6. Mi condena

1925 Words
Capitulo 6 — Mi condena Maximilian Ella... La única maldita razón por la que sigo viniendo a este lugar. Había llamado a esa mujer solo para demostrarme que podía ignorarla. Para convencerme de que no me afectaba, que no era más que un capricho. Pero bastó un segundo para entender que me estaba mintiendo. Apenas ella apareció bajo las luces, todo lo demás dejó de existir. Su cuerpo parecía flotar con la música. No bailaba… me desafiaba. Sus movimientos no eran para complacer a nadie más, eran para provocarme. Y lo logró. Sentí la rabia subirme por la garganta, una que no sentía desde hace años. La copa tembló en mi mano. Esa sonrisa suya —tan sutil, tan maldita— me atravesó por dentro. ¿Sabía lo que estaba haciendo? La mujer que estaba a mi lado intentó hablarme, tocarme, reírse. No escuché ni una palabra. Mi mirada estaba fija en la mujer en el escenario, en la forma en que se movía, en la manera en que sus manos recorrían su cuerpo, recordándome cada rincón que había tocado. Y cuando sus ojos se cruzaron con los míos, lo supe. Lo estaba haciendo a propósito. Me estaba desafiando. Quise apartar la vista. No pude. Quise fingir indiferencia. Fue imposible. La rabia se mezcló con algo peor, deseo. Un deseo sucio, salvaje, que no debería sentir. Un deseo que me recordaba lo débil que podía ser, lo humano que aún quedaba en mí. Ella terminó el baile, y antes de desaparecer entre bastidores, me miró una última vez. Una mirada que quemaba. Una que decía “no te pertenezco”. Y esa frase muda me atravesó más que cualquier palabra. Me levanté sin pensarlo. La mujer junto a mí dijo algo, pero ni siquiera la escuché. No podía ir directamente con ella porque no se me permitía ningún acceso a su camerino o lo que sea donde ella estuviera, así que pedí que la enviaran a la misma habitación privada de siempre, yo la esperaría ahí. La espero de pie, ansioso porque ella entre por esa puerta, siento rabia por la forma en que bailo y que todos la vieron, ella es mía y lo dejaré claro. Ella no puede jugar conmigo, pero parece que lo está haciendo. Maldición quiero sacarla de mi cabeza y lo único que consigo es clavarla más dentro de mí mente. La deseó tanto. Cuando entro no pude evitar acercarme. La manera en que me respondía me volvía loco de diferentes maneras, lo único que quería hacer es callarla a besos y recordarle quien es el dueño de sus noches. “No te enamores de un monstruo, pequeña…” Las palabras me salen sin pensarlas. No son una advertencia para ella. Son una súplica para mí. No debería tocarla. No debería desearla. Pero la deseo igual. Con una intensidad que me da miedo. La beso, y durante unos segundos, el mundo deja de ser un lugar tan insoportable. Ella tiene sabor a escape, a algo vivo, a lo único que me recuerda que sigo sintiendo. Pero es peligroso, porque siento demasiado cuando la tengo cerca. Mis manos recorren su cuerpo deseando sentir cada parte de su piel, me vuelve loco y eso es lo que me asusta, aún así soy incapaz de alejarme de ella. Estoy perdiendo el control y eso no me gusta, pero me gusta perderme en su piel. —Muéstrame como bailaste afuera —jadeo contra su boca— baila así solo para mí. —¿No tenías ya un nuevo entretenimiento? —inquiere. —Eres mía, solo mía y esto es solo sexo lo sabes —respondí con firmeza. Ella sonrió y acaricio mi pecho haciéndome temblar por dentro. —Lo sé, se que pagas solo por esto —dice suave— pero tampoco estaré contigo si se lo metes a cualquiera que te pase enfrente. Ladeo una sonrisa, me alejo un poco de ella. —Baila, te puedo asegurar que yo también he tenido exclusividad, baila para mi —le ordenó. Ella me observa, busca en mi cualquier cosa que le diga que le miento, pero no lo hago, durante este tiempo he estado solo con ella u es que solo ella puede complacer mi deseo y saber que ella ha sido solo mía me hace desearla aun más a cada segundo. Me siento en el sofá de cuero cuando veo que ella empieza a moverse, provocadome justo como lo hizo sobre aquel escenario, mueve sus caderas como una diosa, pasa sus manos por todo su cuerpo, se deslizan con sensualidad volviéndome loco, mi polla palpita dentro de mi pantalón pidiendo ser liberada. Ella se acerca a mi sin dejar de moverse, se inclina dejando su rostro a tan solo centímetros del mío. —¿Así es como te gusta que te baile? —su aliento golpea mis labios, sus ojos se clavan en los míos. Ella puede ser capaz de que mis rodillas se doblen para cumplir lo que ella desee, pero no lo haré, no de esa manera, lo único para lo que me puedo arrodillar es para saborear su dulce néctar, los jugos de su coño. —Sí y me gusta que lo hagas solo para mí —susurro. Se monta sobre mi sonriendo, dejando sus piernas a cada lado de mi cuepro y rozando su intimidad en mi ereccion. Lanzo un gruñido bajo. Me gusta que ella sea así, se ha vuelto muy atrevida, se ha entregado al deseo que ambos sentimos, nada es como la primera vez, es aun mejor, puedo ser un animal si quiero y se que ella lo disfruta tanto como yo. Su cuerpo se mueve sobre el mío con una confianza que me enloquece, como si conociera de memoria cada una de mis reacciones. La forma en que se acerca, el roce de su piel, el calor que irradia… todo en ella me vuelve loco. Sus dedos se aferran a mi camisa, arrugándola entre sus manos, y sus caderas se mueven al ritmo de una respiración compartida. Cada movimiento me deja sin aliento. Mis manos se deslizan por su cintura, delineando su figura, sintiendo cómo tiembla bajo mis dedos. No puedo más. Su cuerpo contra el mío es una provocación constante. La tomo con fuerza, y sus piernas se enredan en mi cintura sin resistencia. El mundo se reduce a nosotros dos. La llevo hasta la cama, sin apartar mi mirada de ella, y me siento con ella aún sobre mí, respirando el mismo aire, temblando por la misma necesidad. Observo su pecho subir y bajar rápidamente por su respiración agitada, deseo arrancarle ese maldito antifaz, pero siento que si lo hago no solo perderé el conteo, sino que me perderé yo también. No se que me pasa en verdad con ella y no me quiero detener a descubrirlo. Ella sonríe y baja sus manos hasta mi cinturón para liberar mi ereccion, se levanta un poco y la dejo hacerlo, busco un preservativo en mi bolsillo y suelto un gruñido cuando sus manos suaves envuelven mi polla. Alejo sus manos para poder colocarme el preservatido, cuando lo hago ella vuelve a montarse sobre mi, mis manos recorren sus muslos y busco ese lugar húmedo y necesitado de mi, rompo sus bragas y ella jadea. Sonríe y comienza a moverse sobre mi, intento acomodarme para entrar en ella, pero ella lo hace por mi, acomoda mi m*****o en su entrada y se deja caer sobre el, ambos soltamos un gemido cuando nos sentimos completos, mi polla por completo dentro de ella, sus caderas comienzan un baile que me hace enloquecer. Joder ella es mi perdición, sus movimientos son perfectos, sus pechos rebotan y busco liberarlos, los tomo con mi mano y los acaricio, ella gime sobre mi, sujetándome sobre mis hombros para brincar sobre mi polla. Mis labios devoran su cuello y bajo hasta sus oechos perfectamente redondeados, sus pezones erguidos, los muerdo, los succionó. Ella es simplemente una diosa qué me esta llevando a la perdición y no puedo permitirme eso, pero dejo de pensar en todo eso cuando la veo disfrutando entre mis brazos. Cuando sus uñas se clavan sobre mis hombros, su cuerpo se estremece, su coño me aprieta regalándome uno de sus fabulosos orgasmos. Respira agitada y muerde sus labios, sus mejillas están ruborizadas, puedo distinguirlas aún con la luz tenue. La tiro sobre la cama y me cuelo entre sus piernas, inclino mi cuerpo sobre ella, sus manos recorren mi torso y me quito la camisa para sentir la calidez de su toque en mi cuerpo. La penetro profundo, hundiéndome en ella por completo, me gusta sentirme tan dentro de ella, abrazado por ese calor de su interior, sus uñas se quedan marcadas en mi torso mientras gime presa del placer bajo mi cuerpo, sus piernas se enredan en mi cintura, me hundo en ella, mientras mis labios muerden su cuello buscando dejar marcas en ella que la hagan recordar a quien le pertenece cuando yo no esté, me gusta recordarle que es mía, solo mía. —Eres mía —murmuro comos mis labios pegados a su cuello. —Lo soy —jadea mientras su espalda se arquea y llegamos al clímax. Respiro agitado, la beso con pasión, muerdo su labio inferior y luego me tiro a su lado en la cama. Me quito el condon y lo arrojo al piso, quiero abrazarla, quedarme con ella todo la noche, pero no puedo, no puedo hacerlo, pero ella lo hace, acaricia mi torso y busca mi brazo, lo paso por debajo de su cabeza, su respiración choca en mi pecho. Inclinó mi cabeza y respiro el aroma de su cabello, ella huele delicioso y su olor es aun mejor cuando esta mezclado con el mío. Se suponía que yo no sentía, el dinero y la frialdad siempre me habían dado todo. Yo tenia control y sin embargo sentía algo agitandose dentro de mí, algo que solo sucedia cuando ella estaba entre mis brazos. —Dime tu nombre —le pedí, algo tonto pues llevábamos semanas haciendo esto. Algo dentro de mí pedía que no lo hiciera, porque si lo hacía yo sería capaz de buscarla fuera de este lugar. Y no podía permitirme eso, yo no era así. —No puedo —susurró— Dime el tuyo, tu si puedes, yo no te buscaré... —dijo como si leyera mis pensamientos. —Dime solo Max —le dije al fin, mi voz apenas un murmullo. No sé por qué lo hice. Quizás porque necesitaba escuchar mi nombre en su boca, solo para convencerme de que todavía era humano. —Max… —repitió, y en su tono había algo que me derrumbó—. Me gusta. Alzó la mirada y, sin previo aviso, llevó su mano a mi mejilla. El roce fue suave, tan simple… y sin embargo me detuvo por completo. Sentí que algo dentro de mí se rompía. Y quise apartarme. Debería haberlo hecho. Pero en sus ojos había algo que no me dejaba moverme. Algo que no era deseo, ni sumisión, ni necesidad. Era ternura. Y eso… eso era mi condena. Estoy perdido, pensé. Y no puedo permitírmelo. No puedo sentir esto. No por ella. Pero su mano seguía ahí, cálida, real. Y aunque mi mente gritaba que debía alejarme, mi cuerpo —mi alma, quizás— ya la había elegido. Pero yo siempre buscaría la forma de convencerme de que esto solo era deseo, obsesión quizás, porque no estaba dispuesto a aceptar nada más y ese sería mi error.
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