LIAM Hay veneno que se disfraza de perfume caro. Hay mujeres que no besan, marcan. Y hay pasados que no mueren, solo esperan su turno para arrastrarte de nuevo al fango. Adeline era todo eso. Y más. Cuando la vi, mis pies avanzaron antes que mi juicio. Porque así funciono con ella: sin juicio, sin filtro, sin red. —¿Y tú qué mierda haces aquí? —solté sin cortes, ni sonrisas, ni máscaras. Adeline se giró, radiante como una luna falsa. Sus labios pintados de un rojo demasiado vulgar para esta gala, sus ojos gris perla bailando entre cinismo y deseo. Extendía los brazos como si el reencuentro fuera un privilegio divino. —Hola, Liam —dijo con esa voz dulce que solía arrastrarme a la perdición. Se inclinó para besar mi mejilla. Me aparté. —No. Hoy no juego tu juego. Su gesto no cambió. S

