Luis, al fin, me confesó su amor. Fue esa noche que hubo apagón en toda la ciudad y no pude llevar mis clases. Campos estaba furioso y no se cansaba de llamar a la empresa eléctrica para que nos restablecieran el servicio, pero no obtenía respuestas. Los chicos hacían bromas, se divertían asustándose unos a otros y las muchachas gritaban como si algún espectro se apareciera de pronto y les jalara los pelos.
-Es un apagón generalizado, posiblemente dure dos o tres horas, incluso hasta mañana-, me dijo fastidiado Campos.
- Ni modo-, renegué y le dije a los muchachos que no habrían clases porque el servicio recién podría restablecerse al día siguiente y a oscuras no podíamos trabajar, incluso ni con velas.
-Mañana a ver si podemos recuperar todo el tiempo perdido, les dije, resignada porque me atrasaba en el calendario que tenía previsto con ellos. Por supuesto mis alumnos se fueron muy contentos, brincando, saliendo a tropel, dándose de codazos, celebrando que no haya clases.
-Cuídense que todo está oscuro allá afuera-, les recomendé cuando se iban efusivos.
Empecé a acomodar mis cosas. Puse la linterna de mi celular y guardé mis útiles, los libros, el tablet en la mochila y de repente había una sombra delante mío. Me sobrecogí, porque pensé que ya todos se habían retirado.
-No se asuste Miss-, me dijo. Era Luisito.
-¿Qué haces por aquí aún?-, balbuceé sorprendida. Tanto habían gritado las chicas alucinando fantasmas que hasta pensé que se me había aparecido una ánima y por eso estaba pálida con mis pelos de punta y mi corazón acelerado.
Luis, sin embargo, era el que estaba más nervioso. Escuchaba sus salivazos resbalando por su garganta, sonando como cañonazos. Respiraba con dificultad y su corazón rebotaba en el pecho en forma insistente. El tamborileo lo escuchaba clarito, como un repique insistente y nervioso, a la vez.
-¿Qué ocurre, Luis?-, me puse seria.
-No sé cómo decirle, Miss, pero usted me gusta mucho-, finalmente se atrevió.
Y aunque era un anuncio que ya lo sabía, de todas maneras me golpeó. Junté mis muslos, apreté los dientes, abrí mi boquita, quedé absorta y sentí llamas encendiendo mis entrañas. No esperaba, tampoco, una reacción así mía.
Son varios los jóvenes que me han pretendido y me declararon su amor de una u otra manera. Desde el colegio, cuando un compañerito se encandiló mucho conmigo y me dijo que fuera su novia. Desde entonces se han sumado diferentes prospectos que me decían para que fuera su amor y su enamorada. Y siempre me han sorprendido, me han turbado, he quedado anonadada y hasta tonta, como esa noche tan oscura y sin luces que Luisito me dijo que yo le gustaba mucho.
-Eres muy amable-, le dije, azorada, me imagino colorada y parpadeando muy de prisa.
-Desde que la vi, Miss, me gustó mucho. Me enamoré de usted-, soltó por fin lo que le hincaba en el corazón desde hacía bastante tiempo.
Creo que la oscuridad, el no verme bien, tan solo mi perfil silueteado entre las luces de mi celular, estar solos, sin sus compañeros de por medio, le dio fuerza. Imagino, igualmente, que en condiciones normales Luis no se hubiera atrevido a tanto. Lo cierto es que si bien yo esperaba eso, me fue difícil convencerme que me estuviera ocurriendo. No sabía ni qué decirle y me sentía tonta, cayendo en el vacío.
-Espero que eso no afecte nuestra bonita amistad-, respondí, creo, diplomática. Era una negación tácita, ciertamente, pero creo que él no entendió lo que quise decirle.
-¿Podemos ir al cine, a bailar?-, me invitó sonriente. No podía verle bien la cara, oscilaba con el lumbre y la oscuridad pero me parecía verlo contento, como si se hubiera sacado un peso de encima.
-Quizás un día de estos-, volví a ser diplomática.
Me levanté apurada y me dispuse a irme. -Yo la acompaño, Miss-, se ofreció.
Ahora sí que estaba más turbada que nunca. Congelada, sin reacción y hasta torpe. Nos fuimos caminando por una calle demasiado oscura y él me hablaba de sus sueños, de sus ambiciones, de sus metas y que sería un gran periodista, que ganaría mucho dinero y que sería capaz de mantener un hogar dichoso, numeroso y sin apremios .
Entonces le dije que lo nuestro no podía ser, que yo estaba enamorada de otro hombre, que incluso mi aspiración era casarme con él.
Luisito quedó en silencio, con la cabeza gacha, acompañándome, como una sombra más en esa noche tan oscura.
*****
Sinceramente pensé que el rendimiento de Luisito iba a descender, que perdería su alegría, que incluso se sumiría en la decepción y el desaliento, luego que derrumbara su sueño platónico, pero no ocurrió nada de eso. Por el contrario, él redobló esfuerzos, siguió mejorando, sacando buenas notas, aprendiendo mucho, superando sus graves errores ortográficos, empeñado en ser cada día mejor.
Teresa se había convertido en mi confidente. Ella, en realidad, era bien chismosita y yo me enteraba casi de todo lo que pasaba en clases, gracias a ella. Y esa noche, en el descanso entre las clases, me dijo que Luisito estaba muy contento después de hablar conmigo.
-No entiendo-, le dije arrugando mi naricita.
-Dice que hablarle a usted, Miss, le ha hecho sentirse en paz con su conciencia-, me subrayó.
Recién lo entendí. Luis sentía remordimientos, temor de perder una gran oportunidad conmigo. "Quizás resulte", se había dicho muchas veces. "Si me dice no, entonces, simplemente no funcionó", se dijo también. Y yo le dije que no. Ahora estaba libre de ese remordimiento, de ese peso que tenía encima, como me dijo Teresa.
Una tarde él llegó antes que todo y decidí hablarle. -Espero no me guardes rencor-, apreté mis dientes.
-¿Cómo puedo tenerle rencor a la mujer más hermosa del mundo?-, me halagó.
Luis no solo concluyó sus estudios, con éxito, sino que ingresó a la universidad, estudió comunicaciones, fue contratado por un diario de circulación nacional y ahora es uno de los periodistas más considerados del medio. Ahhh, se casó con una chica, también periodista, y tienen tres hijos.