ISAAC Dean alzó la voz por encima del bullicio del bar. —Hay una rubia a las dos en punto mirándote. —Bebió un trago de su cerveza, con una sonrisa en el rostro. —¿Ah, sí? —revisé mi teléfono. Ningún mensaje. ¿Pero qué había esperado? Erin no era tonta. Había recibido el mensaje que le estaba transmitiendo, alto y claro. Y era lo mejor. Al fin ambos podríamos seguir adelante, sin el riesgo de perder nuestros trabajos. Además de… otras cosas. Como mi paz. Su seguridad emocional. Una relación solo terminaría con los dos heridos. —¿En serio? —Dean me frunció el ceño. Me encogí de hombros y miré por la ventana junto a nuestro reservado. La lluvia cubría los vidrios oscuros, a juego con mi ánimo. —Simplemente no estoy interesado. Vi cómo su mandíbula se desencajaba poco a poco. —¿Por

