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PERSEFONE. (El Nacimiento de una Diosa.)

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Blurb

Desde hace mucho tiempo ella es conocida cómo la dueña del club de B.D.S.M más exclusivo del país. Es una mujer influyente, fuerte, fría y calculadora con una personalidad ardiente e irresistible que rompía estereotipos, pero no siempre fue así...

Antes de ser tan poderosa, era simplemente Dara Harper, una joven tierna, creativa, soñadora sin remedio y una don nadie a quien nunca se le dió una oportunidad para demostrar su talento, pues su padre Archer Harper, sin consultárselo ya tenía comprado un futuro para ella.

Decidida a cambiar su destino para ser libre y convertirse en una mujer exitosa, Dara, intenta cambiar el rumbo de su vida, pero una serie de acontecimientos la llevan a asumir su lado malvado para convertirse en la estridente y vengativa Perséfone.

¿Quieres saber cómo comenzó todo? Ven a conocer su historia, si te atreves...

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PROLOGO
ADVERTENCIA: +21 La siguiente Historia contiene lenguaje explícito, escenas de sexo y contenido que puede herir la sensibilidad de algunas personas, léela bajo tu responsabilidad. **************** ¡Ay no es cierto! ¿De nuevo tendré que recordar ésto? Bien... Mi nombre es Dara Denisse Harper. Lo sé, es un nombre bastante común para una "Diosa" pero en mi defensa puedo decir que desde niña he expresado mi espontaneidad junto con mi rareza. Claro que no todos sabían apreciarlo, yo no era para el gusto de muchos. Nací en el núcleo de una familia adinerada y poderosa, mi padre era el gran Archer Harper, quien siguiendo los lineamientos de sus antepasados había construido un imperio en la industria automotriz, posicionando su empresa en la número uno, a nivel nacional e internacional. Todo comenzó cuándo a mí tatara-abuelo se le ocurrió diseñar el primer auto con adaptación de motores híbridos capaces de funcionar utilizando energías menos contaminantes y más renovables para el medio ambiente. Lo que ocasionó un éxito inminente dentro de la industria durante más de setenta años sin interrupciones, luego pasó la dirección de generación en generación hasta llegar a mi padre, fué entonces cuándo yo nací y esa línea de sucesión se cortó. Era una verdadera pena saber que todo ese poder y conocimiento nunca pasaría a mis manos por el simple hecho de haber nacido mujer. Sí. Has leído bien. En nuestra familia se tiene la absurda y misogína tradición de nombrar cómo heredero al primogénito varón, ya que a las mujeres no se nos considera aptas para liderar una compañía de tal magnitud, la cuál ha sido dirigida solo por hombres. Las chicas de mi familia eran tratadas cómo delicadas flores que servían simplemente para verse bien y para reproducirse. Desde muy pequeña me obligaron a vestirme, actuar y hasta caminar de una manera con la que simplemente no encajaba. Se me inculcó cómo norma principal que permanecer en silencio me haría ver en la sociedad como una mujer educada, algo que me ayudaría mucho para conseguir un buen marido en el futuro. Cómo era de esperarse, no quería ser una buena esposa, es más, ni siquiera la palabra matrimonio estába en mis planes, yo veía el mundo distinto a los demás, odiaba seguir las reglas y tenía la esperanza de que algún día podría cambiarlas y crear las mías. «Pero por ahora, me estoy adelantando» Entonces, he allí el origen del rechazo de mí padre hacía mí y el inicio de toda ésta insumisión. Mi madre lo sabía, no estába rebelándome contra ella, sino contra ese tipo de gente que me señalaba por actuar diferente y tal vez era eso lo que más le preocupaba. Pero..., ¡JODER! todos saben que las mujeres somos el sexo más fuerte. ¿Qué demonios les pasa a éstos hombres? [...] — ¡No puedo creer que te hayas metido de nuevo en una pelea con otra niña¡ ¿Que clase de comportamiento es ése Dara? Uno totalmente inapropiado si me lo preguntas. — Me reclamó mí madre. Tenía de nuevo esa expresión de enojo y desaprobación en su rostro. «ah, pero yo no iba a ceder.» — ¡Solo me estaba defendiendo mamá! Becka y sus amigas me lanzaron dentro de un contenedor de basura... Se burlan de mi todo el tiempo y también de otras niñas. — Cruce mis brazos para que entendiera que aquí la única víctima era yo. — Seguramente no estás siendo buena y amistosa. — Dijo imitando el mismo gesto que yo. — Será porque no se puede ser buena y amistosa con chicas cómo esas. — Contesté en forma de réplica, viendo cómo ella negaba. — Es que, simplemente ya no se que hacer contigo Dara. — Llevó sus manos a la cabeza con una expresión de cansancio. — Debes aprender a seguir el patrón hija, es así cómo se hacen las cosas. — ¡Es ridículo! No voy a ceder. — Le respondí sin poder creer lo que me estaba diciendo. — Si, lo harás. ¡Y también estás castigada! — Exclamó. Mi madre no entendía lo que significaba ser la niña «nueva» y «rara» de la clase. Desde el primer día en que pisé el colegio para chicas, Brianna y Becka se burlaron de mi ropa anticuada, luego rompieron mis gafas de pasta negra que no podía dejar de usar. Además mi chiste sarcástico sobre la demencia hereditaria de su madre y de cómo la abandonó en la puerta de un orfanato, a «varias» de sus amigas no les pareció gracioso y terminaron por atacarme. Está bien. seré honesta. A «muchas» de sus amigas no les agradó mi broma. No voy a negarlo, no era muy popular en ese tiempo pero estába segura de que pronto lo sería. Hacer amigas se me complicó más de lo que esperaba, pero un día entre tantas personas encontré a un amigo. «El primer niño que había visto de cerca, aparte de mis primos Vikram y Mason.» Nuestro encuentro ocurrió en un día simple cómo cualquiera, caminaba por el jardín trasero de mi casa cuándo de pronto ahí estaba él, indagando por los alrededores. Era un niño de piel clara con ojos y cabellos tan oscuro cómo la noche, debo reconocer que algo en su rostro angelical y lleno de pecas llamó mi atención, luego me fijé en su ropa, su camisa era tan blanca y perfecta que me parecía aburrida. — ¿Y tú quién eres? — Pregunté poniendo los brazos en forma de jarra, pero en realidad me debatía entre lanzarle el vaso de jugo que llevaba en una de mis manos sobre su camisa para darle algo de color. — Soy el hijo del chófer, vivo en aquella casa. — Señala las pequeñas residencias más allá de la piscina, dónde vivían los empleados de mi padre. — ¿Y que haces aquí? ¿Viniste a jugar? — Pregunté inocentemente y emocionada, porque era el primer chico que veía y además no rechazó hablar conmigo. — Eh.... — Balbuceó un poco. — No, no. Sólo vine buscando a mi papá. — Sus palabras me hicieron sentir triste, pero el rechazo era algo a lo que ya estaba acostumbrada. «sabía cómo proceder en estos casos.» — Pues, éste es mi territorio, así que... ¡Vete!. — Le grité y simulé estar enfadada, pero el niño desconocido no se movió. No me dejó opción más que vaciar todo el contenido de mi vaso sobre su camisa blanca para espantarlo. — ¡Hey! Niña estás loca. ¿Por qué has hecho eso? — Me recriminó confundido, mientras trataba de limpiar su ropa tras recibir mi ataque. — Porqué no me gustan los niños buenos. — Repliqué desafiante pero en realidad dije eso porque fue lo primero que se me ocurrió. — ¡No soy un niño bueno! — Declaró, pero en el fondo sabía que si lo era, por alguna razón sus ojos me lo decían y también llevaba puesta esa absurda pajarilla roja. — Si... ¿De verdad?. — Pregunté acercándome de manera insolente. — Entonces, demuestralo. — Frunció el entrecejo, hasta que por fin preguntó. — ¿Tu dime cómo lo demuestro? — Alcé una de mis cejas y sin saber lo que hacía me lance sobre él. — Así.... — No le di tiempo a que reaccionara, ambos caímos rodando en una pila de hojas amontonadas, manchando nuestra ropa con barro. — ¡Pelea de hojas! — Grité riendo, tratando de romper el papel de niña buena que siempre me habían adjudicado. Quería hacer todo lo que se me había prohibido como; ensuciarme, gritar y olvidar los tontos modales. El enorme chico comenzó a reír al igual que yo y terminamos jugando durante más de una hora persiguiendonos por el jardín y escalando los árboles para mirar la puesta de sol. — ¿Cuál es tu nombre? — Me animé a preguntarle, mirando cómo su rostro pecoso cambiaba de color. — Soy... Marcus Johnson y ¿tú? — Extendió su mano para formalizar su presentación y en cuanto la tomé para hacer lo mismo, escuché mi nombre en la distancia. — ¡Dara! ¿Dónde te has metido mi florecilla? ¡Dara Harper! — Bramó mi padre con una estridente voz, haciendo que mi mano baje poniéndole fin a toda la diversión. — ¿Te veré de nuevo? — Preguntó el niño ayudándome a bajar del árbol. — Por supuesto que si. — Respondí dejándolo atrás sin decir nada más. Cuándo estuve a varios metros de distancia miré por encima de mi hombro, él aún estába de pie bajo aquel árbol con su ropa mugre y desalineada, sólo se dedicaba a verme, así que no pude ocultar más la risa. «Terminé regalandole un último asentimiento.» — ¡Pero mira cómo estás de sucia! Eso no es muy digno de una señorita. — Agarró uno de mis brazos haciendo presión. — ¡Papá! ¡Me lastimas! ¿Que piensas hacer? — Traté de resistirme pero fue en vano, así que terminé por ceder y le permití guiarme hasta el interior de la casa. — Creo que es bastante claro lo que pienso hacer. ¡Ya no irás más a ese colegio.! — Mi rostro cambió de la tristeza a la alegría, pero no fue por mucho. — Vas a cambiarme de... — Irás a un internado para señoritas en el exterior. — Me interrumpió. — ¿Que? No puedes hacerme ésto, no es mi culpa que esas niñas no tengan creatividad ni sentido de humor. — Me quejé, tratando de retener las lágrimas. — Si puedo y lo haré, Dara, no estoy dispuesto a tolerar tu mal comportamiento ni un minuto mas. Ahora ve a darte un baño y ya no me avergüences... — Me dejó al pie de la escalera y se marchó. Una vez que estuve en mi habitación me acerqué a la ventana para ver a través del cristal, tenía la esperanza de que el chico aún seguía ahí pero ya se había marchado. — Marcus Johnson. — Susurré recordando sus ojos negros. — Ese nombre es... «Fabuloso.»

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