PRÓL3OGO
PRÓL3OGO
El profesor Ralph Henderson suspiró, se frotó el tabique de la nariz y buscó en el bolsillo de su abrigo las llaves del coche. Había tenido una larga tarde corrigiendo exámenes de inglés, y tenía dos hipótesis: sus estudiantes se estaban volviendo más tontos, o él estaba cada día más cansado de trabajo. No veía la hora de meterse en la cama con un pequeño vaso de whisky y un buen libro clásico.
El estacionamiento de la universidad de Georgetown estaba casi vacío, el resto de los profesores tenía bastante sentido común como para haber vuelto a tiempo a sus hogares. Hacía frío y se sentía sombrío, las luces del alumbrado parpadeaban por encima de la cabeza cuando las polillas cumplían su intento de suicido al chocar contra ellas. Henderson tomó un atajo hacía su coche caminando a través de los espacios vacíos. Contempló la posibilidad de detenerse para comprar un café para llevar camino a su casa. ¿O quizás sería mejor volver a la seguridad y el calor de su hogar lo antes posible?
Sus pasos resonaban misteriosamente en el garaje, y el techo de hormigón lograba que el sonido rebotara por las paredes. En noches como esta, el garaje se transformaba en una especie de animal. Un lugar donde los personajes indeseables podían acechar desde las sombras, listos para a****r. Era imposible ignorar esos pensamientos, sin importar cuántas veces uno se dijera que era un adulto y que ya no debería tener miedo a la oscuridad.
Sin embargo, esta noche tenía una buena razón para estar nervioso. Todo el mundo en el campus estaba hablado de un asesinato que había sucedido aquí mismo, frente a sus narices. Henderson conocía al estudiante que fue la víctima. Quizás ese era el motivo por el que se le erizaron los cabellos de la nuca a medida que cruzaba el garaje, y miraba hacia lo oscuro con sospecha, tratando de descubrir si había alguien escondiéndose en las sombras.
Intentó distraerse. Tenía otras cosas en las que pensar. Tuvo que expulsar a un chico de su clase por reprobar nuevamente un ensayo. Era frustrante enseñar, sobre todo cuando veía a tantos chicos con potencial perderse en las fiestas y no tomarse sus estudios en serio. Henderson sintió mucha lástima al reprobarlo, pero sintió que había hecho lo correcto luego de recibir un correo electrónico del estudiante.
El correo electrónico despedía virulencia y era casi amenazador. Aparentemente, el chico no estaba nada contento de haber sido expulsado y quería asegurarse de que Henderson lo supiera. Como si hacérselo saber pudiera hacer que el chico volviera al curso. ¡Vaya! Este chico tenía que aprender mucho sobre la vida y sobre cómo reacciona la gente cuando se la amenaza.
Henderson llegó al coche y buscó sus llaves, sentía los dedos pesados y lentos por haber escrito tantos comentarios en las correcciones de los estudiantes. Maldijo al ver el temblor de las manos impulsado por lo solitario del aparcamiento por la noche. Estaba siendo ridículo. Por Dios, era un hombre adulto, y había caminado mil veces por este garaje durante el día sin hacerse tanto problema.
De todos modos, se le cruzó por la cabeza que si alguien quisiera atacarlo, sería el estudiante enojado. Pero él no era lo suficientemente listo como para acechar a un profesor en un aparcamiento oscuro. Era el tipo de chico que enviaba correos electrónicos llenos de ira y que dejaba un rastro. No tenía nada que temer. Henderson lo reportaría al decano en la mañana, y el asunto terminaría allí.
¿Qué fue ese ruido? ¿Eran pasos? Algo estaba mal. Había pasado todo el rato tratando de disipar sus miedos, pero ahora no estaba tan seguro. Los cabellos de la nuca de Henderson estaban completamente erizados, parecía una premonición, pero antes de que pudiera darse la vuelta, la cabeza chocó contra la ventana del coche luego de un fuerte golpe.
Henderson no tuvo tiempo para darse cuenta de lo que estaba sucediendo y del dolor de la nariz antes de que la mano que lo agarraba por la parte posterior de la cabeza lo golpeara de nuevo contra el coche. Se estaba resbalando, derribado por el golpe y la herida, el cuerpo se le estaba quedando sin fuerzas. Intentó moverse un poco, su maletín voló sobre el suelo, pero no pudo defenderse del siguiente golpe, o del que le siguió. Una y otra vez la cabeza golpeó el chasis rojo, contra su sien, luego la parte superior de una cuenca del ojo, y la mandíbula justo abajo de la oreja.
Sintió el daño con una especie de asombro distante. Escuchó el sonido de un hueso rompiéndose. Sintió los moretones en todo el rostro, luego los cortes y raspaduras, y luego sintió algo más grave. Estúpidamente, todo en lo que podía pensar era que el rostro le quedaría desfigurado. Solo pudo pensar en eso antes de que todo pareciera terminar.
La mano que lo sujetaba lo soltó y Henderson cayó estrepitosamente en el piso, golpeándose el hombro al caer. Apenas pudo sentirlo, en comparación con todo el resto. Estaba en una posición donde podía girar la cabeza y mirar, a pesar de que su visión era borrosa. Tal vez por los golpes. Tal vez por la sangre que le caía sobre los ojos. Tal vez porque la cuenca del ojo podría estar rota, como mínimo.
¿Quién era esta persona? Solo vio una sombra indefinida, solo escuchó un susurro, no parecía un hombre, era como si hubiera un fantasma parado sobre él. Pero era un hombre. Tenía que ser un hombre. Si tan solo pudiera distinguir quién era, pero Henderson estaba cada vez más cerca de perder el conocimiento, y ya no podía aguantar más. Algo fluía de su persona, dejándolo frío y vacío. Sabía que el final se acercaba. El mundo se oscurecía a su alrededor, la figura acuosa lo miraba en silencio.
La sombra se acercó sobre él y le levantó la cabeza por última vez para estrellarla contra el hormigón, un impacto que Henderson apenas sintió antes de hundirse en la completa oscuridad.
El trabajo estaba terminado.
Él no se volvería a despertar.