LIAM Saanvi duerme. Su respiración es tranquila, acompasada, como si por fin el mundo le hubiera dado un respiro. Yo no. No puedo dormir. No cuando mi cabeza es una maquinaria que no se apaga. La tengo desnuda entre mis brazos, la piel caliente pegada a la mía, y sin embargo mi mente está en llamas por otro motivo. La observo un instante. Sus labios entreabiertos, la frente pegada a mi pecho. Parece tan frágil… y eso me mata. Porque ella no es frágil. Es fuerte, orgullosa, la cabrona más terca que he conocido. Y aun así, este maldito juego de Anil la tiene quebrada. No pienso permitirlo. Con cuidado, me muevo para alcanzar mi teléfono en la mesa de noche. Ella se remueve un poco, pero no despierta. La acomodo mejor contra mi costado, la cubro con la sábana, y marco. Matt contesta al

