Capítulo 24

1038 Words
Willy me llevó a bailar a un salsódromo. A mí me encanta, y mucho, la salsa. Me gusta la cadencia, el sabor, la candela y adoro mucho zapatear, mover las caderas y seguir los acordes, sabrosos y calientes, de los ritmos caribeños. Además bailo muy bien, tengo cintura de jebe, je, además meneo bien las caderas, soy muy sensual a la hora de sacudir los huesos y me gusta desatar toda mi feminidad en la pista, porque no hay nada más delicioso que disfrutar la música en toda su expresión, asimilando sus deíficas notas y ritmo. Me puse jean súper pegadito y apretado, zapatillas, una camiseta sin mangas y me hice una cola con mi hermoso pelo, para no tener problemas en el momento de sacarle chispas al suelo, je. Willy también se vistió cómodo con camisa y pantalones. A él igualmente le gusta mucho bailar salsa y estaba muy entusiasmado. Ya habíamos bailado antes, muchas veces, y nos divertíamos bastante, riéndonos, gozando, saltando, brincando y terminando muy cansados, exánimes, incluso. El salsódromo estaba repleto cuando llegamos, entrada ya la noche. -No vamos a poder bailar-, se quejó Willy viendo la muchedumbre que colmaba la pista. apena había espacio para respirar. -No importa, la cosa es divertirnos-, le dije y jalándole de la mano lo llevé hasta un lugarcito donde, al menos, se podía bailar alguito. Justo sonaba una de mis salsas preferidas y me puse eufórica y frenética, bailando muy sensual y sexy, moviendo mis caderas, zapateando con mucho gusto y cimbreándome con encanto, lo que admiró a mi enamorado. -Wow, qué bien bailas, Vanessa-, desorbitó los ojos, viendo como sacudía mis curvas, cimbreándome como una áspid emergiendo de la canasta, hipnotizada por el sonido de una flauta de un encantador de serpientes. Por supuesto sacudía las caderas como un velero sorprendido en medio de una gran marejada. Eso me hacía sentir súper sexy, desbordando mi encanto, disfrutando de la admiración y embeleso de mi enamorado que estaba embobado viendo cómo movía mis caderas con proverbial magia y encanto. Él también lucía divino bailando salsa. Tomaba mi cintura con delicia y hacía encender las llamas de mis entrañas. Me gustaba, y mucho sentir sus manos en mis caderas, y eso me volvía una antorcha que provocaba aún más mi feminidad y cadencia. Y me encandilaba su mirada deleitándose con mi belleza, deseándome, haciéndome sentir suya. Y eso me enervaba más. Sentía los fuegos alzándose en mis intimidades, mi corazón empezó a bombear de prisa y la sangre hizo ebullición en los tubos de mis venas. Me sentí muy sexy hipnotizando a Willy. Ni siquiera nos sentamos en las mesa a consumir cerveza que tanto ansiaba Willy, por estar bailando, eufóricos, en la pista del salsódromo. Y no solo tocaban salsa sino también merengues que, igualmente, me gustan mucho y me hace sentir súper sensual, flotando en las nubes, desatando toda mi euforia, haciéndome un lanzallamas, una verdadera bola de fuego. Pero como dice el dicho, no hay bien que por mal no venga. En lo mejor que estábamos, disfrutando de la velada, un sujeto se encandiló, también, con mi intenso meneo de caderas y pasó la mano por mi sentadera, incluso la estrujó y me enervé por completo. Me di vuelta y le metí un cabezazo, reventándole, por completo, la nariz. El tipo quedó bañado en sangre. Willy no se había dado cuenta de nada. Se desató, entonces, una gran gresca. Todos se empujaban y se metían de patadas, se insultaban y aullaban las mujeres. Las luces se prendieron y volaban sillas, jarras y botellas. El tipo continuaba tumbado en el piso, en medio de un gran charco de sangre y los más frenéticos lo pisaban o se tropezaban con él, armándose un gran laberinto totalmente fuera de control. La seguridad del local cometió un error y empezó a disparar al aire, provocando la estampida en el público, dándose de empellones, tratando de alcanzar las puertas de salida, sumidos en el pánico. En medio del laberinto, me perdí con Willy. No sabía dónde estaba. Todo era un alboroto descomunal, muchos gritos, empujones, más balazos, golpes y hasta codazos. -.¡Vanessa!-, lo escuché gritar. La enorme ola de gente lo empujaba hacia la puerta. Él alzaba las manos y me miraba desesperado y afligido, sumido en a angustia y ciertamente aterrado. Yo estaba, también muy asustada y desesperada. Lo que hice fue pegarme a la pared y así logré alcanzar la salida, mientras todos se empujaban en medio de la pista, avanzando con dificultad hacia la salida. Ya afuera, intenté encontrar a Willy. Él también me buscaba con sus ojos desorbitados, pálido y sumido en el pánico. -¿Estás bien, mi amor? ¿Estás bien, mi amor?-, me repetía una y otra vez, palpándome de pies a cabeza, preso de la angustia, con sus mejillas despintadas, tragando saliva y hasta sudando frío. -Sí, sí, sí, le respondía, moviendo la cabeza, queriendo respirar porque me ahogaba. Nos fuimos corriendo entonces hasta algún lugar seguro. -¡Qué experiencia!-, resopló al fin Willy. En medio de mi angustia rompí a reír. A Willy le sorprendió. -¿Por qué te ríes?-, se contagió de mis carcajadas. Arrugué mi naricita, puse carita de pícara y mordí mi lengüita. -Yo empecé todo el laberinto-, le dije riéndome y le conté todo. -Uyyyyyy qué mujer más brava-, me abrazó él, entonces, contagiado de mi ironía y mis risotadas. En la mañana repasé en el internet las noticias sobre el salsódromo pero no había ninguna línea. Llamé molesta a Willy. -Ni siquiera nos mencionan-, chirrié mis dientes. -Mejor, de lo contrario estarías en muchos problemas por pegalona ja ja ja-, echó a reír él. Seguí yendo con Willy a bailar y aunque ya no fuimos a ese salsódromo, sin embargo, lo primero que me aseguraba, apenas metía la naricita al local, era ver si no estaba muy lleno. De lo contrario, le jalaba los brazos a mi enamorado y le decía molesta, -vámonos de aquí o me la pasaré toda la noche rompiendo narices- Willy no hacía más que estallar en carcajadas y me seguía rumbo hacia otro salsódromo dónde bailar tranquilamente, sin tener que estar peleándome con hombres faltosos e irrespetuosos.
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