Capítulo 4

2754 Words
DAVID Después de escuchar la conversación de Amelia y su "hermanita", quedé algo traumado y a la vez curioso. Jamás en mis treinta años había escuchado a una mujer ser tan liberal a la hora de expresarse. Lo digo por la cantidad de maldiciones que escuché en esos, aproximadamente, diez minutos. Es curioso debido a que he conocido a Amelia por cinco años y nunca he visto un comportamiento semejante en ella. Deben ser totalmente opuestas. Samuel, al parecer se lleva muy bien con la chica y a Gonzalo y Juan ya les cae bien (disfrutaron de su elocuencia durante la llamada). Por mi parte, sólo espero conocerla para calmar mis pensamientos sobre ella. —Madre, padre, debo irme. —Tengo una reunión mañana a primera hora y quiero poder ejercitarme un poco y descansar. —Descansa cariño. —Mi madre besa mi mejilla y me da un fuerte abrazo—. Lleva algo por si te da hambre más tarde. Ruedo los ojos pero obedezco. —Hasta mañana, David. —Estrecho la mano de mi padre—. Descansa hijo. —Tú igual, padre. —Me despido del resto y subo a mi Audi Prologue n***o y conduzco a casa. Al llegar, me despojo de mi ropa y me cambio a unos pantalones de lona, voy hacia la caminadora y empiezo mi rutina. Una sección de abdominales y pesas y el ejercicio por el día está terminado. Salgo al balcón de mi departamento y mientras bebo algo de agua observo desde el piso doce, la vida nocturna de mi ciudad. Hace unas horas que oscureció y aun así la gente sigue corriendo de aquí para allá. Regreso a mi habitación y me dejo caer en mi cama, es una de las camas más grandes que he visto, invertí una buena cantidad en todo lo que adorna mi lugar. La sala es un amplio salón con muebles de color gris y alguna mierda de cojines negros, está mi TV enorme, mi sistema de sonido y vídeo; las paredes de color blanco con acabados de madera color ceniza. La cocina es espaciosa, totalmente equipada. Hay tres habitaciones, una es mi cuarto, otra mi gimnasio y la tercera mi oficina en casa. Tres baños y un pequeño cuarto de lavado. Los colores que predominan son el blanco, n***o y gris. No son los colores más vivos, pero son los que me gustan. Enciendo mi reproductor y con la melodía de Michael Bublé, me quedo dormido. A diferencia de muchas personas, el día viernes no es uno de mis favoritos. ¿Por qué razón? Bueno porque ese día es en el que más trabajo tengo. Termino agotado y drenado física y mentalmente. Al llegar a mi oficina, Laura aún sigue enfadada conmigo, sin embargo siente compasión de mí y pide mi desayuno, lo cual es un total alivio. Ayer mientras ordenaba el almuerzo, la persona en el extremo receptor estaba tan nerviosa y asustada que repetí más de cuatro veces lo que queríamos y tuve que aguantar las burlas de todos. Enciendo mi laptop e inicio revisando los correos y pendientes del día. Un café caliente es dejado a mi lado y sin pretenderlo regreso al encuentro con la mujer del otro día. Viéndolo ahora desde una nueva perspectiva, fue algo gracioso de ver, siempre y cuando no seas el blanco. Me pregunto... ¿Qué estará haciendo? Tal vez arrojándole café a otro ser humano... —David. —Por lo menos regreso a ser David—. Tienes junta con el director del noticiero a las once y con los productores de la nueva novela a las dos. Recuerda autorizar el presupuesto del Reality y también debes apoyar la negociación de los nuevos espacios publicitarios. Pablo necesita que revisen los horarios de programación de cada franja y en tu correo acaban de llegar los resultados del rating de las últimas tres semanas. —Gracias Laura. —Respiro profundamente y me concentro nuevamente en el trabajo. Unos minutos más tarde mi asistente regresa nuevamente. —¿David? —¿Si? —Contesto, sin despegar mis ojos de la pantalla —La asistente del ministro de comunicaciones acaba de llamar para cancelar la reunión de las tres, al parecer el presidente convocó a todos sus ministros. Gracias a Dios. No me agrada ese pendejo. —Bien. ¿Tengo alguna otra reunión después de esa? —Sí. La asociación de actores y actrices. —Uhmm. Llámalos y diles si podemos adelantar la reunión para las cuatro. —Hecho. —Gracias Laura. —De nada —responde simple y llanamente. Cansado de su actitud la llamo y le pregunto qué debo hacer para que regrese mi Laura—. Pídele disculpas a esa mujer La miro con la boca abierta. —¿Qué has dicho? —Lastimaste a esa chica, David. ¿Sabes cuánto he luchado yo para no acomplejarme por mi cuerpo? —Eres una mujer hermosa, Laura. —Y lo es. A sus cuarenta y tantos está muy bien. —Soy una mujer grande, David. Mi talla de pantalón es doce, blusa L y ni hablar de mi talla de sostén. Mi altura me ayuda a disimularlo, pero cuando voy de compras, es una tortura. No te imaginas las miradas de cada vendedora cuando les pregunto si tienen una talla más grande. Es horrible David, es horrible que para ti, tu cuerpo esté perfecto, pero los demás se encarguen de señalarte cada defecto. —Bueno, ya que se expone de esa manera... —Tú mismo conoces todos esos casos de modelos, actrices y cantantes que se matan de hambre por la presión de, precisamente, ustedes los encargados de estos medios. Sé que no discriminas. —Frota mi antebrazo y sonríe—. Les has dado oportunidad a personas que no llenan el molde que este gremio impone, pero lo que hiciste con esa mujer deja en el olvido lo bueno. No borres con tu pie el trabajo que has hecho con tus manos. —Tienes razón, Laura. Lo siento. —Palmeo su espalda—. Pero no tengo ni idea de quién es la chica. No creo que pueda disculparme con ella. —¡David, por favor! —Resopla—. Sé perfectamente que si deseas encontrar algo o a alguien no hay ciudad grande o pequeña que te lo impida. Es verdad... y tengo los medios y el dinero para hacerlo. —Lo intentaré, ¿bien? —Cómprale unos chocolates. —¿Los chocolates no engordan? —David —advierte. Rio entre dientes. Tomo el móvil y busco el número de mi primo, responde al tercer llamado. —Dime. —¿Cuántas cafeterías hay en la cuadra donde tropecé con la chica del café? —¿Por qué necesitas saber eso? ¿Me estoy perdiendo de algo? —Necesito saber cuántas cafeterías hay. ¿Lo sabes o no? —Bueno... creo que hay dos. Ahora mi pregunta es: ¿Para qué quieres saberlo? —Una pausa y luego me reprende—. ¿No pretenderás buscar a esa mujer y vengarte por lo que te merecías? —Por supuesto que no —respondo a la defensiva—. Sólo soy un imbécil una vez por semana. —Oh, cierto... ¿Entonces? —Voy a disculparme con ella. —¿Qué? Espera, creo que tengo mala recepción aquí. —Murmuro una maldición y se ríe—. Lo siento David, pero que tú reconozcas que te has equivocado es algo inusual. —No quiero volver a llamar a la cafetería por mi almuerzo, además quiero de regreso a Laura. Esa fue su condición —Bueno, no importa por quién o por qué lo hagas, lo importante es que debes hacerlo y lo harás. —Sí, lo que sea Gandhi. ¿Ahora vas a acompañarme o qué? —Por supuesto. Encontrar a la chica no fue difícil, al parecer vive en este mismo sector y su boutique (cosa que me sorprendió) queda cerca, a unas dos cuadras de aquí. La cajera me informó que todos le dicen Manu y es una de sus fieles clientes. Con los chocolates en mano y con Juan de apoyo, camino hacia la dirección que me dieron. Un local pintado de algo parecido al rosa por fuera con enormes letras donde se lee: Cherry Big Dreams, es a donde me llevan las indicaciones de la chica de la cafetería. —Yo conozco esta marca. —Sonríe Juan—. Sus diseños son increíbles. —Es ropa interior y pijamas —murmuro al contemplar las vitrinas hacia el exterior. Debo decir que Juan tiene razón, esos maniquís son muy sexys, incluso aunque son más grandes que los muñecos normales—. Vamos. Entramos al local y para mi sorpresa, "Close Your Eyes" de Michael Bublé se reproduce en el lugar, además huele a... vainilla. No sólo eso, todo el maldito lugar es como una explosión de color. Si mi apartamento tuviera vida, lloraría al ver esta tienda. Colores rosas, violetas, negros, un gris muy brillante... ¡Cristo! Me duelen los ojos. Creo que estoy experimentando una sobrecarga sensorial. A mi lado, Juan silba encantado. —Es muy bonito. Mira esos ligueros. —No creo que los ligueros tengan algún efecto en ti —respondo. No es un secreto para todos que Juan es gay, así que no se ofende por lo que digo. —Es cierto, pero aun así puedo seguir apreciando la belleza femenina en una tela tan sexy como ésta. —Sostiene unas bragas realmente tentadoras. —Lindo. —¿Puedo ayudarles en algo? —Una hermosa morena de cabello corto y ojos increíblemente expresivos, nos saluda. Su mirada se detiene un momento en mí, me evalúa y luego me guiña un ojo. Sonrío, siempre me encuentran atractivo. Aunque yo sólo veo a un hombre devolviéndome el reflejo, las mujeres dicen que soy bastante apuesto y sexy. —Oh, claro —responde mi primo por mí—. Estamos buscando a la propietaria. —¿A Manu? —Sí. —Asiento y me acerco a la chica—. Estamos aquí por ella. —Un momento —Confundida se dirige hacia uno de los mostradores. Contemplo el lugar mientras esperamos. Varias mujeres que se encuentran dentro nos observan con interés. Me percato de que la mayoría son mujeres de amplias caderas y sugerentes pechos, así como lo es Manu. Rellenitas, pero bonitas. —Me informan que están buscan... ¿Usted? —No se me escapa el tono molesto y sorprendido. —Buenas tardes. —Le doy una de mis sonrisas, pero sigue con una molesta mueca en su rostro. —Hola, soy Juan. —Mi primo le tiende la mano con una sonrisa. Ella corresponde a ambas y veo como su rostro se ilumina. Aunque molesta se ve muy linda también. —Manuela. —Vuelve su mirada hacia mí y pierde la diversión—. Y yo aquí feliz de la vida pensando que usted había sido desintegrado por alienígenas. —¿Perdón? —¿Qué quiere? —Se cruza de brazos y no puedo evitar mirar su prominente escote en esa blusa. Es una mujer bonita, no voy a negarlo. Ahora me siento mal (sólo un poco) por haberle insinuado que está gorda. No lo está, sólo es muy curvilínea, como un reloj de arena. Ofrezco los chocolates y sonrió. —Ofrezco disculpas por haber sido un... —¿Asno? ¿Idiota? ¿Imbécil? —¿Tiene usted por costumbre interrumpir a los demás? Rodando los ojos y alzando una de sus delgadas cejas murmura: —¿Viene usted a disculparse o no? —Ouch. —Juan ríe y al ver mi molesta mirada, se retira para "apreciar" las estanterías. —Sí. Estoy aquí para ofrecerle excusas por mi inaceptable comportamiento. —Sacudo la caja de dulces—. En mi defensa diré que estaba teniendo un jodido día y tenía a ciertas personas sobre mi trasero. Me mira con sorpresa y luego se ríe... se ríe de mí. —¿Encuentra algo gracioso? —Molesto, dejo de ofrecerle la caja de los carísimos chocolates. —Sí. —Espero a que se explique, pero no lo hace. Ahora soy yo quien levanta una ceja —Eres gracioso. Hablas como si fueras de la realeza algo así como... —Se aclara la garganta y baja su voz tratando de... ¿imitarme?—. "Estoy aquí madame, para ofrecerle excusas y bla bla bla" y luego, justo ahora acabas de demostrar que no eres tan "palo en el culo". —¿Eh? —Acabas de maldecir, lo cual teniendo en cuenta cómo luces y cómo hablas la mayor parte del tiempo... es refrescante y divertido. ¿Puedes decir mierda? Vamos, dilo. M...I...E...R... —Ya basta —gruño. Pero ella vuelve a reírse—. No es de buena educación burlarte de las personas. Vuelve a hacer ese levantamiento exasperante de ceja. —Lo dice el que hace dos días me llamo gorda. —Yo no te dije gorda exactamente, dije que tal vez... —No lo repitas. —Interrumpe y gruño porque es la tercera vez que me hace eso. —Deberías dejar de interrumpir a alguien cuando habla, eso es de... —¿Mala educación? —¡j***r mujer! Estoy malditamente tratando de disculparme contigo, pero cada vez que trato de hacerlo me interrumpes. ¡Cállate y escucha! —Estallo. Jesús que mujer para ser tan exasperante. Baja su cabeza ocultando su rostro, veo como sus hombros tiemblan y entro en pánico. ¿Está llorando? —Mierda. —Llevo una mano a mi rostro y la escucho soltar una enorme carcajada. Cuando encuentro sus ojos, los veo brillantes y llenos de diversión. La pequeña abeja está riéndose de mí otra vez—. Me voy. Eres... —¿Irritante? —¡Arrrgggg! —Doy vuelta para salir de la tienda, pero su grito de: "Oye, espera" me detiene a unos cuantos pasos. —Y los chocolates. ¿Qué? —¿Estas pidiendo mis chocolates? —Técnicamente son míos, los compraste para mí y me los has ofrecido. —Pues ya no. —¿Cómo que no? Dame mis malditos chocolates. —No. —Sostengo la caja fuera de su alcance, ya que intenta alcanzarlos—. ¿Qué pasa abeja? ¿No puedes alcanzarlos? —Abeja tu madre. —Intenta saltar otra vez pero sostengo la caja encima de mi cabeza—. Ahhh jodidos hombres gigantes —gruñe y resopla—. No voy a disculparte si no me entregas esos dulces. —No me interesa ya. Además éstos —Sacudo la caja y veo como se ilumina con el sonido de las golosinas chocando entre sí—, no son bajos en azúcar. —No me impor... —Sus ojos se abren cuando comprende el significado de mis palabras—. ¡Cabrón! —Hmm. ¿Manu? —Una rubia despampanante se acerca con cara de preocupación—. ¿Te das cuenta del espectáculo que estás dando? Siguiendo la misma dirección que lo hace Manuela, veo a varias señoras y mujeres divertidas mirando nuestro intercambio. Sonrío a quienes hacen contacto con mis ojos y luego disfruto del tono rosa en las mejillas de Manuela. —Lo siento mucho, esto... perdón. —Oh, no te preocupes chica. —Una señora sonríe y desecha la disculpa con un gesto de su mano—. Es divertido ver a un hombre apuesto y a una joven hermosa, discutir tan apasionadamente. "La hermosa chica" resopla sin elegancia. —¿Pasión? ¿En la misma mezcla que este señor y yo? —Niega con la cabeza y se ríe—. El único deseo aquí es que a él —Me señala—, le hagan una lobotomía o se caiga de una escalera y se rompa la pierna. Puede que esté bromeando como puede que no, sin embargo todos se ríen, incluso yo lo hago para evitar prolongar este intercambio. —Lo único que vas a desear... Manuela. —Espero hasta que Juan llega a mi lado—. Es haber probado estos chocolates. Salgo por la puerta, molesto e irritado perdiéndome cualquier mierda que dice cuando le doy la espalda y me alejo con los dulces que sé, ella quería. —Eso fue... —Molesto. —Interrumpo a Juan. j***r, se me contagió lo de esa chica. —Yo diría que interesante. —Ríe a adivinando mis pensamientos. —Cállate —gruño y acelero mis pasos hasta mi auto. —Como quieras.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD