Capítulo 3

3080 Words
MANUELA La reunión con el señor Eduardo Mayorga y su socio, el señor Laureano Arboleda, fue... interesante. Gracias a los cielos mi idea de una Pijama Party será organizada con ayuda de su empresa de eventos. El sábado iremos al lugar donde se llevará a cabo y me reuniré con la organizadora y decoradora, el Dj que el equipo contratará y el martes me enviarán las propuestas de invitaciones. También debemos reunirnos nuevamente el miércoles para decidir qué emisora contactaremos para ser uno de nuestros patrocinadores así como la licorera encargada. Ninguna de mis ideas fue modificada. Los dos hombres respetaron mis opiniones y gustos, sólo espero que cuando me reúna con su equipo de trabajo sea igual. Tengo la imagen de lo que quiero y como lo quiero, así que sería muy desagradable que alguna decoradora me cambiara el plano. En la noche regreso a mi departamento. Un hermoso y precioso espacio de 68,34 metros cuadrados en un piso sexto, con dos habitaciones, dos baños, terraza y diseño de espacio abierto. La habitación principal tiene un balcón que da hacia una de las avenidas y en las noches me recuesto en mi tumbona para contemplar las luces y el movimiento nocturno, baño con ducha y un increíble closet totalmente lleno y desordenado (lo siento, pero odio doblar ropa). Mi enorme cama para unas cuatro personas, un televisor de 42", un escritorio y una biblioteca... una muy linda y hermosa biblioteca. Las paredes están pintadas de blanco y violeta pálido que hacen juego con las cortinas y el cubre cama El segundo cuarto es la recámara de mi gato Boris (una gorda, perezosa y consentida bola de pelos negra con pequeñas manchas blancas en su pata derecha y su nariz), la cual está llena por su cama y juguetes. La sala cuenta con dos sofás individuales color lila y un sofá de tres puestos color blanco tiza, llenos de cojines a juego. Un televisor de 52", mi nueva PlayStation 4 (sí, amo los videos juegos y no me avergüenzo de ello), una cómoda, mesa de centro en vidrio, algunas fotografías y cuadros, una repisa. Las paredes son de un blanco hueso que combinan con mis muebles. A la izquierda se encuentra el comedor y a la derecha de éste la cocina. Mi fabulosa y lujosa cocina (la cual tiene algunos platos sucios debido a que ¡odio lavar los platos!), con todos los electrodomésticos habidos y por haber de color gris ratón. Tengo de todo y para todo, aunque amo cocinar, soy demasiado perezosa para picar finamente una cebolla, un tomate, exprimir miles de naranjas, pelar una zanahoria... si la tecnología te ahorra el trabajo, ¡pues hay que aprovecharlo! Llenando mi vaso con hielo del dispensador automático, sirvo un poco de refresco mientras caliento en el microondas el último trozo de pizza —de esas instantáneas o fáciles de preparar en casa— que me queda en la nevera y me dispongo a disfrutar de mi cena, mientras repaso unos bocetos de la nueva línea de pijamas que quiero sacar para el próximo mes. —¡Boris! Quítate de la mesa. —Intento moverlo para poder salvar mis bocetos, pero el desgraciado no se deja—. Aléjate de mi trabajo amigo o no te daré más atún —amenazo. Me gruñe como si entendiera y se levanta con toda la paciencia del mundo—. Mimado. —Miau—. Desconsiderado. —Miau—. Desagradecido. —Miau. No sé exactamente qué significada cada "miau", pero estoy segura que en lenguaje gatuno no era algo bueno. El timbre en mi puerta me distrae de mi primer mordisco. Gimoteando, debido a que tengo demasiada hambre, voy descalza para abrir a quien osa interrumpirme. —¡Manu! —Fabi, Rosi y Tere irrumpen con comida china y galletas. —¡Hola chicas! No las veía desde hace... —Miro el reloj que aún llevo en mi muñeca—. Unos cuarenta minutos. Resoplando y rodando los ojos, las tres mujeres me apartan para adueñarse de mi casa. —¿Esto es refresco de uva? —Tere huele el vaso y hace una mueca—. ¡Por Dios! Si así huele no me imagino su horrible sabor. —A ti te gusta el de piña y yo no digo nada sobre ello. —La piña es deliciosa —defiende. —Para mí no lo es. —Es porque tienes un pésimo gusto. —Me enseña el dedo medio, mientras junto a una sonriente Fabi, reparten la comida. Me desplomo en el sofá de tres puestos seguida por Rosi, su mano derecha frota mi cuero cabelludo y ronroneo como Boris. El gato celoso de que sea yo a quien apapachen se abalanza sobre Rosa, recostando su parte de adelante en el regazo de Rosa y el trasero en mí cara. —¡Borissss! —grito y me levanto permitiéndole acaparar a mi amiga totalmente—. Infeliz Miau. Si los gatos tuvieran algo así como una mirada de suficiencia, la de Boris en este momento sería perfecta. Gato malcriado. —¿Quién es uno gato hermoso? ¿Quién? ¿Quién? —Los labios de Rosa se fruncen extraña y graciosamente mientras intenta mimar a mi estúpido gato. —No le hables así, lo malcriarás más —espeto y voy hacia la mesa para ayudar con la cena. —¿Boris? ¿Malcriado? ¿A quién se le ocurre algo tan absurdo? —Ninguna se pierde el sarcasmo en la voz de mi amiga Tere. —Boris es un buen chico. —Defiendo a mi gato—. ¿Quién es un buen chico? ¿Quién? —pregunto con un puchero igual o peor que el de Rosi, a lo cual un muy complacido Boris responde con su habitual "miau", sólo que esta vez lo alarga como si fuera un "miiaauuu". —¿No se supone que no debe hablársele así? —cuestiona Fabi y yo le arrojo un camarón. —Yo soy la mamá, así que puedo hablarle como quiera. —Miau, apoya Boris. —Pues yo soy la tía —refuta Rosi desde el sofá—. Y puedo acariciarlo y hablarme como quiera. ¿Cierto bebé? —Miiiaaauuu. —Eso es espeluznante. —Tere finge estremecerse—. Parece como si respondiera a todo. —Lo hace —murmuro y deposito en mi boca un camarón—. Ahora vamos a comer, que este cuerpo no se alimenta fácil. La noche pasada después de comer demasiada comida china, las chicas y yo jugamos algunos videojuegos, repasamos algunos bocetos, hablamos de libros, chicos, sexo, ropa, zapatos, sexo, chicos, libros, trabajo, juguetes sexuales, libros, películas, sexo... y así sucesivamente. Esta mañana, con el tiempo a mi favor y sin ninguna "no reunión a las nueve", me tomo mi tiempo en el baño, canto y bailo en la ducha. Me cepillo y seco el cabello, me maquillo, visto y desayuno como si fuera una diosa. Tomo mi delicioso café con tranquilidad y camino hacia el trabajo con una enorme sonrisa. Es sólo cuando llego a la esquina antes de mi tienda que recuerdo el incidente de ayer y frunzo el ceño. Jodido imbécil, ojalá y se le hayan caído las cejas, una colonia de hormigas lo hubiera picado o los alienígenas lo hubieran abducido; un camión lo hubiera arrasado o cualquier cosa parecida que infrinja un mínimo de dolor... o mucho. Tal vez una pierna rota, un brazo... ¡Oh! su perfecta y estúpida nariz. Sí, eso sería perfecto. Sintiéndome mejor al pensar en ello, sonrío nuevamente y camino dando pequeños brincos hacia Cherry Big Dreams. Soy feliz, soy hermosa, soy única. —¿Qué te tiene tan sonriente hoy? —pregunta Rosi cuando me ve llegar. —¿Tuviste sexo anoche? Pero, ¿cómo? ¿En qué momento? —balbucea Tere con su rostro indignado. —¿Sexo? —Hace eco Fabi. —¿Por qué en todo lo que piensas es en sexo? —Dejo mi bolso en mi oficina y regreso con las chicas. —Bueno. —Sacude su corto cabello y sonríe—. Debido a que tienes esa estúpida sonrisa come mierda de "follé anoche y soy feliz". —Ésta —Señalo mi boca—. No es una sonrisa de "follé anoche", es una sonrisa de "disfruto con tu dolor". —Guau, alto ahí chica, que perversa. —Ríe mi amiga rubia. —¿A quién le has hecho daño? —Una preocupada Fabi se me acerca y acaricia mi rostro. —A nadie. —Me encojo de hombros—. Solo me he imaginado todo el camino las diferentes formas en que lo haría sufrir. —Estás enferma querida. —Bromea Tere y regresamos a trabajar. Cherry Big Dreams está ubicada en una de las calles principales de la cuidad, exactamente en la avenida octava norte. Es un amplio local de un piso. Mi oficina (la cual comparto con Rosa) está en la parte izquierda y abarca la mitad del lugar. Las paredes son en vidrio, por lo cual todos pueden ver mi oficina y yo puedo ver toda la tienda. Las otras paredes están pintadas de un rosa pálido y los muebles son de colores púrpura, n***o y cereza. Hay seis probadores, dos baños, una bodega, tres mostradores de ventas y la oficina de Fabi y Tere. En esta boutique, estamos mis amigas, cuatro vendedoras más y yo. Además de Jefferson, el mensajero y quien entrega las ordenes a domicilio. El mismo diseño es igual en las otras boutiques, sólo que se ajustan al espacio de cada local. Cada semana visito una, contrario a Fabi, quien va todos los días a cada una para llevar un control de todo. Tenemos un sistema de sonido que reproduce música todo el tiempo y una ayudante que se encarga de las bebidas y la limpieza del lugar. El uniforme de las vendedoras es una falda de tubo negra hasta la rodilla que acentúa las preciosas caderas de mis mujeres reales y una blusa de seda negra con botones color púrpura o cereza. Un lazo en el cuello del mismo color que los botones. La mañana es movida, muchas clientas y muchas ventas lo cual me hace sentir orgullosa. Para el medio día cerramos y almorzamos juntas. Cerca de las dos regresamos y volvemos al ruedo. —Disculpe. —Una mujer mayor, de unos cincuenta años se acerca a mí cuando estoy acomodando un maniquí en el frente. —Buenas tardes señora, ¿en qué puedo ayudarle? —Oh, gracias. —Observa cada una de las prendas exhibidas y sonríe—. Necesito una pijama para... —Se sonroja y sonrío con calidez. No es la primera vez que tengo una clienta como ella—. Una mujer como yo. —¿Una hermosa mujer como usted? —Ofrezco con afecto logrando que se tranquilice y sonría de nuevo. —Sí. —Bien. Sígame por favor, tenemos una línea que de seguro se ajusta a usted. —Gracias. La guío hacia el ala de pijamas de satín estilo camisón y le enseño algunas que son lo suficientemente decentes pero sensuales a la vez. Por su color de ojos y de piel, le recomiendo las verde esmeralda y verde oliva, también algunas amarillo mostaza y dorado. Sus ojos se iluminan con cada una de mis recomendaciones y se decide por todas. Feliz, la acompaño hasta la caja para registrar su compra. —Son tan hermosas. ¿Usted es quien las diseña? —Sí señora, con ayuda de mi socia y mejor amiga. —Señalo a Rosi, quien está con una clienta en la sección de ligeros. —Me encanta este lugar y huele delicioso. —Me alegra que sea de su agrado. Son doscientos treinta mil pesos. ¿Se encuentra registrada? —No, señorita. —¿Desea hacerlo? Mira su reloj y hace una mueca. —En otra ocasión será. Debo presentarme a una cena con mi familia esta noche y aún no tengo nada preparado. —Perfecto, no hay problema. En otra ocasión que regrese podremos hacer el registro. —Es usted muy amable. —Toma las compras y se despide—. Tengan un buen día. —Igualmente. —Sonrío. —Esa mujer estaba flipando de lo contenta. —Sí, Tere. Me encanta cuando una clienta se va totalmente satisfecha con todo. Aunque no es una mujer muy grande, sé que todo lo que se llevó le quedará perfecto. —Todo lo nuestro es perfecto. —Me entrega uno de los dulces y regreso a mi oficina. Después de un día tan ocupado como el de hoy, un buen baño, un poco de vino y algunos (muchos en realidad) bocadillos de queso y jamón, es suficiente para que me relaje totalmente. Voy en mi segunda copa cuando mi móvil suena, es mi hermana. —Zopenca... te quiero. —Saludo con una sonrisa. Amo a mis hermanos, son todo para mí. —Hola turrón, ¿cómo estás? —Desnuda, pero no te preocupes sólo estamos mi dedo y yo. —Me carcajeo al decirlo. —Ugh... ¿Manu? —¿Si? —Otro sorbo más. —Estoy en altavoz. —¡Mierda! —Síii... todavía estoy en altavoz. —¡j***r! —Manuela Quintero, ¿puedes dejar de maldecir por favor? —gruñe y escucho risas al fondo. —Lo intentaré, ¿vale? —Dejo el vino a un lado y como si estuvieran observándome me cubro con una toalla—. ¿Con quién estas? —Estoy con Samuel... —¡Hola Samuel, jugoso como la carne de res! —grito y escucho su respuesta. —¡Hola Manuela, mi fiel compañera! —Escucho más risas. —Manu, también estoy con los padres de Samuel, su hermano y sus primos. —¡Santa mierda! —¡Manuela! —Lo siento —grito y me sonrojo aunque no pueden verme. Samuel Esparza es el novio eterno de mi hermana. Han salido por cerca de tres años, desde que ella se convirtió en la presentadora del programa "En Directo Gente" del canal LaTv. Son como el agua y el aceite pero así les funciona. Samuel es como yo, mientras que Amelia, mi hermana, es más recatada y responsable. Nunca en sus tres años he conocido a su familia, aunque él prácticamente conoce a toda la mía, incluso a las chicas. Es un hombre genial y le doy gracias a Dios porque mi hermana encontró un ser tan maravilloso como él. Sólo basta con verlos juntos para percibir que es amor verdadero. Mi amor verdadero tal vez aún no ha nacido. Quizás cuando tenga más de cincuenta como Madonna, lo conoceré. He tenido muchas relaciones durante toda mi vida, pero algunas no eran lo que yo esperaba y las terminé a tiempo, otras me terminaron a mí y la última... bueno. Descubrí al idiota follando a una de sus compañeras de trabajo, seis meses antes de nuestra boda. —¿Estás ahí? —La voz de mi hermana me regresa al presente. —Sep. —Se acabaron los bocadillos. ¡Moriré de hambre! —¿Entonces? ¿Qué dices? —¿Sobre qué? —¿Dónde demonios quedo el resto de queso? Lo dejé en el mesón. —¡Por Dios, Manuela! ¿Quieres prestarme atención? —gruñe y yo me estremezco. Estoy colmando su paciencia. Una Amelia enojada no es algo saludable. —Lo siento, estaba buscando el queso... ¡Boris! —grito cuando veo a mi gordo gato correr con el queso hacia su escondite—. ¡Maldito gato del infierno, dame mi queso! —Corro hacia él, escuchando el regaño de mi hermana por volver a maldecir, pero me encuentro tan enojada con mi gato que no presto atención—. ¡Eres un felino! ¡Un felino, Boris! De esos que hacen Miau. ¡Tu no comes queso!... ven aquí gato muerto. —¿Ella está discutiendo con un animal? —Escucho a un hombre preguntar con irritación. —Es un gato, un gordo y peludo gato mimado, perezoso, tramposo, ladrón de queso y próximamente un gato muerto. —Fulmino con la mirada a Boris cuando se logra escabullir de mí. Suspiro en derrota y amenazo—. Tendrás que salir de allí algún día engendro. Y te cazaré... es una promesa bola de pelos. —Si ya terminaste tu discusión con el pequeño Boris, ¿podrías regalarme algo de tu dispersa atención? —pregunta, frustrada, mi hermana mayor. —Por supuesto que sí mi querida hermana mayor. Soy toda queso... eh, digo oídos. —Más risas al otro lado. —Si ya todos se han controlado. —Aclara su garganta—. Te estoy llamando para pedirte que éste sábado por favor vayas a casa de nuestros padres para cenar. —¿Por qué el sábado? Sabes perfectamente que ese día es día de aventuras. —Manuela. —Advierte—. Es importante. —¿Y qué es eso tan importante? —Mastico un pedazo de zanahoria mientras una idea pasa por mi cabeza—. ¿Estas embarazada? Oh por Dios —jadeo—. Papá va a matarte Sami. —¡No estoy embarazada! —Suspira y creo que quita el altavoz—. Oh por favor, ¿será que puedes callarte por un momento y escucharme? —Bien —murmuro molesta. —Quiero que nuestras familias, la de Samuel y la mía, estén presentes para que compartamos y nos conozcamos más. —¿Va a proponerse? —Jadea nuevamente y me gruñe. —Eres una idiota Manuela. Voy a colgarte. —Espera —grito antes de que cuelgue. Creo que me he pasado con ella—. Está bien, estaré ahí el sábado. ¿A qué hora? —La cena es a las ocho —responde a secas. —Bien, llevaré chocolates blancos. —Intento ganármela otra vez, pero recibo silencio—. Y también rollos de canela. —Aún nada—. Y te regalaré un diseño completo. —Te quiero hermanita fastidiosa. —¡Lotería! —Yo igual, hermana con un palo en el... —¡Adiós! —grita y cuelga. Rio y tiro el teléfono en el mueble. Por mi visión periférica veo a Boris correr hacia mi cuarto. —No podrás esconderte de mí máquina del mal... ¡Estás perdido amigo! ¡Jamás le robes a mami su comida!
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