Capítulo 4

1949 Words
– Te odio –Me mantengo mirando a la rubia que sostiene la puerta con una mueca en la cara. – ¿Disculpa? – Te odio, Lexy. – j***r, ¡Que no me digas Lexy! – Dime cómo es posible que tengas el cabello tan perfectamente arreglado. – Ah eso… –rasco mi nuca en respuesta, pienso un momento, pero lo único que sale es: No lo sé. – No lo sabes… – Fab escruta mi cara buscando algún signo de que este mintiendo, pero no lo encuentra, frunce el ceño y toma mi muñeca para arrastrarme dentro de su casa. – ¿Cuánto tiempo tenemos? – Bueno, mis padres dejaron al troglodita en casa de sus amigos para ver películas, –relato mientras hacemos nuestro camino al cuarto de Fab. Ella y sus padres viven en un apartamento dúplex, y los cuartos están en el piso de abajo. Para llegar a estos hay que bajar por una –endemoniada y jodidamente oscura– escalera de caracol. – ¿Todavía sigue con la obsesión por The Avengers? – Si, pero prefiero que se obsesione con eso y no con pornografía o música de gente tuki. – Algo muy cierto. –Llegamos al cuarto –palacio rosa– de Fab. – ¿Trajiste todos tus vestidos? – Solo tengo 3, y no me gusta cómo me quedan. – Y yo tengo bastantes, pero eres dos tallas más gorda que yo… – Oh, vaya. Gracias por tu sinceridad. – Sin bullying no hay amistad, nena. Nos tiramos en la cama y comenzamos a ver revistas con ejemplos de vestidos para las temporadas decembrinas. Corrijo: Fab lo hace mientras veo televisión. No soy una chica que le gusta andar en vestidos y bien arreglada, tampoco soy de las chicas fiesteras, pero si disfruto pasar tiempos divertidos con mis amigos. El título de loca por las fiestas y modelo profesional le pertenece a Fab. Ella es modelo, literal. – Todos estos modelos no están a nuestro alcance. O son muy caros, o muy feos, o no hay la talla, o simplemente no están disponibles en el país. – Vaya problema…– Cambio de canal con el mando de la televisión, buscando alguna película que valga la pena. – ¿Trajiste tu billetera? – Si… ¿Por qué? –Vuelvo mi cara para ver a Fabiana, y el rostro se le ilumina dramáticamente. – ¿No estarás pensando…? – ¡Nos vamos de compras! – ¿Qué? ¡No podemos salir así como así! ¿Dónde están tus padres? – En el club, y no regresan hasta la noche. –Fabiana me mira con cara de satisfacción. – ¿Estás loca? Si mis padres se enteran de que salí de tu casa me quemaran viva. – No tienen por qué enterarse. –Su cara formula una sonrisa muy parecida a la del gato de Alicia ­– No, no y no. No puedo gastar más dinero. Estoy ahorrando para cuando llegue Divergente. – ¡Anda! Sera divertido. – Igualmente, la única opción que tenemos es el IPSFA*, porque la boutique que está aquí bajando es demasiado cara para mis ojos y mi ritmo cardiaco. – Entonces iremos al IPSFA. – Pero si esta hasta abajo, ¡En la avenida! – Bueno, haces ejercicio. – ¿Y si todo está caro? –Tranquila, llevare también mis tarjetas. Tengo ganas de comprarme unos zapatos que combinen con mi vestido fucsia. – Pero… –Soy interrumpida por la mano esqueléticamente blanca de mi amiga. ­– Nada, iremos de compras, como adolescentes normales. Te guste o no.  ¿Qué hice para merecer esto? ƒ -– Fabiana Stacy, decídete de una vez. O los de 15, o los de 20. –Suelto ya irritada mientras masajeo mi cien con mi dedo índice. – Es que… ¡no se! Que alguien me mate, por favor. – Mira Lex, los de 15 combinan a la perfección con mi vestido, pero los de 20 me hacen ver más alta y levantan más mi trasero. Además ¡Tienen brillitos! – ¡Entonces llévate los dos! –Fabiana medita por un momento, y luego sonríe de manera exagerada. – ¡De acuerdo! –Toma los dos pares de zapatos y da brinquitos mientras de dirige a la caja, yo pongo los ojos en blanco, resistiendo la sensación de arrancarme la piel de la cara. A diferencia de mí, Fabiana Stacy es una defeca-dinero autentica. Le toma por lo menos 10 minutos pagar los pares de zapatos, algo irónico, porque le llevo por lo menos hora y media decidirse. Recibe la factura y salimos de la zapatería, conmigo mirando a todos los lados, pendiente por si no viene ningún ladrón que quiera robarnos, secuestrarnos, picarnos en pedacitos y convertir nuestros restos en mermelada. – Nunca me dijiste que sacrilegio le hiciste a tu pelo para que quedara tipo comercial de Pantene. –Me vuelo hacia mi amiga que está zarandeando feliz su bolsa con sus nuevas adquisiciones. – Sinceramente no lo sé. –Pasamos por una tienda de ropa interior y Fabiana se detiene para mirar pijamas. Fabiana Stacy, un espécimen extremadamente raro, edición limitada. – ¿Estás segura? –Pregunta mientras inspecciona una camiseta de pijama con la torre Eiffel como logo en busca de la etiqueta con el precio. – ¿No será que tu mama mezclo diferentes tipos de shampoo? – Si eso hubiera pasado, ahorita olería a una mezcla de lavanda, rosas y colonia de bebe. – Puaj. – Si, lo sé. Fabiana se adentra más en la tienda y yo aprovecho para comprarme una malteada en el puesto que se encuentra en frente. El tema de mi cabello me lleva rondando por la cabeza todo el día. Cuando me levante esta mañana, sentí inmediatamente que mi cabello estaba suelto, pero no le di mucha importancia, en realidad a veces me pasaba, no apretaba bien la cola la noche anterior y al día siguiente amanecía nadando por olas de almohadas y sabanas. Pero esto era diferente, cuando suele pasarme eso –de que la cola se suelte– la busco hasta encontrarla y me sujetaría el cabello en una cola normal, pero hoy, cuando busque la cola, la encontré rota. La mire por un segundo extrañada y luego me encogí de hombros, pensando en que tenía que decirle a mi mamá que comprara otro paquete de colas. Pero no contaba con que mi cabello estuviera de manera tan arreglada que hasta el propio estilista de Lady Gaga estaría celoso, y no estoy exagerando. Cuando me vi en el espejo del baño, solté un chillido de horror. Mi cabello estaba perfecto, demasiado perfecto. Estaba lizo todo y en las puntas se creaban hondas naturales que creaban una vista agradable a cualquiera. Menos para mí. Cuando iba a la peluquería y me secaba el cabello, siempre salía con este extremadamente baboso y liso. Nunca, en mis 15 años de existencia, había tenido ondas tan naturales como las que tenía en ese momento. Sacudí mi cabeza mil veces y desordene mi cuero cabelludo para volverlo a la normalidad, pero solo empeoro. Ahora era una masa de cabello castaño oscuro liso, arreglado, ondulado y desordenado en la puntas, y para mi infortunio, se veía mejor. Había intentado recogerlo con colas, pero estas se rompían. Me había intentado hacer trenzas pero estas se soltaban, incluso enrollarlo con pinzas o palillos para el cabello. Pero nada dio resultado, era como si mi cabello hubiera cobrado vida y se hubiera rehusado a volver a su estado inanimado y natural: liso hasta la punta de mis orejas, ondulado hasta llegar a las puntas, las cuales eran completamente rulas. Por un momento, las imágenes de cultos griegos, celtas y de más explotan en mi mente, pero los aparto inmediatamente. Esto no puede estar relacionado con lo que me ha estado pasando toda la semana, si es que me han estado pasando cosas raras. Entonces, Fabiana sale del local con una bolsa pequeña en las manos y se dirige hacia mí con una pequeña sonrisa. – ¡Ahora es tiempo de encontrar tu vestido! – ¿Qué compraste? – Unas medias, solo por si algunos de mis zapatos se ponen cómicos durante la fiesta, ahora vamos Rapunzel, vamos a la tienda que está en el piso de Nacho*. A regañadientes me levanto y entrelazo mi brazo con el de ella, y subimos hacia la dicha tienda. Al llegar, mi amiga me arrastra al interior de la tienda, entonces nos separamos: ella va a ver vestidos a la zona de colores pasteles y yo la de colores oscuros. Amo los colores oscuros. No, no soy gótica, ni emo, ni nada parecido. Deslizo mis dedos por las diferentes faldas de los vestidos, sintiendo la variedad de telas y materiales. Es cuando algo me hace cosquillas en las yemas de los dedos, me detengo y vuelo al lugar donde se encuentra ese vestido. Lo primero que mis ojos captan es un tono de verde realmente oscuro y brillitos que se concentran en la parte de la cintura. Hago una mueca y me dispongo a seguir observando, pero un pitido en mi subconsciente me dice que lo tome y lo vea. – Qué más da. Saco el vestido y abro los ojos de manera desmesurada. Es corto, debe llegar por lo menos un poco más arriba de la rodilla, es suelto de la cintura para abajo y brillos plateados bailan por toda la falda, pero la mayoría se concentran en el área de la cintura formando pequeños copos plateados de nieve brillosos. Su escote es algo increíblemente extraño, porque es como si fuera una sonrisa. Tela transparente brillosa sostiene cada esquina de la sonrisa-escote y terminan hasta atrás en un escote de espalda en “V”. Es la cosa más perfecta que he visto en toda mi aburrida existencia. – ¿Dónde están los probadores? –Una vendedora señala unos cubículos detrás de una repisa para zapatos y salgo corriendo en esa dirección. Me despojo de mi vestimenta rápidamente y me meto dentro del vestido, y ¿Qué creen? Es de mi talla. Cuando subo el cierre que se encuentra en el costado izquierdo y me veo en el espejo, suelto un gritito de impresión. Me queda, justo y perfecto. El escote-sonrisa me realza los pechos de manera estilizada pero no vulgar. Las pompas se ven igual pero eso se puede solucionar con unos tacones –desgraciadamente si, se de moda, gracias a la chica psicópata loca por la ropa que tengo por mejor amiga–. Los lados de la cintura se apegan bien a mi cuerpo, creando una buena silueta en forma de reloj de arena. Cuando salgo del probador para llamar a Fabiana, ella ya me está esperando fuera con una sonrisa socarronamente traviesa. – Te vez jodidamente sexy. – ¿En serio? –Mi amiga asiente. – Del modo que estas a punto de ir a una fiesta con tu mejor amiga y dejar a todos los chicos babeando y queriendo montarte como si fueras un pony salvaje. – ¡Fabiana! ¿Les mencione también que mi mejor amiga también es la chica más pervertida existente en la galaxia? ¿No? Pues entérense. Esa chica leyó el Kama Sutra de Grey, dos veces. – Te ves hermosa Lex. –Dice mi amiga soltando una carcajada risueña. – ¿Lo llevo? – ¡OBVIO! ¿¡QUE CLASE DE PREGUNTA ES ESA!? – Bueno, ya cálmate. – ¿Cómo quieres que me calme? Mi niña se ha vuelto toda una mujer adulta y completamente violable. –Su rostro forma una sonrisa maternal y sus ojos brillan con mirada soñadora. Se limpia una lágrima falsa de la mejilla y un par de vendedoras sueltan risitas disimuladas. Inmediatamente golpeo mi frente con la palma de la mano. Fabiana Stacy, señoras y señores. Vuelvo al probador y me saco el vestido. Al salir, voy a la caja donde pago la prenda. Para sorpresa mía, los vestidos que se encontraban en la zona de colores oscuros están en 15% de descuento, y el vestido que escogí en particular pertenece a la colección navideña “Regálate un vestido” la cual tiene un 30% de descuento en toda la mercancía, por lo que termine pagando la mitad que lo que costaba realmente el vestido. Tomo la factura que me tiende la cajera, la guardo en la bolsa no sin antes dar las gracias por los servicios. – Ahora repasaremos distintos tipos de maquillaje y peinados. - Suelto un suspiro lastimero mientras sigo a mi rubia amiga. Comienzo a llorar internamente. Sinceramente, el universo me odia.
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