GABRIEL —¿Tienes un minuto? —dijo James mientras irrumpía en mi oficina. —No parece que estés preguntando. Maldición. Había olvidado cerrar la puerta otra vez. Era como si no tuviera la cabeza bien puesta durante la última semana. —¿Cómo va con Tessa? —se erguía sobre mi escritorio. Escogí mis palabras con cuidado. —Un día menos… muchos más por delante. Es demasiado pronto para decir, en realidad. Frunció el ceño. —¿No te está dando problemas? —¿Por qué habría de darme problemas? ¿Otra vez con esto? Si no supiera mejor, pensaría que James tenía algo en contra de su hija. James tomó el pisapapeles de vidrio y lo giró entre las manos, inspeccionando las burbujas de aire en su interior. —Saca muchas de sus cualidades de su madre. —Curioso, yo habría pensado que es toda tuya. Jam

