3. Una princesa...

1305 Words
Capítulo 3. Una princesa indomable. Llegar a Sol no sería nada fácil. Los hombres que la rodeaban eran más que simples escoltas. Eran guardias personales, sombras entrenadas para protegerla a toda costa. Ella no era solo la hija de Alexander Valetta, Sol era su arma más letal. Nadie se acercaba a ella sin permiso. Pero para Enzo Parodi nada era imposible, y menos acercarse a una bella dama, porque para eso nunca tuvo que pedir permiso, menos cuando ya había demostrado que podía hacerlo. Él espero su momento, la estuvo observando durante parte de la noche, sigiloso, sereno. La vio apartarse de la multitud tras hablar con algunos aliados de la familia y la vio dirigirse hacia los balcones, su vestido blanco pegado a su cuerpo ondeaba con cada paso al ritmo de sus encantadoras y delicadas caderas, todavía no podía creer que todos pudieran confundirla con una Valetta, a leguas se podía notar la clase que emana al andar, aun cuando parecía querer demostrar dureza, nadie podía quitarle esa clase que solo quienes conocieron a fondo a los Rossell sabían que tenían. Sin dudarlo, la siguió. Salió al balcón detrás de ella y cerró la puerta con la calma que lo caracterizaba. Sol ni siquiera se giró para mirarlo. -- Si buscas compañía, te has equivocado de mujer – le dijo sin mirarlo. Su voz era tan fría como su reputación. Enzo solo sonrió. -- Oh, no lo creo – Sol giró la cabeza, su mirada afilada lo analizó en cuestión de segundos, su rostro la impacto. Era el mismo hombre que había encontrado en las bodegas de su familia, justo antes de tener que alistarse para la fiesta. Sol estaba segura de que no pertenecía a los hombres que la estaban atacando, porque él la había ayudado, pero lo observaba con desconfianza, en un principio había pensado que era un empleado de su padre, alguien que estaba ahí para protegerla y que quiso pasarse de listo con ella, pero al verlo ahí, frente a ella, dudo. -- No recuerdo haberte dado permiso para hablarme – le dijo. Debía asegurarse de quien era él. -- Tampoco recuerdo que me lo hayas negado, pero eso no me importa. No acostumbro a seguir órdenes… nunca – Sol entrecerró los ojos. Por primera vez en años, alguien se atrevía a desafiarla. Y eso le comenzaba a gustar. -- ¿Quién eres? – Enzo no dejaba de observarla, ¿No me recuerdas? Se preguntaba para sí… ¿cómo es posible que hayas olvidado aquel horror?… ¿No recuerdas la cruz que te di en aquella noche de fuego? Pero él conocía muy bien la respuesta. Claro que no lo hacía, podía observar su cuello libre y darse cuenta de que la joven no llevaba nada en él y ¿Cómo no? Si los Valetta se habían asegurado de borrar todo rastro de su pasado. -- Perfecto – pensó. Sí ella no lo recordaba, entonces él tendría una ventaja. Enzo dio un paso más cerca de Sol. -- Enzo Parodi – se presentó, estirando su mano a modo de saludo. Su nombre hizo que ella arqueara una ceja. Había escuchado hablar de esa familia, su padre comentó alguna vez sobre ellos. -- Los Parodi no han estado aquí por décadas – pensó en voz alta. -- Asi es, pero ahora yo he vuelto – Sol lo observó en silencio, con la misma expresión imperturbable que usaba para manejar a los hombres que consideraba débiles. Pero Enzo no era un hombre débil. Y Sol no tenía idea de que su peor enemigo acababa de presentarse ante ella. Sol sonrió -- Creo que esta noche se volverá más interesante señorita Valetta – la reto él, adelantándose y acercándose peligrosamente a ella. El silencio entre ellos se hizo profundo. Sol entrecerró los ojos, observando a Enzo como si intentara descifrarlo. Él la retó a moverse, a reaccionar, a demostrar que no era la muñeca de porcelana que los Valetta querían que todos vieran. Y como Sol nunca retrocedía ante un desafío, también avanzó un paso hacia él, con la barbilla en alto. -- Dime, Parodi, ¿qué te hace pensar que puedes acercarte a mí así de fácil? – Enzo sonrió, era lo que quería, buscar una reacción de la princesa de hielo. -- Porque los hombres como yo nunca pedimos permiso – le dijo y de pronto lo hizo. La besó por segunda vez ese día. Fue un movimiento rápido, inesperado. Un choque de labios que no buscaba ternura ni permiso. Sol se quedó inmóvil por un segundo, sorprendida por el descaro, por la osadía, por la maldita audacia del hombre frente a ella, pero luego su reacción fue instantánea… la cachetada se escuchó como un disparó en la noche, se lo había permitido en la bodega porque estaba apurada. Pero ahora… ahora todo era diferente. Enzo ni siquiera se inmutó. Solo mostró una sonrisa mucho más amplia, ese roce le supo a gloria. -- Eso estuvo mal Parodi – le dijo ella, con voz gélida. Él inclinó la cabeza decidido a no darle tregua. -- No vi que me detuvieras princesa – la volvió a retar. -- No me subestimes – pero antes de que pudiera responder, lo siguiente que sintió fue el frío del metal contra la parte baja de su abdomen. Enzo bajó la mirada solo para encontrar el cañón de una pistola presionando fuertemente sobre su m*****o. Una Glock plateada, compacta y letal. Pero, lo más impresionante era de dónde demonios la había sacado Sol. -- ¿Escondías un arma bajo ese vestido? – le preguntó con diversión. -- Entre mis muslos para ser exacta – le corrigió ella, con una sonrisa helada en sus labios. -- No es fácil de detectar, ¿verdad Parodi? -- Mierda – susurró para si. Cada segundo que pasaba, Sol Valetta se volvía más fascinante. -- ¿Y qué piensas hacer con eso? – inquirió Enzo, sin moverse. Ella presionó el cañón con más fuerza contra su piel, él se mordió el labio inferior, la situación lejos de parecerle peligrosa le estaba pareciendo excitante. -- Me aseguraré de que este sea el último beso que me robes – le dijo con total seriedad. Perfecto pensó él, si Sol quería jugar peligroso, él iba a subir la apuesta y con un movimiento tan rápido que apenas pudo reaccionar, Enzo atrapó su muñeca y la giró contra la baranda del balcón. Ahora era ella la que estaba atrapada entre su cuerpo y el soporte de madera. El arma quedó bloqueada entre ambos, pero Sol no se dejó intimidar, al contrario, se veía entretenida. -- Te estás metiendo en un juego peligroso, Parodi – -- Siempre me gustaron los juegos de alto riesgo señorita Valetta – susurró él, con la boca apenas a centímetros de la suya. Por un momento, el mundo desapareció para los dos, solo se podía sentir el frío del metal, el calor de sus cuerpos y, la adrenalina bombeando en sus venas… Sol no desvió la mirada, ni por un segundo. Ella nunca apartaría la vista del peligro y Enzo Parodi se había convertido en eso para ella. Enzo la soltó lentamente, permitiéndole recuperar su libertad. Ella bajó el arma con calma, como si nunca hubiera estado a punto de matarlo. Pero antes de que él pudiera alejarse, Sol se inclinó y le susurró algo al oído. -- Si vuelves a tocarme sin permiso, no dudaré en disparar y ten por seguro que nunca he fallado – Y dicho eso, caminó hasta la puerta, la abrió con la misma lentitud con la que la guardo su arma bajo su vestido y desapareció dentro del salón. Enzo se quedó allí, con la adrenalina palpitando a mil por sus venas. -- Joder… Definitivamente, esto sí que va a ser divertido – susurró.
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