CAPITULO 13:

1579 Words
Elena era alta y extremadamente delgada, su cabello era de un color rubio como el oro, de ojos verdes y rostro armónico. Daphne podría haberla confundido con un ángel vestida en aquel precioso vestido de novia, pero algo en ella la inquietaba. Quizás era el hecho de que la ignoraba completamente o que observaba a Dorian como si fuera un bocadillo. —¿Cómo estás bombón? Hace mucho que no te veía. Estas muy guapo—dijo la empalagosa voz de Elena haciendo caer delicadamente sus ojos hacia el. «Vamos Daphne recuerda que te pagan muy bien por esto, solo aguanta un poco más y no le partas la cara» se susurró a sí misma ella mientras observaba la situación. Elena era una perra, cada gesto de su cuerpo y de su rostro, cada maldita palabra que salía de su boca era premeditada. Al parecer Daphne no era la única capaz de engañar y manipular personas con puras sonrisas coquetas y halagos babosos. En silencio imploró a cualquier deidad que estuviera presente, que Dorian no cayera en sus juegos. —Si, es que estuve algo ocupado—contestó Dorian girando el cuerpo para quedar de frente a Daphne—Elena te presento a Daphne. Él extendió su mano para sujetar la de Daphne y mantuvo la vista fija en ella durante largos segundos. Las mejillas de ella se tornaron rosadas mientras le regalaba una hermosa sonrisa. —No sabía que tenías más amigas, creí que yo era tu única amiga—dijo Elena arrastrando la palabra amiga. Al parecer intentaba generar confusión y un claro enfrentamiento entre ellos, quizás quería jugar con Daphne aquellos juegos mentales sin saber que ella era la creadora y dueña de las reglas. —¿No lo sabías? Que extraño, Dorian me contó sobre tí en varias ocasiones—contestó Daphne con voz melosa dándole unos segundos de ego antes de que el propio Dorian culminará ese diálogo ensayado tantas veces. —No es de extrañar mi amor, lo mejor siempre se mantiene en secreto hasta que se hace real y uno lo puede gritar al cielo mismo—contestó él con la vista fija en Daphne mientras guiaba su mano a sus labios para dejar un cálido beso. Ambos se miraron con amor en sus ojos, un amor fingido pero que consiguió el efecto que buscaban. Cuando voltearon en dirección a Elena la encontraron con su rostro rígido, su mandíbula tensa y sus ojos repletos de odio dirigidos a Daphne; pero sólo duró medio suspiro, antes de volver a adoptar su máscara de amor infinito. —Tienes razón bombón, aún así me alegro por ustedes—escupió finalmente Elena. —¡Ahora entiendo porqué las mujeres en todo este lugar se alborotaron tanto, seguramente fue por tu llegada!—exclamó un hombre varios centímetros más alto que Dorian, de cabello color bronce, ojos color almendra y rostro amable. No le tomó mucho saber quién era, pero aprovechó los segundos que le faltaban para terminar de acortar la distancia, para observar y analizar. Amabilidad real, se dió cuenta Daphne al observar sus ojos. A diferencia de Elena, su sonrisa era torpemente natural, al igual que sus gestos o palabras. Rápidamente ella lo descartó como posible amenaza, solo se limitó a sentir lástima por él ya que estaba atrapado en la tela de una viuda negra.   —Amigo ¿Y esta hermosa señorita quién es?—agregó él extendiendo una mano hacia Daphne—permiteme presentarme, soy Jackob, mejor amigo de Dorian y el prometido de Elena. Daphne estrechó su mano regalandole una tímida sonrisa, el agarre en respuesta era firme y rebosante de confianza. —Soy Daphne, la novia de Dorian—contestó ella  fingiendo timidez. —¿Novia? ¡Mierda Dorian te felicito!—exclamó con notable entusiasmo Jackob exponiendo una radiante sonrisa. Las mejillas de Dorian adoptaron un color rosado natural, para nada fingido al tiempo que en su rostro se dibujaba una sonrisa nerviosa. —Gracias amigo, te felicito a ti y a Elena. No tuve la ocasión de desearles mucha felicidad antes, he estado algo ocupado—mintió Dorian, pero nadie, a excepción de Daphne se dió cuenta. Los labios de Elena se torcieron de forma sutil mientras escaneaba con sus ojos color aceituna podrida a Daphne, midiendola y preparando un mordaz ataque. Después de todo, Elena era una serpiente de guerra, quien no se quedaría de brazos cruzados mientras le arrebataba a sus víctimas. —No se a tí Jackob, pero a mí me sorprende que no la hubiera presentado antes.No tendrás vergüenza de ella ¿No Dorian?—escupió de forma venenosa Elena. Un ataque, para nada sutil. Pero un claro intento de medir sus agallas, incluso una trampa escondida deliberadamente por aquella cruel araña.  Entonces Daphne comenzó a jugar su juego, con sus propias reglas. —¡Oh! No, claro que no era por eso. Dorian se cansó de insistir en conocerlos, pero soy una persona demasiado tímida—contestó Daphne de forma inocente, observando a todos con ojos de cachorro. —Pero claro que ese es el motivo, ¿Porque Dorian tendría vergüenza de una mujer como ella?—comenzó a decir Jackob—Elena ¿Acaso no viste la hermosa mujer frente a nosotros?. —Si, Jackob tiene razón—contestó Dorian siguiendo el juego, mientras tomaba la mano de Daphne para dejar un sutil y cálido beso. El movimiento captó la atención de Elena, quien unió sus labios en una fina línea casi blanca y arrugó el ceño solo un poco. Algo que pasaría inadvertido para cualquier persona, a excepción de Daphne y su aguda visión de las personas. La reacción de la angelical mujer en vestido de novia y ojos podridos, hincho el ego de Daphne colmandola de orgullo.  Acababa de sumar un punto a su favor. —Entonces, ya que es tu novia, me imagino que será tu acompañante en los eventos que rodean nuestra boda ¿O estoy en un error?—preguntó Jackob mientras deslizaba un brazo por el costado de Elena, atrayéndola más cerca. Daphne sintió como todo el cuerpo de Dorian se tensó a su lado, estirando su brazo lo enredó en el de él y recostó su cabeza en su hombro. Un intento fallido por disimular su reacción, pero los ojos de Elena notaron el gesto al instante. —¡Si! Claro que seré su acompañante, será un honor que ninguna dama podría rechazar—contestó Daphne de forma amable, pero sus palabras eran mordaces cuchillos dirigidos directo a Elena. El rostro de esta se iluminó ante aquellas palabras, en sus ojos la oscuridad ondulante se alzó con malicia perversa. Pero no atacó, al parecer aquella mujer sabía que batallas luchas y elegía los campos de guerra a su convenir. —Bueno Jackob, será mejor que sigamos con las fotos y dejemos solo a estos tortolitos—dijo finalmente Elena, con repugnante amabilidad y gracia angelical. —Tienes razón mi amor, bueno Daphne fue un gusto conocerte, y Dorian… nos vemos pronto—contestó Jackob extendiendo la mano para estrechar la de su amigo antes de alejarse. —Nos vemos Bombón—contestó casi en un susurro Elena, su voz sonando repentinamente triste mientras lo observaba con ojos de corderito.  Con suma delicadeza se inclinó hacia el frente y dejo un suave pero extremadamente largo beso en la mejilla de Dorian. Cuando finalmente retiró los labios de su piel, solo le dedicó una frívola mirada a Daphne diciendo. —Un gusto conocerte Daphne—. Antes de darse la vuelta y regresar junto a su futuro esposo. Las emociones se estrujaron en el pecho de Daphne, al final Elena había ganado esa batalla. Sus hipótesis eran acertadas, como de costumbre, y ahora tendría quizás el trabajo más difícil en mucho tiempo. No sabía si alegrarse por al fin encontrar una digna adversaria, o enojarse al punto de querer romper su estúpido vestido en mil pedazos por manipular a Dorian y a Jackob a su antojo. —Tenía razón, Elena está atrapada en este matrimonio. Ella aún me ama—susurró Dorian en su dirección, sus azules ojos brillando de alegría por primera vez desde que se conocieron. Daphne no tenía respuesta alguna para él, no se sentía digna de romper su corazón de aquella manera. Entonces hizo lo único que podía hacer, le sonrió con alegría real. No por lo dicho sobre la perra de Elena, alegría porque Dorian se había alejado un paso de la oscuridad que atormentaba su corazón, incluso sus ojos ahora eran más que solo cuencas con fragmentos de mar, Daphne ahora podía ver el mismísimo océano vibrante de vida en ellos. —Daphne tu eres un ángel que apareció en mi camino para ayudarme—agregó Dorian, su sonrisa igual de brillante que sus ojos. Era más guapo que antes, se dió cuenta Daphne. Mucho más encantador y sexi. —No te confundas Dorian, yo soy el maldito belcebú. Y tú mi buen amigo, firmaste un contrato con él—contestó Daphne regalandole una sonrisa socarrona. —No me importa, te puedes quedar con mi alma si así lo deseas. Quédate con todo Daphne si es que quieres—contestó Dorian extendiendo su brazo hacia ella nuevamente. Daphne sintió un creciente cosquilleo en su estómago, pero no contestó a sus palabras. Por el contrario, se aferró a su brazo y comenzaron a caminar deslizándose de forma sutil entre el laberinto de rosas.
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