LIAM
Cerré la puerta de mi departamento con la espalda, sin prender la luz. Me quedé así unos segundos, en la oscuridad, respirando como si acabara de correr una maldita maratón con el corazón reventado en los pulmones.
No sabía por dónde empezar.
No sabía si gritar, reírme o simplemente dejarme caer al piso y quedarme ahí, con el pecho lleno de electricidad y las manos temblando todavía.
Me quité el saco, lo dejé caer sobre el sofá, y caminé hasta la cocina como un autómata. Abrí el refrigerador sin mirar, saqué una botella de agua, le di un trago… y me apoyé en la encimera.
Mierda.
Estuve a punto de follarla contra su puerta.
Y no porque ella no quisiera. No porque no me respondiera. No porque no estuviera igual de consumida por la tensión.
Estuve a punto porque no podía más. Por
