| OWEN |
Observo el culo de Alexandra mientras se aleja de mi. Dios, es un buen culo. Dos puñados perfectamente regordetes con los que había pasado las últimas ocho semanas soñando. Fianalmente había terminado con la compra. Finalmente estaba listo para pasar el futuro previsible en un tramo privado de playa en el Caribe. Un tramo que ahora poesía .
Mi avión privado está lleno de combustible, el piloto en espera. Entonces ¿por qué no estoy ya en el aire? Porque tengo negocios inconclusos con la curvilínea de pelo castaño que se alejaba cada vez más de mi alcance. La seguí a través de la barra hasta la modelo rubia que tiene por amiga, Valeria o Valentina o algún nombre que comienza con la V. Las cabezas se juntaron y me lanzaron miradas gemelas.
Eso podría haberme hecho sonreír, si no estuviera tan desesperado por mejorar la impresión que Alexandra tiene de mi. No solo en la cama, si no en general. No es mi estilo follarlas y dejarlas. Se puede decir que soy más un monógamo en serie. Y como hacía mucho tiempo que no encontraba una mujer que tolerara mis largas jornadas de trabajo, frecuentemente citas canceladas, sin mencionar las llamadas telefónicas de pánico de mi personal a todas horas del día, había pasado mucho tiempo desde que había tenido un orgasmo por cortesía de un m*****o del sexo opuesto. Aparte de Manuela por supuesto. Resoplando internamente por mi propia broma horrible, esbozo una sonrisa confiada y me acerco a las chicas.
—Señoritas, ¿puedo invitarles otra ronda? ¿Tal vez algo de comida?— la mención de la comida hizo que el rostro de Alexandra se pusiera pálido y apretara los dientes. Por su puesto que ella no quería comida. Acababa de dejar el desayuno en el baño.
—Deja de mencionar la comida— gruñe Alexandra, llevándose una mano al estómago y otra a la boca.
¿Alex?— Su amiga "V" le pregunta. ¿Estás bien?—
—Estoy bien— dice ella. —Simplemente no me siento bien—
—Bueno nuestra cuenta esta pagada, así que nos podemos ir— Me quedo parado como una lámpara de pie inservible dejada en un rincón, mientras observo hablar a las chicas. No tengo la costumbre de ser ignorado y aunque no es algo que disfrute admitir, no me gusta ni un poco. Yo soy importante. Corrección, solía ser importante. Ahora no soy más que un inventor sin trabajo. Uno con un par de miles de millones en el banco, pero aún así, estoy en el proceso.
—Me voy a ir a casa— dice Alexandra. —me iré a la cama temprano y espero que esto pase rápido—
—Esta bien cariño. ¿Quieres que camine contigo?— Alexandra abrió la boca, pero el sonido del timbre de un teléfono celular detuvo cualquier palabra que pudiera haber surgido. Tomé mi celular y luego recordé que ya no tenía uno. Un rayo de alivio atravesó en mí, no una punzada por el trabajo, y ciertamente no un deseo de volver a algún lugar dónde me necesitaran. La empresa estaba en buenas manos. Estoy volviendo a mis raíces. Mi billetera es un poco más gruesa.
—Esta bien Victoria ve,— susurra Alex, señalando la entrada del bar mientras su amiga atendía la llamada. —Estoy bien—
—Hablamos luego— articulo Victoria antes de irse.
—Esta bien— murmura Alex y colocó su bolso sobre su hombro. Se volvió hacia la puerta sin mirarme. Que estaba bien. Porque yo se donde vive. Deje que Alexandra se fuera, dándole una ventaja de treinta segundos antes de comenzar seguirla. Ella estaba apenas a una cuadra de distancia y yo usé mis largas piernas a mi favor, alcanzándola en muy poco tiempo.
Acortando mi paso para que coincidiera con el de ella, no dije nada mientras caminaba a su lado. Se quedo sin aliento cuando me miró, pero la letanía verbal que yo esperaba que me recibiera no llego. Los ojos color azul se quedaron adelante ignorandome. Había progresado al tratamiento silencioso. Yo podría trabajar con eso. Manteniendo el ritmo, me quedé a su lado mientras caminaba hacia su departamento. La paciencia era mi punto fuerte, y había pasado cada momento libre de los últimos dos meses imaginando todas las formas en que iba hacer para compensar esa noche con ella.
No fue hasta horas después de la llamada que me di cuenta exactamente de lo que había hecho. Cuando Alex dijo que la había usado como un juguete s****l, tenía razón. Había actuado como un adolescente prematuro y luego ni siquiera me había molestado en explicarle o compensarla. Si, esa llamada telefónica había puesto mi negocio en peligro de caer por las grietas y casi destruyó cada cosa en la que había estado trabajando durante años.
Pero era yo, no era un usuario. Ese era el trabajo de mi padre. Así que ahora que el trato estaba atado en un paquete pequeño, ordenado y los cheques se habían liquidado, iba a explicarle y, si ella me dejaba compensarla.
—No debería haberme ido sin un adiós— Los pies de Alexandra tartamudearon, perdiendo un paso antes de que su barbilla se levantara y sus labios se apretaran en una linea firme. Rojo rubí y regordeta, esa boca enviaba calor atravesando en mi. Quiero besarla. Quiero hablar con ella. En cambio, estoy aquí junto a ella.
—Estaba en el proceso de vender mi negocio y la llamada recibida...bueno, puso en peligro todo por lo que había estado trabajando— Dejé de hablar y esperé a que ella dijera algo. Ella no lo hizo. Doy un suspiro. Es posible que necesite algo más que paciencia para otro intento con ella.
—Yo—
—¿Te podrías callar?— ella chasquea. Hice una pausa, balanceándomela sobre mis talones mientras ella avanzaba y, por primera vez, me pregunte si habia estado soñando con la mujer equivocada todas las semanas. Si, es hermosa, pero tal vez no era lo que yo recordaba. Ardiente pero templada por la vulnerabilidad. Amabilidad para su amiga. Autocritica y divertida. Tal vez ella solo era mala. Y había pasado demasiado tiempo con la media para tomarla.
Comencé a dudar, mis pies señalaban de vuelta hacia el bar y el estacionamiento donde estaba mi coche. Tal vez en tratar de compensarla, conduciría hasta el aeropuerto y llegaría a mi tramo privado frente al mar. Entonces Alex comenzó a correr.
—Que demo...— Estabamos a menos de una cuadra de su departamento y ella estaba corriendo como si miles de criaturas del infierno la persiguieran. Sabía que no había sido tan malo en la cama. Bueno, esta bien, sobre la mesa. Pero fue su postura lo que finalmente me saco de mi estupor. Estaba doblada por la cintura, con la mano sobre el estómago, la cabeza inclinada hacia abajo, y apenas miraba por dónde iba.
Afortunadamente, las aceras no estaban abarrotadas, pero ella no estaba mirando. Podría derribar a una viejecita, estrellarse contra un cartel de la calle. Demonios, podría perder el borde de la acera y ser atropellada por un auto. Cuál fue el pensamiento que finalmente me impulso hacia adelante. Corro hacia ella, agarrando del brazo y apartando de un bote de basura.
—Cuidado casi golpeas—
—Necesito esto— gimió, soltándoselos y volviendo al receptáculo. Y por segunda vez en menos de una hora, observé a Alex devolver su estómago. Es gracioso como la vista normalmente me hacia correr, pero con Alex, me quede a su lado. Aunque, todavía no tenía idea de que debería estar haciendo. ¿Retener su cabello? ¿Frotar sus hombros? A ella no parecía gustarle cuando la tocaba, así que opté por buscar un pañuelo en mis bolsillos y cambiar de pie.
Esta ronda no duro tanto como la primera. Agradecidamente para ella. Porque definitivamente no me sentía aliviado por no tener que encontrar algo más para mantenerme ocupado mientras ella se sentía horrible.
—Lo siento— dice. Apoyó la cabeza contra el borde metálico del cubo de basura. —Yo también— Permanecimos así durante unos momentos, incómodos e inmóviles. Quería preguntarle si podía ayudar, pero sentí que ella estaba tratando de averiguar si había terminado. Finalmente, levantó la cabeza e hizo una mueca.
—Necesito llegar a casa—
—Te ayudaré— Los ojos color azul se entrecerraron.
—Solo ayuda. Lo prometo— agregue cuando su mirada no se relajó.
—Esta bien— ella arrugo la nariz. —Quiero decir gracias. Si, todavía estoy enojada contigo, pero no soy una b***h total y no me dejaste vomitando al costado del camino, así que...—
—¿Eso cuenta como algo?— le sonrío. Ella resopla.
—Algo pequeño—
—Es proceso— Tomo su bolso de donde se había deslizado hasta su codo.
—Déjame llevar esto por ti—
—Gracias— murmura, luego entrecierra los ojos hacia su edificio y los tres tramos de escaleras hasta su apartamento.
—¿Por qué me gustaron tanto estas subidas?
—¿Ejercicio?— bromeo mientras ella se dirige al edificio.
—Creo, que el ejercicio esta sobrevalorado. Daría cualquier cosa por un ascensor ahora mismo— Le toco el brazo y le digo.
—Puedo llevarte—
—Estoy bien— como no se veía exactamente bien, me mantuve cerca. Su piel era cerosa y pálida. Incluso sus labios, no se veía tan rosados como se veían antes. Deslizo un brazo alrededor de su cintura, haciéndola callar cuando ella comenzó a liberarse.
—Déjame ayudarte—digo.
—Todavía te quedan dos tramos— ella gime.
—Pensé que ya casi había llegado—
—¡Al demonio! — dije y le paso una mano por debajo de las rodillas, atrayéndola hacia mis brazos. Fue bueno que eligiera este momento para ignorar sus deseos, porque en el segundo que estuvo contra mi pecho, los ojos de Alexandra se pusieron en blanco y todo su cuerpo se quedo sin fuerzas. La acune cerca, paso medio segundo disfrutando el peso de ella contra el mío antes de que me diera cuenta de que tenía a una mujer inconsciente en mis brazos.
Subí los dos últimos tramos de escaleras rápidamente y con cuidado coloco a Alex contra la puerta mientras busco en su bolso las llaves de su apartamento. Ella había puesto un código en el teclado esa noche, pero yo no lo había visto, y después de unos minutos de buscar en el agujero n***o que era su bolso, arrojé todo el contenido en el suelo junto a ella. Nada. No llaves.
Había alrededor de un millón de otros artículos, chatarra, en las profundidades femeninas. Pero sin llaves. Mierda. Metí una mano en mi bolsillo y recordé de repente que no tenía teléfono. Lo cual había sido una desicion táctica en ese momento. Ser inalcanzable. Ser libre. Me di cuenta de que había sido una idea realmente estúpida. Me había imaginado que siempre podría usar el teléfono de otra persona si fuera necesario. Peor la única otra persona alrededor en este momento estaba inconsciente, por los que ese plan estaba en el escusado. Excepto que ella tenía un teléfono.
Lo había visto en el desorden del suelo. Empujando tampones y recibos a un lado, desenterré el teléfono inteligente y presiono el botón de inicio. Bolqueado. Maldigo. Por supuesto que estaba bloqueado, y conocía la contraseña del telefono de Alex tan fácilmente como conocida el código de su departamento. Alex gimió y le tomé la mejilla. Tal vez ella estaba volviendo en si y podría desbloquear el teléfono por si misma. Entonces podría llamar a alguien. Pero después de un largo momento en el que espere signos de conciencia, ella no se despertó. Reconocí que estaba realmente jodido.
Dejé caer las manos de su cara y presioné mis dedos en el punto de pulso en su muñeca. Estable. Así que pronto despertará ¿Verdad?. Pero ya había pasado más tiempo del que me sentía cómodo. Sus manos eran como hielo, estaba tan pálida. Maldición. Tenía que hacer algo. Cuando de repente se me viene algo a la mente, me doy cuenta de que soy un idiota. Tomé su mano, presione su pulgar derecho en el botón de inicio. Funciono. La pantalla se desbloqueó y rápidamente marco el 911.
—Necesito una ambulancia—