Me sorprendía mucho la excelente ortografía que tenía Vilma. No fallaba en ningún acento y seleccionaba atinadamente el uso de la ese y la zeta. Su letra además era muy bonita, bien redondita, cuidaba las comas y se empecinaba en utilizar el rojo para los signos de puntuación, aún demorase más que los demás. Ella me había contado, en los primeros días de clase, cuando recién nos estábamos conociendo, que solo había podido terminar la primaria porque tuvo que dedicarse a trabajar al fallecer sus padres.
-Tienes un gran futuro por delante, podrías ser secretaria, asistente, incluso correctora en alguna editorial-, le dije admirada por su ortografía. En todos los percentiles ella sacaba la máxima nota.
-Mi padre me decía siempre que en saber escribir bien está la llave del éxito-, estiraba su larga risita.
-Tu papá era muy inteligente-, le seguía su risa festiva.
Vilma era hermosa. Alta, curvilínea, pelos largos lisos y una carita de ángel. Llegaba siempre bien arreglada, apurada, llevando un maletín deportivo. Una vez, dejando unas copias de una novela corta que todos debían leer e interpretar, vi dentro de su maletín una infinidad de cosméticos, rímel, coloretes, incluso una peluca roja. Me extrañó pero no le dije nada.
Le encargué una exposición y sustentación de los ángulos, delante de la clase. Era una participación calificada. Ella había estudiado mucho, se aprendió todas las medidas y pese a sus nervios, lo hizo muy bien. Lo que note es que se había puesto zapatos taco 14. Se le veía enorme.
-No deberías usar tacos tan grandes, te puedes caer-, me divertí con ella, después de felicitarla.
Ella se puso roja como un tomate, mordió su labio y no me contestó. por el contrario, escondió sus piecitos, detrás de la silla para que no se los vea. Eso me pareció aún más extraño.
-¿Qué sabes de Vilma?-, le pregunté a Nemesio cuando terminamos la clase. Todos habían salido apurados, recogiendo sus cosas, arrimando las sillas y dando brincos. Él, como siempre, guardaba sus útiles con prolijidad en su cartuchera.
-Poco, Miss, solo sé que trabaja hasta muy tarde y duerme hasta mediodía. Es lo que me contó-, me dijo, me dio un beso en la mejilla y se marchó.
Campos tampoco sabía mucho de Vilma.
-Se va muy apurada, cargando su maletín, toma un taxi y desaparece-, me detalló.
Yo no debía meterme en sus asuntos. Es lo que me dice siempre Willy.
-A ti te han contratado para que enseñes no para que estés fisgoneando la vida de tus alumnos-, se molestaba. Por eso no me gustaba contarle nada.
En el descanso de las clases, aprovechando que todos habían marchado a toda prisa a la cafetería de la escuela, la abordé. Vilma se había quedado en el salón terminando la tarea de matemáticas que les dejé la semana anterior.
-No tuviste mucho tiempo en la semana, por lo que veo-, le dije con los brazos cruzados.
-Es que tengo bastante trabajo, Miss-, se disculpó. Le ayudé en varias de las respuestas. Si bien ella era excelente en ortografía, resultaba muy discreta con los números.
-¿En qué trabajas?-, apreté los dientes.
-Por allí, Miss, je-, intentó evadir mi pregunta.
-Qué significa por allí, Vilma-, empecé a atar cabos.
Ella era muy inocente en realidad, nada ducha y por el contrario aparecía frágil y sin muchas repuestas ni salidas.
-Trabajo en la calle, Miss-, finalmente me confesó.
Ya lo he dicho. El trabajo dignifica, sin embargo, hay labores que no son adecuadas. Eso pienso yo. No soy nadie, tampoco, para decir que está bien o que es malo. Es decisión de cada uno. Robar es muy malo, digo yo. Pero ¿vender caricias? quedé en la duda.
Vilma notó min incertidumbre. Al salir de clases ella corrió para darme alcance.
-¿No aprueba lo que hago, Miss?-, se enfadó.
-¿Tú lo apruebas?-, le dije entonces, me detuve y me puse delante de ella.
No supo qué decirme. Resbalaron las lágrimas por sus mejillas y se tumbó en mi pecho llorando a gritos. Le besé su cabecita.
-Te esfuerzas mucho para abandonar esa forma de vida, Vilma. Sigue adelante, lo vas a lograr-, le recomendé.
Y lo que es la vida, fue Willy el que me dijo que había hecho buena amistad con el dueño de una editorial especializada en textos escolares y universitarios.
De inmediato pensé en Vilma.
-¿De casualidad no necesitará tu amigo de una excelente correctora de textos?-, le sugerí haciendo brillar mi mirada. Willy sabía que se trataba de una de mis alumnas.
-Claro, ya sabes que los libros tienen que salir libre de errores y horrores ortográficos-, echó a reír a él.
Cuando le dije a Vilma, sus ojitos se llenaron, otra vez, de lágrimas.
-¿Podré hacerlo bien, Miss?-, tuvo dudas. Nunca había trabajado en una empresa, con horarios y eso le aterraba.
El dueño era un señor bastante gordo, calvo y de mirada calma. Parecía contar los minutos, meciéndose en su silla.
-Estamos ampliando el equipo de correctores. es un trabajo muy delicado, preciso, tenemos la ayuda del internet, pero debemos respetar el estilo y la forma. No es lo mismo decir haya que halla, por ejemplo, ¿me entiende?-, le dijo a Vilma. Ella apretaba su cartera demasiado nerviosa.
-Es la mejor alumna de mi clase en ortografía-, la defendí.
Estuvo a prueba un mes. Le pagaban los pasajes y en su unidad, tenía una asesora permanente, pendiente de todo lo que necesitaba. Ella se sintió muy a gusto.
Una noche llegó un sujeto al colegio. Vestía bastante elegante, olía bien, era alto, con barba y usaba lentes oscuros. Preguntó a Campos por Vilma. Justo llegaba yo.
-¿Es su familiar?-, preguntó Hugo.
-No le importa-, respondió él de mala manera, sumamente altanero y desafiante. Me molesté.
-¿Qué quiere usted con Vilma?-, intervine hundiendo mi dedo en el pecho del fulano.
-¿Eres su mamá o qué?-, me desafió el tipo.
-Váyase-, le pedí.
-Me llevo a Vilma. Es mi chica-, dijo finalmente. Era un proxeneta.
Algo que aprendí de niña fue a defenderme. Mi mamá siempre decía que una mujer está demasiado expuesta al peligro y me dio clases específicas de defensa personal. Y la mejor arma es atacar, de frente, a los genitales de un hombre. Y eso hice. ¡Pum! le di una tremenda patada al tipo que se dobló como una rama seca.
-Si vuelvo a verlo aquí, acechando a mi alumna, lo destrozó con mis manos-, le advertí.
Campos llamó de inmediato a la policía, pero el tipo se fue arrastrando, doblado como un caracol, huyendo del colegio.
Vilma estaba asustada.
-Ubaldo es muy malo-, me decía angustiada.
Dicen que en una guerra todo vale. Nemesio me miró divertido, recreándose un buen rato con mis ojitos y mi sonrisa.
-¿Qué sugieres?-, me preguntó.
Mordí mi labio coqueta. -Tú conoces a policías. Ese sujeto es un peligro no solo para Vilma sino para muchas chicas a las que explota-, le expliqué.
No pasó ni una semana, cuando Vilma me dijo que al tal Ubaldo lo habían metido preso y le esperaba una larguísima condena porque, incluso, estaba involucrado en un asesinato.
Vilma no solo dejó las calles, sino que ahora es la jefa del departamento de corrección de la editorial "El rayo". Completó su secundaria y estudia comunicaciones en la universidad y, por supuesto, mejoró en matemáticas.
-¿Por qué siempre tienes que meterte en la vida de los demás?-, me preguntó Willy acaramelado con mis labios. Yo estaba colgado a su cuello amplio y estaba eclipsada a sus ojos tan varoniles y maravillosos.
-Es mi forma de ser-, eché a reír y él vencido a mi risita me volvió a comer a besos.