Capítulo 2: Un Ángel en traje.

1075 Words
*Minutos antes* °Narra Marta Benetton° —Matías no te sueltes de mi mano, te lo pido. —Sí, mami —me responde con su voz agitada. —Por aquí... —exclamo, refiriéndome a la esquina que estamos por doblar—, apresura tus pasos mi niño. —Hago todo lo que puedo mami —jadea mi niño, con el claro sudor en la frente, por nuestra dura corrida. Me encuentro escapando, con mis dos hijos, entre las inmensas calles. Mis lágrimas rebosan en cantidad sobre mi frío rostro. Estoy en pánico al sentir, como caen por mi quijada, las pequeñas gotas calientes de sangre, de mi labio reventado. Tengo a mi Cloe, de un año y medio, cargada en mi brazo. Y, a mí, Matías, de 8 años, sostenido de mi mano. Es horrible hacer una cosa así, por huir de mi violento esposo. —¡Marta! —escucho de nuevo, la voz de Jesús detrás de mí. Mi corazón no deja de latir demasiado acelerado. Tengo miedo, no quiero que me alcance. Después de largos años de soportar sus maltratos, decidí irme de la casa. No tengo familia, ni conocidos. Por ello, sin saber a dónde huir, me mantuve prácticamente prisionera bajo un matrimonio aterrador. Hoy, sin embargo, ya no soporté más. Jesús llegó al límite de meterse con los que más amo. &&&&&&&&&&& FLASHBACK Nos encontramos comprando para el almuerzo del día, en el mini Marquet cerca de nuestra casa. Jesús, como siempre, me hace la guardia por detrás mientras yo sostengo el coche del bebe y cojo la mano de mi hijo. Al terminar de reunir lo fundamental, Mauricio, el dueño del lugar, me recibe muy sonriente. Eso es lo usual de él y nunca me ha molestado, siempre debe mostrar ese rostro a sus clientes, sin embargo, esta vez me pongo tensa porque Jesús está observando. —Gracias —le digo temblorosa, al parecer Mauricio percibe la mirada de Jesús y se intimida un poco. Salgo rápidamente del lugar y, comienzo a avanzar apresuradamente hasta nuestra casa. Al llegar, posiciono las compras sobre la mesa y Jesús viene directamente a tirarme una bofetada. —¡Eres una maldita perra! —me grita con sus venas sobresaliendo de su rostro. Esto es siempre lo usual en él, es extremadamente posesivo y celoso. Pero esta vez, es demasiado. —¡Papá! No le hagas eso a mi mamá —Matías, inocentemente, llora y viene a hamaquear su pantalón. Él voltea furioso y, como ninguna otra vez, lo empuja con una fuerza bruta. El diablo de inmediato se ve reflejado en mí: Todo que sea conmigo, pero con mi hijo, NUNCA. —¡No te atrevas a hacer eso de nuevo, Jesús! —vocifero a la defensiva y eso no le gusta, entonces quiere volver a lastimarme, pero cojo el florero de la mesa y lo golpeo en la espalda con fuerza. Él cae al suelo, entonces aprovecho en cargar a mi Cloe que se encontraba profundamente durmiendo en el coche. Y, cogiendo de la mano a mi niño, salgo sin rumbo a las frías calles. Fin Flashback. &&&&&&&&&&&& Apresuramos nuestros pasos al sentir la presencia de Jesús detrás de nosotros, entonces al momento de querer cruzar el semáforo, él nos alcanza. Me sostiene fuerte del brazo. —¿A dónde crees que vas, estúpida? —me susurra al oído. —¡Suéltame, Jesús! —exclamo, con mis lágrimas bañando mi rostro. Su fuerza puede más y nos comienza a llevar a jalones, mi bebé se levanta y llora, pero no le importa, sigue forzándome hasta llegar a un callejón. Me apega a la pared y, enloquecido, sostiene de mi cabello. —¡Nunca vuelvas hacer eso, Marta! —grita—. Juro que ya verás en la casa. Mi hijo Matías llora mucho, está desesperado de ver la misma reacción de su padre en contra de mí. Mi hija también llora, todo es un caos. Hasta que de repente, una voz aparece en el lugar. Es... es... un ángel en traje. Era un hombre alto y demasiado atractivo. Lleva cabello oscuro, ojos entre azules y grises, bajo una extraña mirada determinada. Él se veía enojado ante la situación y, retando a Jesús, lo llega a dejar desmayado con ese curioso bastón que sostiene en su mano. Me encuentro sorprendida, es algo que no me lo esperaba. Parece ser que le fue difícil soportar unos minutos sobre su propio peso, sin el apoyo de aquel bastón. Su rostro expresa que se siente algo adolorido. De pronto, comienza a acercarse a nosotros con lentitud, mientras trato de calmar a mi bebe. Él se muestra muy educado, se nota claramente que es un hombre de alta sociedad. Se presenta y cuando aparece otro hombre, le dice que nos lleve a su auto. Yo no lo comprendo, pero al decirme la situación de mi realidad, accedo agradecida a su invitación de escape. No tengo a donde ir, y él es mi única esperanza, en este preciso momento. Sostengo con fuerzas la mano de mi hijo y nos encaminamos al auto n***o, detrás del otro hombre en traje, a quien llama Jair. Volteo y veo como viene caminando a pasos dificultosos. El señor me sonríe y me encantaría también corresponderle, pero no puedo hacerlo, aún me siento demasiado asustada e impactada de todo lo que acaba de suceder. Nos acomodamos en el asiento trasero con Matías y mi bebé. El Señor Roswell, como me dijo que lo llamara, se sube al asiento de adelante, gira su rostro para observarnos y con un gesto muy amable, nos pregunta: —¿Desean un helado? Observo a mi hijo, que está apegado a mi brazo, él me mira como pidiendo permiso a responder. Yo asiento y él fija de nuevo al señor de forma cohibida. —Sí... —Muy bien —exclama, con voz animada—, Jair llévanos a una heladería cerca, donde vendan el mejor, por favor. Sin querer me roba una sonrisa debido a su simpatía. Observo a mi Cloe y se acaba de dormir, otra vez, quiero contener las lágrimas, pero no las puedo aguantar. Acaricio la cabeza de mi hijo, mientras miro a mi niña envuelta en su sueño pacíficamente. Esta vida es demasiado cruel, nunca quise esto para mis hijos, sin embargo... «Al fin, pude escapar.» «Al fin, lo hice.» Sonrío, con mi sollozo silencioso, en tanto observo a los dos agradables hombres.
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