Capítulo 17

1075 Words
Es verdad. De repente tuve un terrible ataque de celos que puso a hervir mi sangre en las venas, sentí estallar muchos relámpagos y truenos en mi cabeza y me puse como un volcán en plena erupción, lanzando humo hasta por las narices. No sé por qué me enervé tanto al extremo que perdí la calma y los papeles y sentirme una fiera de colmillos afilados, garras enormes y los deseos de destrozar a dentelladas a cualquier mujer que se me cruzase en el camino. Pienso que es porque estoy demasiado enamorada de Willy, sin embargo ese día me desconocí por completo. Jamás me había pasado. He defendido lo mío, he marcado siempre mi territorio ante otras mujeres, pero no he llegado a más, logrando dominar mi ímpetu y vehemencia. Cuando he tenido celos, he logrado controlarme, serenarme y he esperado, en forma paciente, que me retribuyan la confianza que tributo a mis parejas sin llegar a mayores. Esa vez que me volví en una fiera iracunda fue cuando descubrí a Willy hablando acaramelado con otra mujer. Me transformé en un demonio irascible y hasta me convertí en una leona rabiosa de fauces gigantes, rugiendo y atronando el infinito, trepidando ventanas y vidrios. El incidente que les cuento, ocurrió cuando iba por una concurrida avenida después de hacer unas compras en unas tiendas. Había comprado varias faldas y algunos leggins que me hacían falta porque ya mi vestuario estaba demasiado trajinado, je, cuando vi a Willy hablando bastante endulzado con una mujer en una cafetería. Pensé, al principio, que era otro sujeto, bastante parecido a Willy, pero luego me convencí que era él, por sus brazos grandes y su sonrisa clásica, pintando de mucha masculinidad en su rostro, los ojos vivarachos, la nariz afilada y su porte tan majestuoso e irresistible que me tenía rendida a sus pies. Cuando me acercaba noté que estaba muy acaramelado con esa mujer. Le sonreía, le miraba a los ojos, la coqueteaba y hasta le tomaba la mano, acariciándola con mucho embeleso. Ella meneaba la cabeza, tiraba los pelos, también coqueta, sonreía con encanto, se movía constantemente en la silla, tenía las piernas cruzadas, y no dejaba de sacudir un tobillo, emocionada, excitada, extasiada y hasta engolosinada con él, queriendo comerlo a besos. Eso es lo que vi. No supe qué hacer. Y en ese momento sentí el fuego de los celos calcinándome por completo. Me volví una antorcha de ira y el fuego chisporroteaba por todos mis poros. Quise seguir viendo, pero estaba demasiado colérica, furiosa, molesta, fastidiada y hecha una bola de fuego. Me di vuelta y me fui echando rayos por mis orejas, consternada y malhumorada, queriendo morderlos a los dos, acabarlos a dentelladas, hundir mis garras en sus pellejos, destrozarlos sin misericordia alguna. Tiré mi faldas y leggins que recién había comprado al suelo y me tiré a la cama, molesta, lanzando maldiciones a todo el mundo, apretando los puños, pataleando en el colchón como una adolescente frustrada. Mi corazón bombeaba de prisa y sentía mi sangre haciendo ebullición en mis venas. No le dije nada a Willy, cuando lo vi, luego, pero él notó que yo estaba demasiado fastidiada. -¿Qué es lo que te pasa mi amor?-, me preguntó acariciando mis pelos, preocupado por mi estado de ánimo, empero yo estaba temperamental, convertida en un búfalo emitiendo bufidos -Nada, solo estoy molesta-, le dije cortante. Soy demasiado terca. Cuando me obsesiono con alguna cosa, estoy porfiando siempre y hago locuras de todo tamaño. Al otro día decidí seguir a Willy y descubrir es que, en efecto, sostenía un romance con esa mujer. Hice guardia frente a su oficina, esperando la hora que debía almorzar. Mientras aguardaba, preparé mis clases. Hice mis tarjetas, busqué informaciones en el tablet, seleccioné los temas e hice mis cuadros sinópticos. Y justo cuando guardaba los archivos, él salió muy orondo, sonriente, feliz incluso, dirigiéndose hacia una cafetería cercana. Guardé muy apurada mis cosas y colgando mi mochila al hombro lo seguí a distancia. Me había hecho una cola con mi pelo para que no molestara y me había puesto jean y zapatillas para poder seguirlo, si es posible a toda prisa, pero yo estaba decidida a comprobar qué es lo que estaba pasando, desenmascararlo y darle de bofetadas por infiel. Entró a la cafetería y ¡¡¡¡allí estaba esa mujer!!!! Era ella, lo esperaba sonriente, sacudiendo los pelos coqueta, vi golpear sus rodillas visiblemente excitada. Era ella, no me cabía duda. Se puso de pie y lo abrazó y se besaron las mejillas. Otra vez la candela me envolvió por completo y volví a sentir rayos y relámpagos estallando en mi cabeza. Almorzaron tranquilamente, conversando con mucho ánimo, sin embargo no quise seguir viendo y me fui de allí, muy furiosa, renegando, convertida en una gran bola de fuego. Por lo menos tuve el sentido común no hacer una escena aunque lo deseaba con todo el alma. Nunca había sentido eso, en realidad. Estaba demasiado celosa. No toleraba que Willy se estuviera viendo con esa mujer. Apenas llegué a mi casa empecé a tirar mis peluches, mis almohadas mis babuchas. Todo volaba por los aires, me jalaba el pelo por la furia y tumbaba las sillas. Por último, tirada en mi cama, me puse a llorar a gritos. Lo peor es que yo no quería hablar con Willy y aclarar las cosas. Preferí encerrarme en mi mutismo y desconsuelo, sumirme en el llanto y sentirme miserable, devorada por los celos. Él lo notó. Yo había cambiado absolutamente en mi forma de ser, en el trato hacia él y me encaró esa tarde cuando me iba a mis clases. -¿Qué pasa Vanessa?-, me dijo serio, mirándome a los ojos. -Otro día hablamos, se me hace tarde para ir a clases-, le dije. -A ti te pasa algo. Estas distante, fría, molesta conmigo. Dime la verdad ¿qué es lo que pasa?-, me insistió. Lo malo de los celos es que revientas en mil pedazos. Y yo estallé. No medí consecuencias, ni nada. Simplemente exploté. -¡Eres un mal hombre y me engañas!-, le dije furiosa e iracunda, hundiendo mi dedo en su pecho, y me fui corriendo, dejándolo con la boca abierta, perplejo, sin atinar a ninguna repuesta. -¡¿De qué estás hablando?!-, me gritó entonces, pero yo ya me había ido, corriendo, doblando la esquina, dirigiéndome hacia el colegio.
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