Me preocupaba mucho el poco interés que mostraba Elena en las clases. Tenía una memoria prodigiosa, sin embargo. Todo lo retenía con facilidad, en su cabeza, igual si fuera una computadora. Fechas, nombres, datos, hechos, absolutamente todo. Y era alegre, distendida, muy divertida y se reía continuamente de los chascarrillos de sus compañeros, empero, no apuntaba las clases en su cuaderno borrador, no hacía ni me cumplía las tareas, llegaba siempre tarde y se fastidiaba rápidamente sobre todo en los dictados y las matemáticas porque no era muy buena con los números, a diferencia de su facilidad en recordar apellidos.
-Hoy has estado muy mal en el percentil-, encontré esa noche una manera de acercarme a ella y saber qué es lo que ocurría, por qué tanta desidia y el poco interés que mostraba a las clases.
-Yo no escribo bien, Miss-, se disculpó vanamente. A sus veinte años tenía toda una vida por delante, incluso estudiar una carrera profesional, labrar un futuro mejor y diferente. Pero debía esforzarse, aprender más y eso es lo que yo quería hacerle entender.
-Solo te faltan dos años para que culmines tu secundaria, tendrás tus certificados y podrás postular a la universidad, seguir una carrera lucrativa, ganar dinero, vivir bien y asegurar un futuro diferente-, le dije muy seria mirándole a los ojos. Ella entendió el mensaje.
Pero pensar en el futuro le fastidiaba, también. Su rostro se pintarrajeó de rojo y chasqueó la boca. Sentía el mañana como un pesado bloque que hundía sus hombros y eso la desencantaba.
-Ya veremos, Miss-, fue lo poco que me dijo, visiblemente contrariada, sin deseos de hablar, evadiendo mi mirada inquisidora.
Ella trabajaba en la municipalidad en el área de jardines. Hacía sus tareas en las tardes y llegaba a las clases casi siempre cuando ya habíamos empezado.
Tomando café con unas amigas de la universidad, les conté del caso de Elena. -Es una chica estupenda, muy joven, pero se aburre con facilidad-, les dije disfrutando de unas deliciosas tostadas untadas con mantequilla y que estaban exquisitas y bien doradas.
-Ay, mujer, eso es fácil de deducir, se divirtió conmigo Fanny, tu alumna está enamorada y estoy casi segura que no es correspondida-
Fanny es muy perspicaz, intuitiva y tiene un sexto sentido muy desarrollado. En la universidad sacaba siempre las mejores notas y ahora laboraba en uno de los colegios más prestigiosos del país, donde era súper considerada y estimada.
Decidí abordarla. Fue en el recreo, después que culminamos la intensa clase del uso de la tilde, una de las más importantes de la currícula pues me interesaba mucho que mis alumnos aprendieran con exactitud su empleo.
-¿Tienes novio?-, le pregunté de frente. Le invité unas galletas que había llevado.
Elena se puso pálida, sus ojos se encharcaron de lágrimas y juntó sus dientes. escuché su corazón redoblar de prisa y tamborilear frenético dentro de su busto.
-¿Por qué pregunta, Miss?-, se puso nerviosa. Tragó saliva y eso sonó un auténtico cañonazo.
-Porque el amor es muy bonito, le dije mordiendo también una galleta, yo tengo mi enamorado, es lindo-
Ella entró en confianza. -No, Miss, no tengo novio-, me confesó golpeando las rodillas nerviosa y turbada.
-¿Pero qué?-, pasé al ataque.
-Estoy enamorada de mi jefe-, dijo finalmente, agachando la mirada.
Fanny había tenido razón una vez más. Y eso que ni siquiera le había visto los ojos a Elena. ¿Por qué yo no tuve esa cualidad de adivinarlo todo en un santiamén? Grrrrrr restregué mis dientes.
-¿Se lo has dicho?-, pregunté.
-No, Miss, podría echarme del trabajo-, estiró su sonrisita.
Entonces la ilusión de Elena era enteramente platónico. Y es común que ese tipo de sensaciones provocan mucho sufrimiento, más cuando la persona que se idolatra no nos hace caso. Entonces todo se hace áspero, doloroso, angustiante y se pierde interés de las cosas. Muchas mujeres pasamos por esos sentimientos. Yo me había enamorado, en la universidad, de un compañero, demasiado lindo, hermoso, alto, fuerte, pero que tenía una novia y lo único que me quedó fue sufrir y llorar en las noches estrujando mi almohada.
-Podría estar casado-, le advertí, entonces.
-Es divorciado. Eso lo averigüe. Está sin pareja, pero no me atrevo a hablarle-, sonrió coqueta.
¿Qué aconsejarle, entonces? Como les digo, se sufre mucho, se padece bastante soñando con un amor que, en muchos casos es no correspondido o ignorado y vivir en ese angustia causa, incluso, demasiado dolor. Pensé en su juventud.
-Eres muy joven, Elena, tienes un gran futuro por delante. El amor quizás no llegue ahora, pero llegará después y encontrarás un hombre que te valorará mucho. Lo mejor es no ilusionarse. Te lo digo por experiencia propia. No descuides tus estudios, concéntrate en ser cada día mejor y haz tu trabajo bien, disfrutándolo con responsabilidad. Quién sabe si tu jefe podría fijarse o no, pero lo más importante, ahora, es que te preocupes en aprender y cumplir con tus labores-, le dije convencida.
Ella quedó en silencio.
La vida, en realidad, es un cúmulo de cosas sencillas y son esos sucesos simples lo que van escribiendo nuestro destino y moldeando el carácter de cada una. Elena escuchó mis consejos. Se abocó a sus labores con más esmero y cambió en las clases. se esforzó en mejorar, aprender y apelando a su excelente memoria pasó a convertirse en mi mejor alumna, consiguiendo siempre altas calificaciones.
Esa tarde me esperó en la puerta del colegio, ansiosa y febril.
-Miss, ¿a que no sabe?-, se puso a brincar como una chiquilina.
-¿Has estudiado para el examen de matemáticas?-, le bromeé.
- Estoy saliendo con un chico maravilloso, vive cerca de mi casa, y me ha dicho que está muy enamorado de mí-, me anunció feliz.
Sonreí. -No apresures las cosas-, le recomendé.
Elena no solo terminó con éxito sus estudios, se casó con ese chico y ahora es jefa de área en la Municipalidad.
-¿Y tu ex jefe?-, le pregunté cuando me invitó a almorzar junto a su retoño recién nacido.
-Está acusado de malversación de fondos, Miss-, me contó.
Por eso digo que si bien es lindo ilusionar y soñar, pero tampoco es bueno obsesionarse.