LIAM El agua caía sobre mi cabeza como una lluvia interminable, tibia, pesada. Tenía los ojos cerrados, las manos firmes contra los azulejos fríos de la pared, y el corazón golpeándome el pecho con tanta fuerza que parecía querer salirse. Saanvi. Su mirada todavía estaba ahí, grabada en mí. Esos ojos grandes, oscuros, que podían ver más de lo que yo quería mostrar. Preguntaban. Esperaban. Querían la verdad. Y yo… yo siempre he sido un maestro en esconderla. El monstruo en mí rugía en silencio. No era solo ira, era miedo. Miedo de perderla. Miedo de que si abría la boca y dejaba salir todo lo que cargaba, ella me viera como lo que soy de verdad: un asesino. Porque eso era. No podía disfrazarlo con palabras. Axel murió con una bala mía. Y por mucho que quisiera pintarlo como justicia, o

