“Solo… no dejes que te muerdan…”
Uno de ellos se acercaba majestuosamente rápido hacia mí, y para colmo me estaba quedando sin municiones. Mire a mi alrededor para localizar algún arma, pero para cuando volví mi vista, esa cosa ya estaba encima de mí.
Retrocedí rápidamente y mi espalda dio con el final del callejón ¿Por qué había sido tan estúpida? ¿Por qué demonios me había metido en un callejón sin salida?
Volví a disparar hacia ese monstruo pero al tercer disparo escuche el definitivo click que indicaba la ausencia de balas, entonces me retuvo contra la pared con una mano jodidamente fuerte y con la otra sosteniendo mi cuello. Por un momento vi una persona normal, que pudo haber tenido una vida normal, con familia, si no la hubieran mordido y no se hubiera infectado.
Intente patearle la entrepierna, pero solo conseguí que se enfureciera más y aplicara más fuerza en la mano que retenía mi cuello.
Entonces lo vi a él, piel perfectamente bronceada, hoyuelos formándose en sus mejillas cuando sonreía y nariz perfilada. Pero sus ojos amarillos brillaban débilmente, y tenían un aura verde enfermiza, como si supiera lo que estaba haciendo, pero no podía evitarlo.
Entonces me mordió.
Despierto con la respiración acelerada y un dolor atravesando mi brazo izquierdo. Sacudo mi cabeza repetidas veces para despabilarme un poco, y es entonces cuando reparo en la pantalla del televisor encendida. Me enderezo en el sillón mientras froto enérgicamente mis ojos cuidando no hacerme daño con mis propias uñas.
Las desgraciadas ahora si se dignaban a crecer.
Tomo el mando de la tv y quito los créditos que indicaban que una película acababa de terminar. Me levanto y me acerco para apagar el DVD cuando veo el estuche abierto sin el disco dentro. Lo cierro, haciendo una nota mental que para la siguiente vez que vea una peli, saque el disco antes de apagar el DVD.Veo la portada del estuche y sofoco una carcajada en mi garganta. “World War Z”, esto explica las cosas.
– Nunca sería tan estúpida como para correr a un callejón sin salida con un zombie detrás de mí y sin municiones.
Hago unos cuantos cambios a la televisión, oprimo unos cuantos botones y pongo Warner Channel, y para mi gratitud, en 5 minutos empezara un especial de The Big Bang Theory. Sonrió ante el televisor y me dirijo al baño para lavarme la cara, son las 10:25 pm, y no pienso perderme de un especial con Sheldon Cooper.
Entro al pequeño cuarto de baño y me miro en el espejo. Mi cabello es una tomuza desastrosa.
Lo amo.
Hoy en la mañana amaneció siendo desfigurado y anormal de nuevo. Abro el grifo y salpico mi cara con el agua fría que corre para eliminar cualquier signo de sueño para poder ver el especial.
Una nueva punzada recorre mi brazo izquierdo e inmediatamente me quito la camiseta de Batman que llevo usando como pijama desde los 10 años. Veo mi hombro izquierdo y parpadeo varias veces.
La cicatriz estaba totalmente curada, lo único que había eran unos puntos blancos en donde supongo que se encontrarían dientes…
Bueno, esto es nuevo.
Tal vez fue por esta razón que Fab no noto las marcas blancas cuando me probé el vestido el sábado.
Paso otra vez la camiseta de Batman y salgo del baño. Me acomodo nuevamente en el sillón una vez que llego a la sala y me dispongo a ver The Big Bang Theory mientras una sonrisa se codifica en mi rostro.
– Mamá, Gabriel ya no es un niño pequeño. –Saco suavemente la caja para colorear de Monsters University del carrito de compra. – Ya tiene doce años.
Mi madre suspira.
– Ya lo sé, querida. Pero es difícil pensar que mi bebito ya se está convirtiendo en adolescente –me voltea a ver, con los ojos llorosos, y toma mi mejilla con su mano–, y que mi bebita ya se está haciendo toda una mujer.
Volteo los ojos.
Madres...
– Mamá, no empieces con esas tonterías. Vayamos a la tienda que te dije para comprarle al engendro algo de Wolverine o Thor. –Antes de darle tiempo para protestar, comienzo a caminar para salir de la juguetería en la que mi madre me obligo a entrar.
Al salir de esta, paseo por enfrente de los locales y tiendas en busca de la que Gabriel menciono para comprarle su regalo de navidad de una vez por todas.
Me toma alrededor de 20 minutos encontrar la dichosa tienda.
Es pequeña, microscópica la verdad, no más grande que mi habitación. Pero está repleta de cosas geniales: comics, figuras de acción coleccionables, llaveros, bustos de personajes fantásticos, camisas, chaquetas, etc. Y es perfecto, porque mi hermano ama todas estas cosas.
Me detengo a observar cada producto a la venta, hasta que me decido por una chaqueta negra con la imagen de Wolverine con las garras de metal afuera, y él tratando de salir de la chaqueta. También escojo un llavero con el águila característica del logo de S.H.I.E.L.D.
– ¿Estas son las cosas que le gustan ahora a tu hermano? –Pregunta mi madre mientras veo un busto de Frodo en una esquina.
– Si mamá. Tal vez si pasaras más tiempo con él en vez de ver esas novelas romanticonas tuyas, sabrías que el ya creció… un poco.
– No hables así de tu hermano, ni de mis gustos televisivos. –Suelto una risita y ella me reprocha con la mirada– ¿es esto lo que le vamos a comprar?
– Si, tú ve a pagar. Yo seguiré viendo. –Mi madre me mira con cara molesta y yo pongo las manos en ambos lados de mi cadera– Tu eres la que trabaja aquí, no yo.
Ella bufa, pero camina hacia el cajero con la chaqueta y el llavero en mano.
Sigo viendo las productos que ofrece la tienda, hasta que llego a una pequeña vitrina con el nombre de “Cosas mitológicas, literarias, y fantásticas”. Doy con un anillo de oro –tal vez falso– rodeado de una cadena del mismo material, del Señor de los Anillos supongo.
Me topo con varitas parecidas a las que usaron en las películas de Harry Potter, una réplica de la máscara que uso Halley Berry para interpretar a Gatúbela, entre otras cosas increíbles.
Entonces mis ojos dan con la escultura de una loba, su pelaje es de color crema muy claro, es del tamaño de mi mano y con 10cm de altura aproximadamente. Sus ojos son de un oro brillante, me acerco un poco más para poder detallar mejor los rasgos de su rostro cuando sus ojos brillan.
Sus irises se iluminan, haciendo que el dorado brille el doble, con una delgada línea cerca de sus pupilas de color naranja oscuro.
– ¿Cuánto por la loba? –Me vuelvo para ver al cajero, el cual le está explicando animadamente todas las legiones de súper héroes, mutantes y villanos de Marvel a mi madre.
– La despache hoy, te la dejo en 390bs. –Dice el chico mientras saca un comic de Las Tortugas Ninjas para mostrárselo a mi mamá.
– Y ya trae las baterías, ¿no?
– ¿Baterías? –El chico se vuelve para observarme confundido.
– Si, para que sus ojos se enciendan…
– No, no necesita baterías. Y sus ojos no se encienden. –Lo miro extrañada.
– Pero si están brillando… –Me vuelvo para señalar a la loba, pero sus ojos ya no emiten ninguna luz, y son de un común color marrón, como la mayoría de los lobos, sacudo la cabeza un poco y me vuelvo al cajero. – Olvide lo que dije, estoy un poco loca. Me la llevo.
Después de pagar mi auto-regalo de navidad, mi mamá y yo salimos de la tienda y nos dirigimos a McDonald’s, a petición de mi estómago rugiendo.
Al llegar me siento en una mesa desocupada para dos mientras mi mamá va por la comida. Aprovecho para sacar a Jía –sí, ese es su nuevo nombre–. Una vez fuera de su caja, la tomo de su base y admiro cada detalle de su cara y su pelaje.
Una vez más, los ojos de Jía se iluminan adoptando un matiz oro brillante. La suelto en la mesa en acto reflejo atrayendo miradas curiosas a mi alrededor.
– ¿No tienen algo mejor que hacer? –le suelto a un par de personas.
Vuelvo a tomar a Jía y la acerco con discreción, sus ojos aun encendidos. De un momento a otro siento unas puntadas en mis mandíbulas superior e inferior.
– Es muy bonita. –Mi madre deja mí las bandejas en la mesa y se sienta en la silla que está en frente de mí.
– Es increíble. – Concuerdo.
Comenzamos a comer, y el hambre vence mis modales, adquiriendo la actitud de caníbal-cavernícola y devoro mi hamburguesa.
– ¡Alexia! ¿Qué le paso a tus dientes? –Miro confundida a mi madre, entonces siento dos cosas puntiagudas y afiladas en mi boca
– ¿De qué…? –Mi voz suena obstruida, me llevo los dedos a los dientes y dejo caer lo que queda de hamburguesa en la bandeja.
Mis colmillos están largos y filosos, paso mi índice por ellos y cuando lo retiro veo un hilillo de sangre que sale de un pequeño hoyo.
Salgo corriendo al baño, llevándome unas cuantas personas en el camino. Al llegar saco a todas las mujeres que se encuentran dentro y cierro la puerta, colocando a la papelera apoyada en esta para que no la abran desde afuera.
Me inclino en el lavamanos para ver mi reflejo en el espejo y abro la boca.
Suelto un chillido ahogado y doy varios pasos lejos del espejo.
– Pero qué demonios…
Mis colmillos están largos y filosos, tanto los de arriba como los de abajo.
Entonces siento como mi hombro izquierdo se calienta rápidamente y mis uñas se alargan de manera desenfrenada en mis dedos.
Me acerco al espejo nuevamente y observo detalladamente mis colmillos en nuevas dimensiones, un calor nace en lo más profundo dentro de mí y me encabrono de inmediato. Un gruñido se forma en mi garganta y abro la boca para que salga, pero cuando lo hace suena increíble potente pero no demasiado ruidoso, como el de un animal…
La imagen de Jía y sus ojos dorados viene a mi cabeza.
Miro mis manos, y luego el espejo.
Algo me está pasando.