CAPÍTULO SEIS El aeropuerto internacional Charles De Gaulle era uno de los más grandes de Europa. Sus zapatos taconearon por el pasillo de baldosas y luego se detuvieron en la ruidosa escalera mecánica. Pasó por la aduana y llegó a la puerta. Adele escudriñó la sala de espera, sus ojos pasaron desde familias felices abrazando a algún recién llegado, o chóferes con sombreros oscuros y gafas, sosteniendo pequeños carteles, a otros viajeros que salían solos, con el equipaje rodando detrás de ellos. Su propio maletín descansaba sobre el asa de su maleta, que había extendido y sujetado con fuerza, haciendo rodar la maleta detrás de ella. —Adele Sharp —dijo una voz suave y educada. Sorprendentemente, una voz que reconoció. Por un momento, aunque solo fuera eso, las imágenes del caso fueron

