Mason —¿Querías verme? —La voz de Grace era un ronroneo seductor que me volvía loco de deseo. —Sí, necesito copias de esto para la reunión de esta tarde —dije, entregándole un montón de papeles. Nuestras manos se tocaron, y sentí una descarga eléctrica recorrerme el cuerpo como una pasión chispeante que estallaba en llamas. Su piel era suave, su perfume embriagador. Debería haber establecido una regla que le prohibiera usarlo. Pero si hacía eso, tendría que prohibirle todo su guardarropa. Todo lo que se ponía, desde esas faldas que delineaban su figura hasta sus blusas de seda, me hacía querer tomarla en mis brazos y follarla toda la noche, como aquella vez en mi casa. Cada día desde entonces, llegaba al trabajo decidido a resistir la atracción de su cruda sensualidad. Entraba con la m

