Capítulo 2

3052 Words
DAVID —Deja de malditamente reírte y ayúdame —gruño a Juan Andrés, más que furioso con lo que acaba de suceder. No puedo creer que esa mujer acabe de arrojarme un puto café en la cara. ¡Un maldito café caliente! Afortunadamente no lo suficiente como para generar heridas de consideración, pero sí como para dejar mi piel roja y picante. ¿Cuál demonios es su problema? Simplemente le dije la verdad. Si ella no hubiera estado tan pendiente de su maldita rosquilla, me hubiera notado. Además, no es como si fuera algo pequeño —no hay nada pequeño en mí— pero la mujer ni siquiera se percató y termino estrellándose conmigo. No era mi intención ofenderla —bueno no del todo— pero la chica arruino mis zapatos, los cuales cuestan mil veces más que su café y su rosquilla. Tampoco era una mujer desagradable a simple vista, tiene un poco de carne extra en ciertas partes y lo acepto, sí, no se ve mal, pero tampoco es lo que me gusta. Así que como el hijo de puta que soy, usé lo que creí mal en ella y se lo arrojé en su cara para castigarla por arruinarme el día. Bueno, siendo un poco honesto, ya que me siento caritativo hoy, ella no arruinó totalmente mi día. Ya venía un poco molesto debido a algunos inconvenientes con la licitación para los derechos de transmitir los siguientes juegos mundiales. Licitación que no estaba siendo fácil debido a que seis canales más estaban intentando obtener la autorización y tres de ellos son de la misma región. —Eso fue jodidamente increíble amigo. —Juan Andrés, mi primo y amigo, sigue doblado de la risa mientras yo intento en vano secarme el líquido del rostro y del pecho. Sin embargo, al parecer, mi pañuelo no es lo suficientemente absorbente y estoy complicando las cosas. —No le veo lo "increíble", sin embargo jodido sí es. ¡Maldita sea! Acaba de arruinar mi traje. —Vuelvo a gruñir mucho más molesto que antes—. No tengo tiempo de regresar y cambiarme. —Llama a Laura —balbucea sin aire mientras se recompone. —Malditamente lo haré. Jodidas mujeres susceptibles y su café. —Tomo el móvil mientras Juan vuelve a reírse. Lo fulmino con la mirada cuando Laura responde. —Buen día, David. —Su voz alegre me hace sentir mejor. —Laura ¿Cómo estás? —Muy bien, David. ¿Qué puedo hacer por ti? —Necesito que envíes a alguien por un traje para mí, que sea urgente por favor. Estoy a tiempo de llegar a una cita importante. Que lo envíen a mi nombre al hotel Royal Gold en veinte minutos. —Si señor —responde y escucho a lo lejos que empieza a marcar desde la otra línea—. ¿Puedo saber qué sucedió con el traje que llevabas hoy? —Me arrojaron un café —murmuro, no queriendo recordar el suceso. Pero Laura siendo Laura pregunta por los detalles. —¿Te arrojaron un café? ¿Qué sucedió? ¿Qué hiciste ahora, David? —¿Por qué crees que he hecho algo, Laura? Sabes perfectamente que soy un hombre decente y respetable. —También eres un dolor en el trasero y muy honesto con tus opiniones. —Probablemente si fuera otra asistente la que me llamara dolor en el trasero, estaría despedida para el medio día, pero Laura fue asistente de mi padre y ahora es la mía. Mi madre la adora al igual que mi padre y toda mi familia. Es como una hermana mayor para Samuel y para mí, por lo cual se le permite decirme ciertas cosas, siempre y cuando estemos sólo en familia y amigos. —Creo que herí los sentimientos de una mujer, cuando tropezó conmigo. —¿Y por qué lo hiciste? ¿Qué cosa tan grave hizo esta mujer? —Tropezó conmigo y derramó café en mis zapatos. —¿Y eso es todo? —Esa mujer es como un perro con un hueso. —¡La mujer venia distraída por estar comiendo! Ni siquiera notó que venía delante, Laura. Y sabes que soy difícil de pasar desapercibido. —Ajam. Pero eso no es un pecado, David, mucha gente lo hace. Ahora, ¿qué le dijiste para que te arrojara un café? —Pide que continúe. —Le di a entender que estaba gorda. —Silencio. Más silencio. Mucho más silencio. —¿Laura? —¿Que hiciste qué? —chilla y debo alejar el móvil de mi oreja. Como Juan camina a mi lado, alcanza a escuchar el estallido de Laura y vuelve a reír. Malditos amigos de mierda que tengo—. ¿Cómo en nombre de Dios te atreves a decirle eso a una mujer? Eres un insensible, cruel y despiadado hombre. Gracioso. He hecho cosas peores, como hacer llorar a un hombre por no editar bien algunas escenas de uno de nuestros programas, o despedir a trece personas por la pérdida de unos equipos y cámaras de grabación, durante un accidente que hubo en el carro en el cual se transportaban. Pero Laura simplemente explota y me llama cruel por decirle gorda a una mujer que obviamente lo es. —La mujer se lo buscó, Laura. Además, he hecho cosas peores y no te has quejado. —Decirle algo tan horrible a una chica lo es. —Indignación tiñe su voz. —Le he dicho cosas peores a otras personas. —No es lo mismo. Has herido el ego y autoestima de esa pobre chica. —Más indignación. —No lo hice. —Suspiro. Ella está del lado equivocado. —Bien merecido lo tienes, espero que la mancha nunca salga de tu traje. Voy a pedir uno nuevo, te llegará en veinte, insensible. —Cuelga. Sorprendido por el arrebato de esa tranquila y dulce mujer, me quedo observando mi teléfono en conmoción. —Acaba de decirme que soy un insensible y me colgó. —¿Te llamo insensible? ¿A ti? Increíble —bromea Juan. —No te burles, imbécil. Es la primera vez que me arrojan un café y que Laura me cuelga el teléfono. Es raro. —Hoy es un día raro. —Golpeando mi espalda me empuja hacia el auto—. Vamos, insensible. —Ríe cuando le gruño—. Debemos ir a una reunión. Suspiro y froto mis sienes. Jodidamente increíble, hoy no puede mejorar. Tengo una reunión con los presidentes de dos cadenas aliadas de televisión, con quienes negociaremos la trasmisión de un nuevo programa, el problema es que una de las presentadoras que proponen no es de total agrado en mi país por un escándalo anterior. Pero siendo la chica una de las queridas de uno de los presidentes, esto se ha convertido en un dolor en mi trasero. Más tarde debemos presentar a los accionistas, los últimos resultados correspondientes a las demás compañías de medios de comunicación que tenemos, tales como Gold films, Radio Latina E que cuenta con seis emisoras nacionales, Transmedios, y nuestras tres productoras y dos agencias de modelos. Soy el presidente de la Cadena Latinoamericana de Radiodifusión, nuestro canal privado LaTv (Latinoamérica Televisión) tiene presencia en más de cincuenta países, además contamos con otros canales privados más pequeños. Sin embargo la compañía es de mi familia, el Grupo Empresarial Mendoza. Fundada por mi abuelo Juan de Dios Mendoza y María José Victoria de Mendoza —que Dios la tenga en su gloria— junto a mi tío abuelo Leonardo Mendoza, cuando llegaron al país desde España. Hasta hace tres años mi padre era el presidente, pero se retiró y cedió su lugar a mí, su hijo menor. Cualquiera hubiera pensado que sería Samuel Mendoza, mi hermano mayor quien ocuparía su lugar, pero su espíritu libre —así como él lo dice— y su alma aventurera, no podrían soportar tanta presión y responsabilidad. Por lo cual, yo asumí la presidencia mientras mi hermano es el productor de todos los reality que se pueda imaginar. Actualmente está enfocado en uno que llama las "12 Plagas", donde varios participantes deberán afrontar doce diferentes y horripilantes pruebas en diferentes países del mundo, para ser el ganador de una considerable suma de dinero. Él y su creatividad. No voy a negar que este trabajo es muy difícil, tengo mucho en mis manos, pero a mis treinta años me encuentro preparado para asumir el reto y en los últimos tres años todo ha ido bien, algunos inconvenientes han surgido, pero todo ha marchado bien. Hasta el momento. Como hoy, tengo dos inconvenientes principales que debo corregir o resolver con urgencia. Por fortuna cuento con Juan Andrés Sandoval Mendoza, mi primo y uno de los mejores amigos y abogados licitadores del país. Posiblemente del mundo también, quien junto a su equipo de trabajo y mi capacidad de presionar cualquier negocio a mi favor resolveremos esto. Cuando llegamos al hotel pido una habitación para quitarme el olor a café y este estúpido pero costoso traje lleno de líquido oscuro. Varias personas me observaron con curiosidad, tal vez preguntándose si fui tan imbécil como para tirarme encima mi propio café o tal vez algunas fueron más acertadas y pensaron que alguien me lo arrojó. Eso posiblemente fue lo que pensó el botones mientras intentaba no reírse de mí. La propina que le di fue baja, miserable. A los veinte minutos exactos, Abel Murcia, mi conductor y amigo, ingresa a la habitación con un limpio y reluciente traje nuevo y sus zapatos a juego —las ventajas del dinero y la influencia. Rápidamente me cambio y organizo para asistir a la reunión. Trece minutos más tarde, me encuentro sentado en la sala de conferencias del hotel con los tres presidentes de nuestros canales aliados y su equipo de trabajo, para discutir sobre los términos, espacios de difusión y todo lo relacionado con la presentación al aire del nuevo programa de habla hispana. —Emerson Dos Santos, ¿cómo está? —Saludo al presidente de TvInternacional. Un hombre argentino, pulcro, astuto y agradable. —David Mendoza, es un gusto verte de nuevo... en persona esta vez. —Sonríe y correspondo con un apretón de manos. —Landino. —Efraín es el presidente de TV México. Uno de los hombres más autoritario y controlador que he conocido, aunque es un ser humano respetable. —Mendoza. —Saluda estrechando mi mano sin sonrisa o algún gesto amable, excepto por sus ojos que sí lo son. Y por último... —Humberto Contreras. —Es el presidente de CTVNC la cadena de televisión nacional de Chile. Es un hombre desleal, interesado, cruel y deshonesto. Quien se encuentra en un amorío (sin que lo sepa su esposa) con Juliana Sánchez, la presentadora y modelo no grata en mi país por un escándalo del pasado. —David —dice mi nombre como si tuviera un limón en la boca. Imbécil precoz. —Ya que estamos todos aquí, procedamos entonces —anuncia Emerson. —Retomando en donde quedamos la semana pasada —inicia Landino—. Escuchado los argumentos que David nos plantea y revisando la acogida y aceptación de las encuestas que se realizaron, la señorita Sánchez no es de total agrado incluso para las personas en mi país. Después del escándalo donde se le relaciona con uno de los narcotraficantes más buscados de América latina su reputación ha bajado demasiado y, teniendo en cuenta la ideología y el propósito del programa, permitirle a ella ser la conductora es un acto de doble moral, lo cual mancharía con negatividad el trabajo que realizaría todo nuestro equipo. Tendríamos poca credibilidad. —Sin olvidar mencionar las amenazas de muerte que recibe, el rechazo y la prohibición en algunas regiones, pueblos o veredas. Es contraproducente permitirle dirigir un proyecto tan grande como este —continua Emerson. —Es correcto. Aquí en Colombia el rechazo hacia ella es de proporciones enormes. Por ello debió abandonar el país. —Sí, pero ella no es quien irá a los pueblos y veredas, no es ella quien hará las investigaciones, simplemente conducirá el programa. Presentará las notas y ya. No veo porqué por un error por el cual la ley aun no la encuentra culpable, discriminemos su trabajo. —Humberto dirige ahora su fría mirada hacia mí—. Tú más que nadie sabes la calidad de su trabajo. De primera mano conoces su forma de desenvolverse y obtener lo que necesita. Ella es buena buscando y encontrando. Hace unos meses tú disfrutabas de su insaciable personalidad... periodística. Ninguno en la sala se pierde el doble sentido de su oración. Hace unos meses tuve una relación —de una semana— amorosa con Juliana. Para ella fue algo más, para mí solo fue follar. Pero, ¿quién podría competir con una mujer tan obstinada y decidida como ella? Además de ser una histérica total. —Sé que es una muy buena periodista Humberto, pero se debe tener en cuenta que en el programa está en juego no sólo el trabajo de Juliana, también lo está la imagen de cada una de las cadenas a las cuales representamos. Y si lamentablemente por ese error de cálculo la audiencia no acepta a Juliana, debemos pensar en otra persona. Aquí lo que nos debe importar es el interés del público y no el personal. —No me parece, ella es la indicada... Media hora después aún estábamos en el mismo punto... Juliana Jodida Sánchez. Colmando mi paciencia y al parecer la de Landino, interrumpimos la lista de Contreras sobre los beneficios de tener a Juliana como presentadora y advertimos (amenazamos) con dejar por fuera a su país del proyecto si no aceptaba que éramos tres contra uno. A regañadientes y no muy conforme aceptó, así que delegamos a nuestro equipo de trabajo (productores y directores de casting) el deber de buscar una nueva conductora. Con un dolor de cabeza próximo, me dirijo hacia el canal y a mi oficina. Al entrar, una ceñuda y malhumorada Laura me recibe. —Buenas tardes, señor Mendoza. ¿Qué desea para almorzar? —¿Señor Mendoza? ¿En qué momento me convertí en el señor Mendoza? —En el mismo momento en el cual insultaste a una pobre mujer con respecto a su peso. —Laura por favor, solo fue una humilde opinión. —¿Humilde? Tal vez deberías revisar en tu diccionario el concepto de humildad. Decirle a una chica que está gorda eso no es humildad, eso es ser cruel. —Dios santo. —Me paso una mano por el rostro un poco irritado con la actitud de Laura. Si bueno no debí decirle eso a la chica, pero ya pasó, ella salió corriendo y yo seguí mi camino. —¿Y si de pronto usted le ha creado algún complejo? ¿Y si deja de comer y se enferma? ¿Y si se deprime? ¿Y si...? —Laura. —Le interrumpo—. Si yo viviera de los "Y si...", créame que no viviría feliz ni mucho menos hubiera llegado al lugar en el cual estoy. Sí, le dije a la chica que estaba pasada de peso, eso fue esta mañana, pasado, dejado atrás. Pasemos la página y continuemos. Con la boca abierta y sus ojos brillantes de ira contenida me despide con un: —Insensible bastardo. —¡Pero aún no te he dicho que quiero para almorzar! —grito mientras la veo correr hacia su oficina. —Pídelo tú mismo... ¡Inhumano! Una sonrisa se asoma en mis labios, sin embargo al procesar la sugerencia de que sea yo quien llame para pedir mi almuerzo, muere y una mueca de molestia la reemplaza. —¿Qué le picó a Laura? —pregunta mi hermano Samuel, mientras entra a mi oficina y se deja caer en uno de los sofás—. ¿Qué vamos a almorzar hoy? —No lo sé. —Me encojo de hombros y miro con desprecio el teléfono de la oficina—. Laura no va a pedirlo por nosotros. ¿Conoces el menú de la cafetería? —¿Comerás de la cafetería del canal? —pregunta sorprendido. —Sí, como todos los santos días —contesto, como si su pregunta fuera absurda. —¿Estás enterado que Laura jamás te ha enviado comida de la cafetería? Tus almuerzos y cenas son de restaurantes, generalmente de Karibe Fusion o de Bogato. —¿Eh? ¿Qué hay de malo con la comida de la cafetería? —No es gourmet —Rueda los ojos. —Oh... bueno no habiendo más... —...Con mi mujer me acuesto —termina por mí—. Bien ahora, ¿qué bicho le picó a Laura? Está realmente enfadada contigo. —¿Aún lo está? —pregunta Juan mientras ingresa a mi oficina. —Sí, aún sigue molesta —murmuro mientras busco en el directorio la extensión de la cafetería, la cual no encuentro. —¿Quién está molesta? —Nate Evans, uno de mis buenos amigos aparece en la puerta. —Laura —dice por mí, Samuel. —¿Cuál es el número de la cafetería? —Me frustro al no encontrarlo en el maldito directorio—. Juan, ¿Mónica puede pedirnos algo para almorzar? —¿Por qué? ¿Qué pasa con tu almuerzo? —Jesús, ¿qué pasa con las preguntas el día de hoy? —Nada. —Samuel se encoje de hombros—. ¿Vas a responder? —pregunta y lo fulmino con los ojos. —Gilipollas —murmuro haciéndoles reír—. ¡Por fin! —Laura está enojada porque aquí nuestro querido David, le dijo gorda a una chica. —¿Qué? —¡No es cierto! —Sí, lo hizo. —Juan procede a contarles lo sucedido esta mañana mientras me impaciento en la línea. —Cafetería. —Una voz ronca responde a la línea. —Soy David Mendoza, un momento. —Tapo la bocina del teléfono, sintiéndome un poco extraño al llamar a la cafetería y ordenar mi comida—. ¿Qué vamos a almorzar hoy? —pregunto. —¡Un Filete bien carnudo! —¡Carne de cerdo! —¡El plato más grande, grasoso y sustancioso! —Imbéciles —murmuro mientras se doblan de risa.
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