Capítulo 3- Insatisfecha

2307 Words
| ALEX | Mi casa estaba a una cuadra de distancia, un tercer piso sin ascensor que estaba en lo alto de una farmacia. No es mucho, pero tiene dos dormitorios, una cocina recientemente remodelada y solo una pared compartida. Después de mi último lugar, era prácticamente el cielo. Había tenido los vecinos del infierno a ambos lados. De hecho, era como si se hubieran apuntado a un concurso para ver quien podría ser el más molesto, irrespetuoso y francamente grosero. Las fiestas nocturnas habían sido solo el comienzo. Las cosas habían progresado hasta cultivar sus propias “plantas” en macetas y casi incendiar todo el edificio con su lámparas de calor. Luego peleando por dicha propiedad de las plantas en medio de la noche. Luego tirando las plantas por la ventana cuando no estaban de acuerdo. Cayendo en mi coche. Y ese había sido el vecino de mi izquierda. Los de mi derecha estaban en la mafia. O el contrabando de algo ilegal. O escondiendo un eclosionado tipo muerto en el congelador. Así que mudarme había sido una prioridad. Resultó que la mudanza era extremadamente conveniente esta noche. Especialmente considerando el caliente hombre duro presionando tan cerca de mi que apenas podía caminar. Su brazo serpenteaba alrededor de mi caja torácica, rozando la parte inferior de mis senos, provocándome con cada respiración que tomaba. —Solo por estas escaleras— dije, levantando mi barbilla en dirección a mi apartamento. Subimos la escalera privada y nos detuvimos frente a mi puerta. Ingreso el código sobre el mango y le dije a su mirada inquisitiva. —Nunca puedo encontrar mis llaves— giro la perilla. —Esto es más fácil— —Me gusta lo fácil— Como lo que estaba apunto de suceder. Y con ese hermoso pensamiento, comencé a tener dudas. Owen se giro para cerrar la puerta, bloqueando el cerrojo con un ominoso clic. Este era el momento en que descubriríamos que no encajamos en la cama o el realmente había estado detrás de Victoria y solo se había conformado con una cogida nocturna de su amiga regordeta como consuelo. Esté fue el momento en que él… —¿Tal vez deberíamos de tomar una copa de vino?— ¿Pregunta si quiero vino? Arrugo mi nariz y le digo —No tolero el vino — —¿Enserio? ¿Qué tal char..— levanto la mano para detener la perorata de que tal este vino, que es el vino más espectacular del planeta, y blah, blah, blah. La gente siempre quería decirme que no había encontrado la variedad adecuada. Que no había ampliado mis horizontes lo suficiente. —Los he probado todos— Mi otra palma se elevo cuando su boca se abrió de nuevo. —Todos ellos— Un lado de su boca se inclino hacia arriba —¿Todos?— Asentí. —Tan malo como suena. Se que estamos básicamente en la central del vino, pero simplemente no me gusta— —Tienes permitido que no te guste el vino— Resoplo. —No según algunas personas en esta área. Uno pensaría que es un delito federal— Owen se acerca, desliza una mano alrededor de mi cintura y apoya la otra en mi nuca. —Prácticamente lo es— —Oh Dios— y deje caer la cabeza hacia atrás. — Oh no, tú también eres uno de ellos— Sus labios en mi cuello, palabras suaves y calientes en mi piel. —¿Uno de quién ?— —Uno de esos borrachos locos que se vuelve poético con toques de sándalo y notas de rosa— Jadeoq cuando su lengua trazo mi garganta y se detiene detrás de mi oreja donde se detuvo e inhalo profundamente. —Hablando de notas de rosa. El aroma de tu cabello me esta volviendo loco. ¿Qué le pones?— —¿En- mi- cabello?— pregunto, luchando por mantener la conversación cuando la lengua del hombre recorre ese punto justo debajo de mi oreja. Apenas contuve un gemido, lo cual fue bastante vergonzoso cuando el parecía totalmente indiferente. —Na-nada. Solo champú y acondicionador— —Mmmm— desliza sus dedos por mi cabello, hasta la liga que sujetaba los mechones rebeldes en su lugar. —Y si me gusta el vino, pero no como me gustas tu en este momento— suavemente saca el elástico y lo arroja al suelo. Apenas tuve un segundo para preocuparme de que se perdiera en el agujero n***o de todos los lazos para el cabello parecían perderse. Antes de que sus manos encontraran mi cuero cabelludo y comenzaran a masajear. Si no se hubiera sentido tan bien y ser tan perfectamente erótico, mis terminaciones nerviosas tan de punta, mi piel caliente, su forma dura presionando tan fuerte contra mi columna, su erección dura como granito contra mi trasero, podría haber estado un poco loca. El tipo no me estaba quitando la ropa. En cambio, estaba jugando con mi cabello. Pero se sentía tan bien. Me relajé contra él, empujando sus manos para soltarlas. Lo cual estaba bien porque esas manos se habían movido de mi cabello a mi cuerpo. Y eso fue muy muy agradable también. —Ahí estas—murmuro. —En el futuro solo dime que quieres parar— el inclino mi barbilla, nuestras caras no coincidían. Mientras lo miraba, levanto la vista y se inclino sobre mi para mirarme a los ojos. Incluso boca abajo, era hermoso. — Tu dices que pare y yo paro ¿Está bien?— Asiento con mi cabeza. Mis ojos se cerraron y mi cabeza descanso contra su pecho mientras sus palmas se deslizaban debajo de mi camisa. Se me puso la piel de gallina y me di cuenta de lo que había hecho. Me calmo. El sintió que estaba nerviosa y se tomó el tiempo para calmar la ansiedad en lugar de empujar. Mis labios se curvaron. —¿Bien?— preguntó —Bien— digo, girándomelos en sus brazos. Sus ojos azules se clavaron en los míos. —Eres tan hermoso— canturreé, extendiendo mi mano para acariciar sus mejillas. La barba incipiente me erizo las palmas de las manos mientras tomo su rostro y acerco sus labios a los míos. El gimió, con las manos en mis caderas, tirando de mi, y mi confianza se elevo. Me sentí como la mujer en el bar otra vez. La que había estado lo suficientemente segura como para proponerme a un dios. Toque con mi lengua su labio inferior y el abrió su boca, transformando lo que pensaba que ya era un beso caliente en un infierno y convirtiendo mi control de la situación en un destello en el sartén. Owen se hizo cargo, manos. y boca trabajaron todo mi cuerpo como un instrumento. Las yemas de los dedos encallecidos se deslizaron por mis costillas, se estiraron para desabrocharme el sostén y me lo quito junto con la camisa por la cabeza —Yo…— El hizo una pausa, sus ojos fundidos, su respiración acelerada. —¿Algún problema?— —Solo que todavía estas usando tu camisa— los botones saltaron, el algodón se rasgo y luego solo quedo piel. Bronceado, piel caliente y músculos duros, ese mítico six pack. Aparentemente había visto un Dios , porque aquí había uno de carne y hueso. —Hago ejercicio— dice, mientras inclina su cabeza y toma uno de mis pezones con su boca y gimo. —Mucho ejercicio— —Mmm hmm— dije sin importarme las palabras, solo queriendo que estuviera cerca, para mantener su boca sobre mí. —¿Eres un entrenador personal?— —Algo como eso— hizo una pausa y una emoción cruzo su rostro, una que desapareció rápidamente cuando cambio de pecho. Sus dientes me hicieron saltar, el escozor aliviado por su lengua, cuando una mano se acerco para burlarse de mi otro pezón. Mis rodillas se doblaron. —Te tengo— dijo, levantándome en sus brazos y dejándome caer sobre el sofá. El cuero estaba frio contra mi piel desnuda, pero el estaba sin camisa contra mí. Tenía mucho para mantenerme caliente. Mis manos subieron a sus hombros y luego a los finos cabellos en al base de su craneo. Amaba ese lugar, amaba como lo acercaba, amaba como lo hacia besarme cada vez más duro. Su lengua recorrió mi labio inferior y se deslizo adentro enredándola con la mía, sus palmas agarraron mi cintura con fuerza. Yo estaba en llamas, retorciéndome para estar más cerca. —Fácil— canturreó. —Te tengo— Solté su cabello y deslice mis manos entre nosotros, tirando del botón de sus pantalones, tirando de la cremallera hacia abajo, rozando el enorme proceso de erección y…. Hola señor martillo. La cabeza de Owen golpeo mi pecho y gimo. —Dios, Alex, disminuye la velocidad— sacó mis manos de sus pantalones, pero mi trabajo estaba hecho. Los pantalones estaban fuera de mi camino. —Ha pasado un buen tiempo desde que hice esto y quiero...— —Shh— dije. —Quiero tocar— Mis dedos se deslizaron dentro de sus calzoncillos y el siseo. —¿Demasiado duro?— pregunte, mi boca encontró uno de sus pezones y le devolví el favor anterior. —No— el gimo de nuevo. —Es demasiado bueno. Necesitas de...— —No hay tal cosa— le digo, acariciando con una mano, mientras empujaba mis pantalones hacia abajo con la otra. Tenía múltiple talentos. Sus dedos se deslizaron entre mis muslos y fue mi turno de jadear. Ese toque fue un rayo líquido, lo necesitaba. —Alex— susurró y deslizo un dedo dentro. —Joder estas mojada— —Te quiero dentro— le digo. —Ahora— —Necesito un...— se interrumpió cuando libere mis caderas de su mano y rocé la punta de su erección contra mi centro. —Condón - jadeó. Nunca antes había tenido sexo sin uno, pero estaba a salvo. De un embarazo, por lo menos. — He tenido un DIU durante años— dije, frotando más cerca de su calor, presionando la punta y gimiendo por su tamaño. Apenas una pulgada adentro y me estaba estirando a su máxima capacidad. —Estoy limpia— agregue, moviéndome para tomarlo un poco más profundo. —Yo también, pero Alex, ha pasado un tiempo y yo no he...— No me importo el resto de sus palabras, si no que me tambalee hacia adelante para que estuviera completamente dentro. —Oh, mierda— gimió —Oh, mierda— gemí. Se sentía tan, pero tan bien. Especialmente cuando su correa pareció romperse y me levanto, manteniendo profundo mientras pasa una mano sobre mi mesa de café para despejarla. Los controles remotos se fueron por un lado, mis posavasos por el otro. Un libro de bolsillo aterrizo con un golpe contra el suelo. Se arrodillo, me costo en la superficie de madera y se dejo caer en sus rodillas en un extremo. Mis piernas se envolvieron alrededor de sus caderas mientras me empujaba. El placer se apresuro a través de mi, aumentando rápidamente. El sudor estallo en mi frente, mis músculos se bloquearon, y fue justo...allí. —Mierda— dijo. —Mierda. Lo siento— Su gemido interrumpió sus palabras, y yo apenas las registré. Lo que si registré fue que los impulsos se desaceleraron cuando los necesitaba para ir más rápido. Me retorcí más cerca, necesitando más. —Lo siento— dijo. —Ha sido un largo tiempo. —Yo— Mis ojos se abrieron cuando salió. ¿Acababa de...? El latido entre mis piernas era intenso. Mi piel estaba tensa, enrojecida. Mi cerebro estaba nublado tratando de entender. —Esto nunca sucede— dijo. —Solo dame un segundo— —¿Te acabas de venir?— solté, la neblina de deseo retrocediendo mientras la incredulidad se apoderaba de mi. —¿Sin mí?— A la mierda si el martillo de Thor realmente no estaba roto. Owen frunció el ceño. —Ha pasado mucho tiempo. Yo me haré cargo de ti— se subió los pantalones a la altura de las caderas y se acerco a mi. —¿Hacia donde esta tu dormitorio?— —por la..— su teléfono sonó. Me quede helada. El no iba a recogerlo. No, definitivamente no la hará. No cuando yo era un montón retorcido de necesidad tendido sobre una mesa de café realmente incómoda. Desnuda mientras el estaba medio vestido. Libre de orgasmos cuando el yo no lo estaba. Así que no contestaría el maldito teléfono. El no lo haría. Lo que el haría es... Sus manos alcanzaron la parte de atrás de sus pantalones y agarró el teléfono, deslizando un dedo por la pantalla. —¿Qué?— ladre, mirándole. Sentí el calor de su mirada en mis pechos, mis labios, mi coño. Tal vez esta noche no sería una implosión total después de todo. Entonces vi su cuerpo cambiar. Quién quiera que estuviera al otro lado de la línea dijo algo que lo hizo ponerse rígido y ponerse de pie. Luego alcanzó su camisa y la abotona... O más bien intenta abotonarla ya que la mitad de sus botones estaba esparcidos por mi alfombra. —¿Qué demonios?— susurré , más para mi que para Owen. Porque Owen, ya no estaba en la habitación. Sus ojos se deslizaron de mi tan fácilmente como alguien ignora un vagabundo en la calle. Un segundo para analizar, el siguiente para descartar. Me apoyé, haciendo una mueca cuando la madera mordió mi cadera. Observe a Owen mientras caminaba hacia la puerta, soltando órdenes concisas, sin dar una sola mirada hacia la mujer que había dejado insatisfecha y desnuda sobre una mesa. Sin otra mirada en mi. La puerta se cerró de golpe.
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