| HENRY |
A últimas horas de la tarde, el primer viernes de agosto, estoy haciendo un voto.
Yo. Henry Roberts, prometo preguntar siempre sobre las escaleras antes de levantar algo pesado. Prometo decir no a las cosas de vez en cuando. Prometo usar cualquiera de una plétora de excusas, como: estoy ocupado en el trabajo, tengo planes, o problemas en la espalda. La próxima vez que Andres necesite ayuda para trasladar su colección de esculturas.
En este momento podría estar en cualquier lugar, haciendo cualquier cosa, pero estoy sudando hasta morir en un estacionamiento en el centro de la ciudad, tratando de subir a un Hombre Polilla de dos metros de altura por una serie de estrechos escalones de concreto.
—Mas arriba— gruñe Knox desde abajo. —No quiero..— se escucha un sonido metálico. El flanco de Él hombre Polilla golpea la barandilla de metal y algo se cae. —Mierda— Knox maldice en voz baja mientras cambio mi agarre, logrando elevarlo unos cinco centímetros más.
—Espero que no necesite esa parte—
—El puede venir a buscarla después— murmuro. —Está bien creo que tenemos que inclinarnos, si—
Los dos subimos a El Hombre Polilla por las escaleras, un precario escalón a la vez. Es como mover un sofá solo que el sofá tiene bordes afilados que no puedes ver, te empuja cada vez que te mueves en la dirección equivocada y pesa tres veces más que cualquier sofá. Cuando llego al escalón superior, estoy sudando incluso más, Knox maldice en voz baja sin parar, y mi espalda siente que me arrepentiré de esto mañana. Y la puerta está cerrada. El tapón de madera que habíamos colocado allí ya no esta, así que balanceo la estatalizó sobre una mano y una rodilla, rezo y giro la perilla. Está cerrada.
Maldigo y re equilibro a El Hombre Polilla. Algo afilado se clava en mi muslo y, tres pasos más abajo, Knox hace un ruido de irritación cansando pero inevitable, cambiando de postura. Dejo de llamar y golpeo la puerta con el costado del puño tan fuerte como puedo, el ruido sordo es absorbido por el aire húmedo de agosto.
—¡Ey!— grito, ya sin aliento.
—Andy, ¿dónde estás?— Es jodidamente heroico, pero no grito malas palabras en medio de un evento familiar. Knox compensa murmurando algunas más . No hay respuesta, yo espero unos cinco segundos, luego golpeo otra vez, porque esta cosa es pesada y si nadie abre esta puerta pronto se romperá.
—Ese maldito idiota— gruñe Knox. —Qué demonios ¿se fue?— Las malas palabras son prácticamente el lenguaje del amor de Knox.
—Probablemente encontró la mesa de refrigerios y olvidó que iba a tener una exposición de arte— digo entre dientes, luego respiro profundamente.
—¡Hey alguien que venga abrir la puerta!—
—Lo juro por Dios, si aparece con una bolsa de jodidos Doritos en una mano...—
—¡Esta es la puerta contra incendios!—grita una voz desde el otro lado de la puerta —¡Vayan al rededor!—
Mi presión arterial sube. Juro por Dios que puedo sentir mis venas contraerse ante la voz al otro lado de la puerta, la última persona con la que quiero tratar mientras cargo a este hijo de puta y me suda las pelotas.
—¡No!— grito en respuesta, El hombre Polilla resbala un poco contra una palma resbaladiza.—Tenemos una escultura para...—
—Si lo abro, haré estallar la alar..—
—¡Está bien!— rugí. —¡Solo abrela!—
—Que carajo— gruñe Knox desde abajo.
—Es una puerta contra incendios— me grita,la voz pronunciando cada palabra a todo volumen como si fuera un pepino de mar con deficiencia mental.
—SI LA ABRO, LAS ALARMAS..—
—¡A LA MIERDA LAS ALARMAS!— Le respondo, olvidándome de no decir malas palabras por que Alanna Yamada me envía de cero a diez en medio segundo. —ABRE LA MALDITA PUERTA ANTES DE QUE TIRE ESTA COSA Y..— La puerta se abre de golpe y me golpea en el hombro.
—Mierda lo siento— ya dice Andres mientras, maldigo, El Hombre Polillas se tambalea peligrosamente. —Lo siento me quedé colgado con Lyla, ella quería asegurarse de haber escrito mi nombre correctamente en la placa y lo siguiente que se es que me dice lo emocionados que están todos por conocer a tu novia mañana y me pregunta si creo que será así—
Solo estoy prestando atención a medias mientras el mantiene la puerta abierta y llevo a El hombre Polilla más allá de él, hacia la oscuridad uno poco más fresca del backstage, haciendo todo lo posible para no chocar contra una pared o dejar que mis palmas sudorosas se resbalen sobre el metal. Parpadeo, deseando que mis ojos se adapten más rápido mientras la puerta se cierra de nuevo detrás de Knox. Dios me encanta el aire acondicionado. El pináculo del logro humano.
—¿Dónde quieres esto?— lo escucho preguntarle a Andres mientras los rostros se fusionan en la oscuridad. Entonces me doy cuenta de que la estoy mirando. Ella está justo dentro de la puerta, un ovalo que usa gafas, ojos oscuros y cabello oscuro con flequillo. Ella me mira furiosa, exasperada, con los brazos cruzados, como si fuera un gato que no puede decidir si quiere estar dentro o fuera. Toda su postura, todo su ser, emite. No puedo creer que tenga que lidiar con esta energía de idiota. Mi atención se clava en ella como una camisa holgada clavada en una espina. Parece que no puedo apartarla.
—No escucho la alarma— digo. Alanna no responde. Ella no hace nada, excepto tal vez fruncir el ceño un poco más.
—Henry. Mueve tu trasero—dice Knox. —Esta cosa es jodidamente pesada—
—Por ahí — nos dice Andres. —Al lado de Pie Grande. Esta vez no hay podio, así que simplemente ira al suelo...— Andres sigue hablando en lugar de ayudar mientras yo me arrastro hacia atrás. Detrás de él , Alanna entrecierra los ojos, de alguna manera me lanza una mirada aún más desdeñosa que la que ya me ha estado dando, y luego se adentra en la oscuridad. Retrocedo contra la pared.
—Henry— dice Knox, y giro la cabeza para poder ver hacia donde voy.
—Ojalá hubiera podido hacer a Pie Grande más grande— dice Andres, mirando la escultura, con los brazos cruzados en lo que he llegado a reconocer como su postura de pensamiento. —Relmente debería de sobresalir sobre los otros dos, ¿sabes?. ¡Rey de los dioses! Llueven relámpagos y truenos, todo eso—
—Creo que algo más grande nos habría matado a ambos— dice Knox, voz baja e inexpresiva. —Para empezar, casi morimos al meter eso en el asensor—
—No estuvo mal— dice, Andres. Knox deja que su silencio hable por el. Yo no estaba allí cuando él, Andres y nuestro otro amigo Marvin llevaron un tronco de roble de siete por tres a su estudio del cuarto piso, pero seguro que me enteré más tarde. Y escuché de eso, y escuché de eso.
—Creo que es majestuoso— ofrezco.
—Gracias—
Es el primer viernes de agosto, lo que significa que esta noche es la última noche de verano de Ojai hasta el año que viene, y la ciudad hizo todo lo posible. Cerraron el tráfico un par de cuadras de Main Street en favor de camiones de comida paseos en pony, eventos folklóricos. Cantantes, un escenario para la escuela de Ballet de Ojai y un mago callejero llamado El increible Dwyne Wyne que saca latas de cerveza vacías de una gorra de béisbol camuflageada con un anzuelo en la ala. No estoy seguro de quién aprobó ese último . Tal vez cambie a las latas de coca-cola para un evento familiar.
Estamos los tres en el escenario en el Museo histórico Irene Williams, que actualmente acoge al carnaval de recaudación de fondos de la SPCA del condado. Subasta del Pastel silencioso y Muestra de Arte. El carnaval que son solo juegos básicos como ponerle la cola a la tortuga , esta ubicado donde solían estar los asientos, la subasta de pasteles está justo en frente de el escenario, y la muestra de arte esta en el escneario. Las paredes estan revestidas de fotografías artísticas en blanco y n***o de animales en adopción y hay una barra de efectivo en la parte de atrás.
Las adopciones de SPCA son realmente cosa de Knox, y la exposición de arte es de Andres. Solo estoy aquí porque soy un tipo servicial y comprensivo que se pelearía a puñetazos por ese pastel de moras. Me paso una mano por el pelo, con las sacies rígidas por el sudor seco, contemplo el arte.
—¿No se supone que serían doce?— le pregunto a Andres, no por primera vez. —¿Si es el Olimpo de los Apalaches?—
—Claro, todo el mundo es un experto en mitología—
—Hay doce atletas olímpicos— dice Knox. —Todos saben eso—
—Mira, estoy trabajando en ello—dice Andres, y cambia de postura pasando una mano por su desgreñado cabello oscuro. —Vamos a llegar. Ahora mismo son tres. confórmense con eso—
Le doy mierda a Andres, pero ¿en serio? Estos son buenos. Tiene una perorata sobre los crípticos de los bosques remotos como mitología griega que me ha contado más de una vez, pero cuando estás parado frente a un Pie Grande de roble de dos metros de alto empuñando un rayo o un Hombre Polilla hecho con parte de auto desechadas, no necesitas todo eso. Solo necesitas ojos. Los tres simplemente miramos las esculturas en silencio durante un minuto antes de que otro pensamiento me asalte.
—Andy— digo, ¿Por qué Lyla cree que me voy a casar en primavera?
—Oh, si—dice Andres, casualemente, modificando algo en El hombre polilla. —Eso fue extraño. ¿Cree que se reunirá con tu novia mañana?— Del otro lado¿, Knox hace un ruido desgarbado que definitivamente es una risa.
—Vete a la mierda— le digo.
—No me digas que me vaya a la mierda, tu eres el idiota—dice, todavía riendo.
—Ella tiene muchas ganas de que finalmente se la presentes— Andres ahora sonríe,
—Y a que la inviten a tu boda— añade Knox. —En la primavera—
—Que época tan hermosa del año, la primavera—
—Ambos son unos idiotas— les digo.
—Mierda— agrego, principalmente para mi mismo.
—Si, pero ninguno de los dos le dijo a Lyla Ballard que teníamos novia— señala Andres. Alegremente.
—¿Por qué piensa...?— Empiezo pero no me molesto en terminar la frase porque no me importa. Trago fuerte contra el nudo de ira y resentimiento que se forma en mi pecho, respiro profundamente dos veces y miro hacia Pie Grande/Zeus mientras la vieja necesidad de golpear algo se desvanece lentamente.
No es asunto de Lyla si salgo con alguien o no. No es asunto de nadie más que mío y, supongo, con quién sea que salga o con quién no, pero por alguna razón olvidada de Dios, todos en Ojai parecen pensar que es asunto suyo, y no menos Lyla Ballard, la gerente de la oficina de Hayward & Marshal, Abogados en Derecho. Porque es extraño y antinatural acercarse a los cuarenta sin una pareja romántica. Por que si no tengo esposa ni novia, la posibilidad de tener novio o marido no parece haber pasado por la mente de nadie, aunque no se aplica aquí, debo estar desesperadamente triste, solo y carente.
Porque no hay manera de que pueda ser perfectamente feliz estando soltero. De ninguna manera, después de años de no poder encontrar a esa persona especial, lo preferiría. Aún así, decirle a Lyla que estaba saliendo con alguien solo para que dejara de preguntarme fue tonto, impulsivo, y ya he vivido para arrepentirme.
—Necesito una razón para romper con una novia— digo.
—Creo que ustedes dos deberían intentar hacerlo funcionar— ofrece Andres, sonriendo como un imbécil. —¿Has considerado la terapia de pareja?—
—Intenta llevarle flores— sugiere Knox. —Tal vez un soneto de amor—
—¿Ella ni siquiera existe y ustedes dos imbéciles asumen que fui yo quién la cagó?—
—Si ella no es real, no puede ser culpa suya, ¿verdad?— dice Andres.
Knox se encoge de hombros, con las manos en los bolsillos. Creo que está intentando no sonreír, pero puede se difícil distinguirlo detrás de la barba.
—Dile a Lyla y a tu jefe que no puede venir porque está ocupada rescatando un autobús lleno de huérfanos que está a punto de caerse por un precipicio— dice.
—O...ella tiene algo que ver con el trabajo—
—Mi novia tiene algo de trabajo desde hace casi tres meses— señalo.
—¿Y Lyla todavía te cree?— Miro por encima del borde del escenario a la gente en el piso de abajo, todos montando juegos de carnaval de cartón, arrastrando hieleras, poniendo pasteles en una mesa y colgando fotos glamorosas de varios perros y gatos. Probablemente debería estar ahí abajo, ayudando, pero en lugar de eso estoy aquí tratando de desenredar este maldito lío que he creado.
—Por ahora—digo. —Es por eso que necesito romper con esta novia, y luego tal vez estar tan desconsolado por eso que posiblemente no piense en ver a alguien de nuevo durante al menos un año— Eso podría quitarme a Lyla de encima por un tiempo y, por extensión, la mitad de la maquina de chismes de Ojai.
— Le diré que trabajo demasiado y que mi novia me dejo— le digo.
—Por otro hombre—ofrece Andres.
—Un playboy millonario con un super yate— añade Knox.
—Quién también es modelo de ropa interior y bombero —
—Que simplemente no había manera de que pudieras competir— dice Knox, y me pone una mano en el hombro. —Lo siento—
—¿Crees que no podría competir con eso?—
—¿Tienes un yate?— pregunta Andres.
—No necesito un yate para ser un mejor novio que un imbécil rico—señalo.
—Encierto modo, si lo necesitas—
—Chicos— interrumpe Knox con su voz más imponente de hermano mayor, a pesar de que es más joven que yo. —Henry, deja de pelear con Andres sobre si eres mejor que la gente ficticia. Andres, deja de incitar a Henry a pelear por personas ficticias, ya sabes como es—
—Lo siento papá—dice Andres, sonriendo. Los desconecto a ambos, luego recuerdo que estoy en el escenario de un evento familiar y meto la mano en el bolsillo.
—Bien— digo, y cruzo los brazos sobre el pecho. —Supongo que me han abandonando por un heredero naviero griego o algo así—
—Apunta alto— coicide Andres.
—¿Crees que ella me creerá?—
—¿Qué una mujer de la que te has negado a dar literalmente información te ha dejado convenientemente por un multimillonario? ¿Por qué no lo haría?—dice Andres.
—Andy— advierte Knox.
—No, tiene razón— digo y me froto la cara con las manos. — Mierda. Tal vez mañana vuelva a estar ocupada con el trabajo— Andres hace un ruido que claramente significa que eso no funcionara pero no puedo ser yo quién lo diga en voz alta. Knox frunce el ceño y contempla el arte. El silencio cae entre los tres.
—O— dice Knox, lentamente. Me giro y lo miro, con las manos en los bolsillos, luciendo severo y agreste como siempre con su cabello oscuro, su barba oscura y su eterno ceño fruncido.
—Simplemente consiga que alguien sea tu cita mañana y terminen después— dice. —El mismo resultado final, menos sospechoso—
—Es una idea terrible— le digo.
—¿Por qué ?— dice Andres.
—Porque— empiezo. Ambos me miran expectantes mientras comprendo las razones.
—¿No puedo llevar a una primera cita a cenar a la casa de mi jefe?—
—¿Obviamente tu cita está involucrada— explica Knox, como si se dirigiera a un niño. —Consigues una novia por una noche, ella recibe bebidas gratis y, no se, una tarjeta de regalo y flores o algo así. Haz que valga la pena— Aparto la mirada y maldigo en voz baja porque no puedo creer que se haya llegado a las citas falsas para obtener tarjetas de regalo. Dios, ¿qué me pasa?
El problema es que todavía no puedo encontrar una razón por la que sea una mala idea, o al menos no peor que cualquier otra cosa.
—Lo pensaré — les digo. —Debería ir a ayudar a configurar—
—Piensa rápido— dice Andres, mientras salgo del escenario.