Capítulo10

1038 Words
Totto me esperaba en la esquina donde habíamos acordado. Estaba entusiasmada. No lo voy a negar. Él me parecía demasiado atractivo y aunque sabía que no íbamos a llegar muy lejos, que todo no era más que un juego y para mí una válvula de escape a la tensión de esos días, sin embargo ardía en fuego y me sentía realmente sensual, explotando al máximo mi feminidad. Mi sangre estaba en plena ebullición en las venas y me sentía un volcán a punto de hacer erupción. Apenas lo vi, muy hermoso, elegante, avasallador, inmenso como un edificio, con sus brazos largos, la sonrisa dibujada en sus labios toscos y varoniles, las llamas empezaron a envolverme y calcinarme. De repente estaba ansiosa para que me haga suya y disfrute de todos mis encantos, que me conquiste plenamente, dejando las huellas de sus besos hasta el último rincón de mi humanidad y con sus caricias me lleve a las estrellas, hacia el infinito y quedar completamente eclipsada hundida en su pecho enorme igual a un tractor. -Estás muy linda-, me dijo mirando mis pelos largos cayendo como cascadas sobre mis hombros, deleitándose con mis ojos pícaros y mi sonrisa blanca que emergía en mis labios pintados de rojo. Me había puesto algo simple, una minifalda jean con flecos y al vuelo y una camiseta blanca sin mangas. Me había puesto botines además y pantimedias. Me sentía bastante sexy y explotaba mi coquetería parecido a fuegos artificiales. Él llevaba también una camiseta morada y un jean gastado. Muy informal y eso lo hacía aún más atractivo, varonil, arrollador y me encendía aún más las llamas dentro de mis entrañas. Ansiaba con locura que me besara, que sus manos tomaran mi cintura. Yo juntaba deseosa mis rodillas. La pasamos bien en la cena. Los potajes estaban exquisitos y hablamos de muchas cosas sin importancia. Le subrayé que mis clases marchaban muy bien, que habían muchos casos humanos entre mis alumnos y estaba encantada de ayudarlos y hacerlos seguir, en forma porfiada, en pos de alcanzar sus metas de graduarse y recuperar el tiempo perdido en los estudios. -Es muy diferente dar clases a personas mayores de edad, tengo incluso padres y madres de familia deseos de aprender, muy fervorosos y porfiados, me da gusto, he descubierto un mundo muy apasionante-, le iba contando. Él fue el que me besó. Yo lo ansiaba, en realidad. Lo miraba a cada momento sus labios deliciosos, su mirada firma y resoluta, su nariz bien dibujada en su cara distendida y creo lo notó. Cuando salíamos del restaurante, me tomó de los hombros y me besó apasionado, con muchos deseos, febril, incluso y hasta vehemente. Quedé obnubilada, tanto que hasta alcé mi tobillo y cerré los ojos. Mis manos se cayeron como plomo y sentí mi corazón rebotando en el pecho frenético. De repente ardía en fuego. Nos fuimos a una hostal cercana. Totto no esperó siquiera que me quite le ropa. Me tumbó a la cama y empezó a comerme a besos, a recorrer, con sus manos mis sinuosas y empinadas carreteras, constatando su firmeza y voluptuosidad. Con desesperación me quitó la camiseta y la minifalda jean, mis pantimedias y me lamió todo el cuerpo. Quedó maravillado con la lozanía de mi piel, de la tibieza y de toda su vasta geografía, plagada de empinados cerros, redondeces maravillosas y muchos rincones sabrosos y deíficos. Él se desnudó porque yo estaba eclipsada con sus besos y caricias. Y vaya que fue un espejismo. Él tenía un pecho amplio, grandote, firme y musculoso, lleno de vellos. Me maravilló y excitó aún más. Lo mordí febril en los brazos, extasiada y convertida en una bola de fuego. Totto continuó devorándome el busto, el ombligo y se deleitó con mis muslos, le encantó su suavidad y llegó, casi de inmediato a mis íntimas profundidades. Yo me revolcaba en sus brazos impactada por su fuerza. Era como un ciclón que lo arrasaba todo, llegando hasta mis más lejanos límites y profundos rincones. Eso me estremecía. Sentía su martilleo delicioso y me jalaba los pelos extasiada, pletórica de pasión, ardiendo en fuego, completamente eclipsada de su ímpetu invadiendo mis territorios inhóspitos, hasta alcanzar el clímax. Me sentí súper femenina y sensual en sus brazos, gozando con su virilidad, aullando como una loba, sometida a su fuerza, dejando que siga conquistando todos mis tesoros, incluso los más alejados y extraviados de mi vasta geografía. El momento supremo que fui suya fue mágico, delicioso, encantado y febril. Quedé completamente rendida en sus brazos soplando candela en mi aliento, echando humo por todos mis poros, rendida a él, plenamente entregada, deliciosamente sometida a su masculinidad. Me quedé sin fuerzas, exánime, sudorosa y exhalando mi sensualidad con desesperación, parpadeando con dificultad. -Me alegra haberte conocido, Pamela-, me dijo también cansado, agotado, con su corazón frenético y acelerado, sudando a borbotones. Qué raro. Yo estaba envuelta en el fuego, ardía en llamas, sudaba mucho, quería desacelerar mi corazón y no me percaté de nada. Pero después, cuando ya soplaba más tranquila, reflexioné en lo que había dicho, arrugué mi frente y le pregunté. -¿Qué dijiste?- -Que me alegra haberte conocido Yolanda o mejor dicho Vilma-, insistió soplando su cansancio, parpadeando. Me sentí defraudada. Pensé, como les digo, en algo bonito, interesante, audaz, incluso, y muy sexy y excitante, sin embargo ahora me sentía muy decepcionada. Fue como sentirme una cualquiera. Pensé en Willy. Él era un chico bueno, tranquilo, sencillo y yo lo traicionaba, de esa forma, por segunda vez, su cariño y consideración y estaba ahora con un sujeto que ni siquiera recordaba mi nombre. -Me llamo Vanessa-, soplé finalmente. -Bueno, sí, Vanessa, me confundí con unas amigas, je-, dijo él. No es que me crea algo especial, pero duele que te confundan. ¿Cuántas mujeres habrán desfilado por sus brazos? Seguramente yo era simplemente una más, una nueva cifra en sus logros. Alguien al que Totto solo valoró por sus encantos y poder llevarla a la cama. Me levanté, me vestí y me fui sin decirle nada. -¡Te llamo!-, me dijo él como si todo fuera lo más normal del mundo. Pero yo me sentía, sinceramente y lo reitero, una cualquiera.
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