Me sentía mal por lo que había ocurrido con Totto y por el contrario, en deuda con Willy. Tenía una sanción de chica mala, vulgar y estaba arrepentida y quería pagar mi deuda con él, estar en paz con mi conciencia y recuperar mi autoestima, bastante lastimada por ese inútil affaire. Me dejé llevar por las emociones, estaba demasiado eufórica y la verdad que Totto me sorprendió en un momento de absoluta debilidad. Con anterioridad le había comprado una bonita bufanda para Willy, porque estábamos en un invierno bastante crudo, y además gasté unos ahorritos en una loción muy cara, importada y que olía delicioso, bastante masculino y que me prendía los fuegos en mis entrañas. Los envolví en papel regalo, les hice un bonito moño y los rocié con mi perfume favorito.
Como era sábado, sabía que Willy estaba en su casa. Me puse un short jean muy pegadito y corto, un top que revelaba mi ombliguito, je, me solté los pelos y calcé zapatillas rosadas. Estaba sexy y casual, muy provocativa. Crucé la pista y toqué la puerta. Willy había terminado de ducharse y se aprestaba a preparar su desayuno. Miré por la ventana y le saludé moviendo mis deditos, con una sonrisa muy larga y escondiendo los regalos, detrás de mi espalda.
Me abrió al momento entre sorprendido y maravillado. Me encantó que se deleitara con mis pechos bien redondeados en el top y luego con mis muslos que tenía juntitos.
-¿Te botaron de la cama?-, me bromeó Willy y me dio un besote en la boca. Hummm, estuvo muy sabroso. Lo paladeé excitada, con mucho placer. Él estaba lindo con todo el pelo mojado y sin afeitar. Lo vi demasiado delicioso, muy varonil. De repente yo ya era una inmensa antorcha, chisporroteando fuego por todos mis poros.
-Quería verte-, le dije, entonces, colgándome de su cuello, pero sin soltar sus regalos. Lo besé varias veces porque sus besos estaban sabrosos y quería quedar ebrio de él, que me lleve a las estrellas con su poder masculino.
-Anoche también nos vimos-, me recordó él, sin embargo, tratando de mostrarse indiferente o quizás muy formal o quién sabe, haciéndose el disforzado conmigo.
Aunque él tenía razón, porque, en realidad, nos veíamos todas las noches. Me esperaba a que volviera de clases, sentado en el peldaño de mi casa, me daba un besote, hablábamos un par de cositas y me iba a dormir. Él cruzaba la pista contento, brincando, muy alegre y ciertamente enamorado.
Le di los regalos.
-No es mi cumpleaños-, se sorprendió él pintando de rojo su rostro tan bien pincelado.
-Es para que sepas cuánto te quiero-, le confesé sonriente, haciendo brillar mis ojitos.
Le hice además un delicioso desayuno. Huevos revueltos y papas fritas, también café con leche y corrí a comprar pan caliente, recién salidito. Willy aprovechó para cambiarse.
-¿Por qué tan cariñosa?-, seguía sorprendido Willy.
-No puedo halagar al hombre que yo amo?-, le sonreí disfrutando, también, del café con leche y los panes calientes.
Él me besó con mucha pasión y encono, sumamente vehemente y emotivo. Disfruté de su efervescencia e ímpetu y me sentí volar, al fin, junto a las estrellas, engolosinada con su virilidad. Me levantó en vilo y me cargó hacia su cama y con la pericia de un cirujano me sacó el top y el short jean, luego el calzón y me hizo suya, convertido en un lobo hambriento , disfrutando de la lozanía de mi piel, de mis curvas sinuosas y todos mis divinos tesoros.
Yo lo había demasiado mucho en esos días además, después del error con Totto, así es que no perdí ocasión de morder sus brazos, arañar su espalda, saborear sus labios y volverme loca con su ímpetu invadiendo mis intimidades hecho un caudaloso río, arrastrando con todo en su incontrolable y delicioso torrente.
Me sentí súper sexy, en mi máxima sensualidad cuando Willy llegó al clímax, obnubilándome y haciéndome parpadear excitada y convertida en una inmensa tea, calcinándome por completo.
Grité eclipsada cuando llegó a mis profundidades y quedé, luego, derrumbada en la cama, febril y frenética, completamente complacida de haber sido suya en ese delirante momento de pasión máxima.
Willy también quedó rendido, soplando sexo en su aliento, echando fuego hasta por las orejas con su corazón acelerado, tamborileando febril dentro de su pecho. Parpadeaba con insistencia y no dejaba de acariciar mis muslos, su máximo tesoro, al que tenía una enorme devoción, además de mis pechos y mis labios.
-¿Qué ha pasado?-, insistió, luego, Willy cuando fue recuperando poco a poco su respiración normal. Su mirada, sin embargo, aún estaba prendida en llamas rutilantes y destellantes, lleno de encanto.
Obviamente no le iba a contar que le fue infiel dos veces, con hombres diferentes y que ahora estaba traicionada por los remordimientos, sintiéndome muy mal con él. Tampoco sabía si él me era fiel, estaba con otra mujer, me engañaba, aunque sea con los pensamientos, o si pensaba que nuestra relación era seria o simplemente algo efímero y sin importancia que luego seguiríamos por caminos diferentes. No quería saberlo además. Me encantaba disfrutar ese momento mágico y poético a su lado disfrutando de sus besos, sus caricias, su pasión, de esas llamas que ahora nos había envuelto y nos convirtió en carbón humeante.
-Nada, solo me he dado cuenta lo mucho que te quiero-, le dije sonriente, con mis codos apoyados en su amplio y macizo pecho, lleno de vellos, firme como una meseta.
-¿Después de tanto tiempo?-, sonrió él.
-Me gusta cerciorarme de lo que quiero-, me divertí.
-Creo que he tenido mucha suerte en encontrarte, Vanessa, eres muy dulce, tranquila, noble y gentil, ayudas a tus alumnos y eso me demuestra tu gran corazón-, me confesó admirando mis pupilas.
-Tú también tienes un gran corazón-, me enamoré nuevamente de su mirada tan masculina y arrolladora, avasalladora como un tren y sin resistirnos más, volvimos a entregarnos en la pasión, besándonos con encono, disfrutando de nuestros fuegos, hasta quedar convertidos en un montón de cenizas con tanta emoción que desbordamos bajo las sábanas.