habló a la barriga. Marta estaba segura que no iba a ser así, las contradicciones ya habían empezado, y ya la había avisado el ginecólogo que podían adelantarse, pero prefirió no romper su ilusión, acariciaba su cabeza mientras planificaban el futuro. Un par de semanas después los bebés peleaban por salir al mundo, Alejandro se apresuró a llevarla a un hospital donde no tardó mucho en dar a luz, Alejandro entró a la habitación cuando le avisaron que ya estaban allí, miró a los bebés con cariño, recordando que él podría haber estado allí con su esposa, pronto exmujer. —Son preciosos y sanos.—le dijo a Marta embobado con las criaturas. —Si, aunque han venido antes de tiempo están muy bien, en un par de días nos darán el alta. En ese momento la cara de la mujer se entristeció. —A mi tambien me gustaría que estuviera aquí.—le leyó el pensamiento, era un momento para que el papá no faltara—.¡Ya queda menos para que salga Marta, ya lo veras!—le sonrió seguro de ello. En cuanto tuvo la fuerza para levantarse y caminar fue a visitarlo con los bebés a la cárcel, Alejandro la acompañó para ayudarla, Ignacio al verlos se puso a llorar, ni siquiera sabía que ya habían nacido, por los horarios de llamada no le habían podido avisar, besó a Marta , —¿Estás bien?,¿Cómo a sido el parto?, ¿Te dolió?,¡Siento mucho no haber estado ahí!—estaba muy nervioso, ella lo abrazo acariciando su cabello y besándolo con dulzura. —Fue todo muy rápido, nos trataron muy bien a los tres y Alejandro me está ayudando mucho. Al escuchar eso miró a su amigo agradecido. —No es tu culpa, lo importante es que estamos aquí, juntos.—lo corrigió de lo que imaginó que su amigo pensaba, Alejandro lo conocía muy bien. Le entregaron una hoja de inscripción para el registro. —¡Y ahora tenemos que decidir los nombres papa!—sonrió Marta,. Al niño lo llamaron Josué, cómo el valiente compañero de celda de Ignacio y a la pequeña, Carla, como la abuela del papa. Iban una vez a la semana a visitarlo porque era el máximo que se permitía, los pequeños cambiaban muy rápido, pensaba siempre él, Marta le contó que cuando fueran un poco más grandes empezaría a trabajar como ama de llaves de Alejandro para ganar un sustento y no depender de él, Ignacio pensó que no había formar de agradecer y pagar todo lo que estaba habiendo a su amigo. Casi un año después llegó el día del juicio de la apelación, con nuevas pruebas, los nervios se sentían en el ambiente, ese día podía cambiar la vida de una familia. Marta llegó acompañada al juicio, de dos personas que el no conocía, tampoco podía preguntar hasta que terminara el juicio, despues de dos horas donde cámaras de seguridad, documentos y testigos demostraron su inocencia y la de su padre, el juez le devolvió su libertad, le quitaron las esposas y fue directo hacía Marta abrazándola emocionado. —¡Soy libre! —le decía una y otra vez. —¡Lo eres mi vida!—correspondía ella. Al separarse le presentó a las dos personas que habían entrado con ella. —Ellos son mis padres. Aunque al principio sintió rechazo por como la trataron en el pasado se dio cuenta de que querían a su hija, y si ella los había perdonado, él no era quien para no hacerlo, —Ne alegro mucho por tu libertad hijo—le dijo su futuro suegro, la mujer avergonzada no lo miraba. —Siento mucho nuestro comportamiento, cuando nos dijo que estaba embarazada de un preso no nos lo supimos tomar bien, me arrepiento mucho de nuestro actitud.— estaba llorando avergonzada. Ignacio comprensivo y poniéndose en su lugar le sonrió. —Los entiendo, no se preocupen, serán bienvenidos siempre que quieran.— respondió educadamente. Agradecidos le devolvieron la sonrisa. No cabía tanta felicidad en el corazón de Ignacio, sentados en una mesa fuera todos, los pequeños gatean mientras los adultos charlan, los cuatro abuelos orgullosos ,Marta, Ignacio y Alejandro, brindan por el futuro, este último se levanta y dirigiéndose a su amigo le informa. —Fue por culpa de mi padre que te encerraron trastocando tu vida, permíteme que costee los gastos para que acabes tu carrera y que te ofrezca un trabajo, como mi abogado y mano derecha.—todos se asombraron. Ignacio sabía que sería un muy buen abogado y que protegería con su vida a su amigo, así que aceptó. Esa noche en la cama con Marta charlaban sobre muchas cosas cuando la abrazó con nostalgia. —por fin en casa.—le dijo mientras besaba la frente y las mejillas de la mujer que reía a carcajadas. “Si… por fin en casa”, pensó Marta mirando al hombre que estaba a su lado. Pasaron los meses muy rápido, Ignacio terminó el último año de carrera y se convirtió en un gran abogado, apeló el juicio de Josué , devolviéndole la libertad, su mujer y su hija, a las que conoció ese mismo día no podían parar de reír y darle las gracias. Crearon una amistad en el lugar más tenebroso del mundo, y esta, duraría toda la vida. La vida iba muy rapido, después de mucho tiempo viendo a su amigo Alejandro odiando a las mujeres, también conoció a la que cambiaría ese echo, Ángela, la cual encajó muy rápido en su mundo, la familia crecía, aunque era una manera de hablar, ellos lo sentían así, tuvieron una hija la cual crecería con los mellizos, Josué, Carla y Esperanza eran su motivo para seguir luchando contra todo lo malo.
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