Capítulo 5

2855 Words
MANUELA El jodido imbécil se llevó los chocolates. Aún estoy con la boca abierta, observando la puerta de mi boutique en completo y absoluto asombro. Pensé que iba a dármelos, pero no. El señor obtuso los guardó al molestarse, cuando intentaba hacer que se relajara un poco. Es un estirado. Siempre habla como si sus palabras fueran el evangelio, pero cuando maldijo, fue una persona real. Por eso seguí molestándole, para que se relajara y dejara salir a su verdadero yo. Pero el palo en su trasero es demasiado grande y terminé enfadándolo y haciéndolo huir con mis chocolates. —Cierra tu boca sol. —Tere se acerca y observa a la nada junto a mí—. ¿Por qué no mencionaste que el imbécil del café era condenadamente sexy? —Porque para mí, lo imbécil le quita lo sexy. —Bien. Puedes taparle la boca cuando estén en el asunto del chiquiñan, así no tendrás que escucharlo decir todas esas cosas que tanto, tanto te molestan. —¿Por qué últimamente todo contigo es sobre sexo? ¿Estás en ayuno de hombres? —Sí. ¿Se nota mucho? —Algo así. —La codeo en broma—. Debemos hacer algo esta noche, se supone que hoy es viernes social, ¿no? —¡Ohhhh siiiii! —Salta en su lugar y en un tono horrible de voz canta—: Soy una gargolaaaaa, de noche salimos pa' deshacer... —Esa es una horrible canción... cállate por Dios. —Rio cuando menea su trasero y agita sus manos—. Eres patética. —No más que tú meneando tus bubis al madurito creído ese. —¡Yo no le estaba meneando nada! —¿Ah no? ¿Y que era ésto entonces? —Imita mis saltos anteriores, intentando arrebatar la caja de chocolates. —Carajo. ¿En serio hice eso? —Sep. Fue... inspirador. —Mueve sus cejas y lame sus labios. No es un secreto que Tere es bisexual. —Que tonta eres. —Sonrío y camino hacia mi oficina, para terminar los diseños que deje por atender al imbécil. Estoy terminando de agregar el color al último de mis diseños cuando soy interrumpida nuevamente por Tere, informándome que otra persona está buscándome. Al salir a su encuentro, un joven de no más de quince años, nervioso y muy sonrojado está esperando por mí. Confundida y curiosa sobre lo que podría necesitar decirme, voy a su encuentro. —¿Señorita Manuela? —pregunta con cautela. —Sí, soy yo. ¿Y tú eres? —Soy Raúl. —De su chaqueta azul saca una caja... Mi caja de chocolates—. Un hombre me pidió que le entregara esto. Dijo que usted sabría el porqué. —Hmm gracias. —Acepto la caja con sospecha. Mientras el chico se retira. —Ah. —Raúl regresa y me da una sonrisa de lado—. También me dijo que le señalara que de ahora en adelante veía el púrpura con interés. —¿Eh? —Tu sostén, idiota. —Me aclara Tere, quien aún continúa a mi lado de cotilla—. Te dije que era algo inspirador para ver. Me sonrojo y compruebo que efectivamente uso un sostén púrpura. Jesús, lo que habrá visto cuando salté justo en frente de él. —Gracias Raúl. —Con gusto. —Eso fue interesante. —Al menos tus tetas hoy te han conseguido algo de dulce. —Eres una idiota, Teresa. —¡Es la maldita falta de sexo! Sonriendo como tonta, regreso a mis labores. —Entonces, ¿el imbécil del café te envió los dulces? —Rosa viene y se sienta frente a mí. —Ujum y jon delijiosos —respondo con mi boca llena de chocolate. He rodado tanto mis ojos por el placer que explota en mi boca, que creo que dentro de poco convulsionaré. —¿Y no te dignas a compartirlos? —Me arrebata el que estaba a punto devorar, gime al igual que una p*ta en iglesia y se deja caer en uno de los asientos—. Jejuquisto Manu ejto ejta delijioso. Un segundo después, como si el gemido de Rosa fuera el sonido de la flauta de Hamelín, Tere y Fabi entran a la oficina. —¡Siiiiiii! ¡Chocolates! —grita Fabi y salta hacia mi escritorio. Algo que deben saber de ella, es una fanática del chocolate. En una ocasión fue a hacerse un tratamiento (chocoloterapia) y déjame decirte que la expulsaron del Spa, todo porque cuando le derramaron el precioso líquido encima, pasó la mayor parte de su tiempo comiéndolo. —Perra, no ibas a darnos de éstos. —Bromea Tere y se deja caer cerca para poder comer también. Ruedo los ojos y sonrío mientras estallo otro bombón de chocolate en mi boca. —Este es el mejor chocolate del mundo. —Lo sé, el obtuso tiene buen gusto para los dulces. —Limpio mi barbilla cuando el relleno de uno se derrama—. ¿A dónde iremos esta noche? —¿Celeste? —¿Epika? —¿Space? —Hmm. ¿No estuvimos el viernes pasado en Celeste, Tere? —Es cierto Manu —concuerda Rosi. —Creo que queda entonces Epika de Rosi y Space de Fabi. —Vamos a Epika, hoy es noche de barra libre para las mujeres —anuncia muy entusiasmada Fabi—. El próximo viernes iremos a Space y tú —Señala a Tere—, podrás conseguirnos tragos gratis coqueteando con la mesera. —Hecho. —Ambas se dan la mano mientras Rosi y yo negamos. Estas chicas aman cuando otros pagan por sus bebidas. A las seis cerramos la boutique, decidimos ir todas a mi apartamento que es el más cercano, además las chicas siempre dejan sus ropas conmigo o toman algo de lo que hay en mi armario. Casi todas somos de la misma talla, por lo cual no hay problema. Me decido por un jean súper ajustado que se aferra perversamente a mi trasero, una blusa de seda de con tiras y escote tejido de color rosa, unos hermosos zapatos altos cerrados de diez centímetros, color piel. Ondulo las puntas de mi cabello y peino mi flequillo. Delineo mis ojos como a mí me gusta, al estilo retro. Aplico un delicioso labial de color coral y dos capas extras de rímel (gracias al cielo tengo grande y pobladas pestañas). Aplico mi perfume favorito y camino hacia el encuentro de las chicas, quienes ya están listas. Fabi se ha decidido por un vestido ajustado en la parte superior y con efecto campana debajo, de color n***o; ha recogido su cabello y usa unos tremendos zapatos del mismo color que sus labios... rojos. Rosi usa jeans negros con una blusa azul eléctrico y zapatos a juego, su cabello está totalmente liso y peinado. Mientras que Tere usa un ajustadísimo vestido verde oscuro que deja poco y nada a la imaginación. Se ve increíble en sus tacones color piel. —Pórtate bien cariño. Mami saldrá con sus amigos. —Beso a mi gato que maúlla y se restriega contra mí, cuando me ve tomar las llaves y mi bolso—. Prometo no traer a un desconocido y antigatos a la casa. Lo juro... lo de Víctor no se repetirá. —¿Aún tiene pesadillas por ese hombre? —pregunta consternada, Rosi. —Sí. No puede ver un comercial de Dog Chow, porque se esconde. —Pobre criatura de mami. —Mi querida amiga lo toma de mis manos y se dispone a besarle. Si supiera que hace unas horas estuvo jugando con un cucarrón. —Bien, chicas. Hoy es noche de sexooo... uhmmm voy a devorarte nene lindo... —Tere, por favor. Por el inmenso valor de nuestra amistad. ¡Nunca Jamás Vuelvas a cantar! —digo y mis dos amigas se ríen mientras Tere me saca el dedo medio. —Mira quien lo dice, la chica que se cree Shakira. —De hecho —agrega Rosi—. Debemos reconocer que Manu tiene unos buenos movimientos de cadera. —Es cierto —concuerda Fabi. —Vale. Eres Beyoncé, entonces. —¿Por qué Beyoncé? —pregunto confundida. —Su trasero es más grande que el de Shakira. —Se encoje de hombros, quitándole importancia. —Tienes razón. —Bien chicas, ¡es hora de rockear! Al llegar a Epika ingresamos saludando a la chica encargada de la entrada, quien es otra de nuestras clientas. En una mujer muy alta y bien construida. —¡Soraya, cariño! —Dejo que estreche mi mano. Una pequeña pero linda sonrisa dibuja sus labios. Ella es una chica dura cuando está en su trabajo, pero fuera de él es todo un amor. Tiene dos hijos de once y catorce años. Y Jeremy, su esposo, es un encanto. —Chicas, que placer verlas. —Igual para nosotros Sore. —Tere besa su mejilla haciéndola sonrojar un poco—. Tenemos buenos prospectos para hoy. Aclara su garganta y esta vez sonríe más amplio. —¡Oh! Deben ver los maravillosos especímenes que he dejado entrar para ustedes hoy. —Ujummm... yumi yumi —bromeamos y reímos. —Pasen chicas y bienvenidas. —Gracias querida, recuerda pasarte por un increíble descuento. —Asiente emocionada. Sonrío y niego, a Jeremy le encantan los diseños que compra para ambos. —¡Mierda! —Jadea Tere cuando ve el lugar a reventar—. ¿Qué, todas las mujeres se antojaron de sexo hoy? Hay demasiadas chicas y pocos hombres. —Espera. —Nos detenemos para seguir a Suzzy, nuestra camarera habitual cuando venimos aquí, quien nos lleva hacia una mesa—. ¿Hoy se te antojan niños o niñas? —Niños. La última vez Manu, fue con una niña y sólo me duró tres días la calma. Hoy quiero un gatito salvaje que me haga recordarle cada vez que me siente o me levante. —¡Estás demente, querida! —Rio junto a Rosi cuando vemos la cara horrorizada de Fabi—. Ya no veré a Boris de la misma manera. —No te creas, Fabi. El Boris es bien fogoso. He tenido quejas serias de varias vecinas que lo acusan de acechar a sus castas y vírgenes felinas. —Tomamos asiento en nuestra mesa y pedimos nuestras bebidas. —No te creo, Manu. Pero si Boris es un encanto y además está demasiado gordo para poder... —Se estremece, tal vez imaginando algo. Reímos aún más fuerte cuando dice—: Guacala, necesito cloro para mi cerebro. —La verdad es que ya tengo un seguro veterinario por si deja alguna niña por ahí preñada. —Todas me observan con diversión—. En serio. Incluso ya saqué su cita para castrarlo, pero cada vez que vamos, el condenado se enferma del estómago. —El pequeño sabe que mami quiere cortarle las bolas. —Ríe Tere. —Lo sé. —Recibo el coctel de manos de Suzzy y bebo de él. Delicioso—. Es como si lo planeara. Hoy está perfecto y apenas llegamos a la clínica, empieza con su daño de estómago. —Puaj. —Rosi escupe su margarita—. ¿Me estás diciendo que mi pequeño Boris se enferma del estómago a propósito? No lo creo, él es un inocente y tierno niño. Tal vez de verdad sí se enferma o sufra de estrés cuando visita al médico, pueden ser nervios. —El "inocente y tierno" minino, ha aruñado a seis enfermeras. Mordido a dos médicos veterinarios y ha orinado... —Por no mencionar la otra cosa que hizo debido a su estómago—. Tres veces, encima de los técnicos de la clínica. —¡Vaya! —Todas tres se encuentran sorprendidas—. Sí que es un diablillo. —Exacto Fabi. —No hablemos de tu bola de pelos, evaluemos a los hombres de esta noche y seleccionemos a los afortunados. —Empieza entonces tú, Tere —aconsejo. —¿Qué tal ese de allá? El de camisa azul y reloj de imitación. Oh, mira ese tatuaje en su antebrazo. —¿Cómo sabes que su reloj es de imitación? —Rosi roba la pregunta de la punta de mi lengua. —Puaj. Está demasiado pendiente de si se raya cuando roza la barra. Un original no lo haría. —Eres un caso serio —murmuro—. Es lindo, por cierto. —¡Oh por todos los anillos vibradores! Mira a ese espécimen de ahí. —Señala hacia un hombre alto, de cabello oscuro con una camisa blanca que se aferra a sus músculos y un pantalón gris ajustado que deja ver lo que esconde en su entrepierna—. ¡Virgen del agarradero! Que me agarre a mí primero. —Por Dios Tere, parece que estuvieras en medio de un orgasmo. —Lo estoy Fabi. Es un orgasmo visual. Ese hombre puede tomarme y hacer conmigo lo que desee. Es más, voy por él. Las tres observamos como Tere camina y acecha hacia el chico, moviendo sugestivamente sus caderas. Se detiene junto a él en la barra y empuja a una voluptuosa rubia para abrirse camino en la barra. Se inclina y finge intentar llamar la atención del camarero, pero en realidad ya tiene la atención del hombre en la mira y de otros a su alrededor. Una sonrisa se dibuja en mi rostro cuando el hombre de sus sueños le dice algo y ella le ignora a propósito. Los ojos del chico se abren y una mirada decisiva cruza su rostro. Lo tiene. —Ya está hecho —murmura entre sorbos, Rosi. —Eso fue fácil. —Fabi sonríe y se mueve al ritmo de la música. —Por lo menos ya alguien está segura de romper su ayuno el día de hoy —digo y reímos nuevamente. Observo a Tere platicar con un muy interesado hombre ahora. Ella aún está en su papel de no estar interesada, pero le permite vistazos de su escote y hace un gesto íntimo o coqueto de vez en cuando. El hombre sonríe cuando la mano de ella roza su muslo, pero deja de hacerlo cuando Tere se vuelve para alejarse. La toma de la mano y le susurra algo al oído. Los ojos de mi amiga nos encuentran, sonríe y nos guiña. Trato hecho. Muevo mis dedos ante su retirada con el chico en dirección a la salida. —¿Qué será? ¿Sexo en los baños o en el callejón? —Me vuelvo hacia Rosi, quien también observa la retirada de Tere. —Yo digo que en el callejón. —No lo creo, Fabi. Voy por sexo en el auto. Tere necesita más espacio para gritar hoy. —Es cierto. —Ambas están de acuerdo conmigo. —Vamos a bailar. —Propone mi rubia y hermosa amiga. —Por supuesto. Nos sacudimos hasta la pista y al ritmo de "La Gozadera" de Gente de Zona y Marc Anthony, movemos el trasero. Varios hombres se unen a nosotras y no escatimamos la atención que tenemos. Podemos ser voluptuosas gorditas, rellenitas, pero de que levantamos hombre... ¡Levantamos! Bailamos un rato hasta que el calor y la piel húmeda se vuelve insoportable. Le hago señas a Rosi de que voy hacia mi mesa y asiente siguiéndome. Fabi decide quedarse bailando con un moreno, la nueva canción de Maluma y Thalía. Abanico mi rostro con mi mano, ya que de verdad ¡el calor es insoportable aquí! Busco en el techo el lugar donde el aire acondicionado está para ubicarme bajo él, porque siento que la blusa se está pegando a mi piel y es demasiado incómodo. Escucho cuando Rosi me grita que tenga cuidado, pero es demasiado tarde cuando me tropiezo con un duro pecho. Algo frío se derrama en mi escote y grito ante el contacto. —¡j***r! —Me sacudo como si lo que se derramara sobre mí fuera fuego. —¡Mierda! Lo sien... ¿Manuela? —Levanto mis ojos hacia el hombre que acaba de derramar su cerveza y conoce mi nombre. —¡Ah j***r, no! ¡Maldita sea, no tú! —Mi piel se eriza y mis ojos se estrechan cuando observo el rostro divertido y sorprendido de El Obtuso al frente—. Acabas de derramar tu cerveza sobre mí. Observa su vaso medio vacío y luego mi escote donde ahora los pezones de mis senos se pronuncian y apuntan hacia él. —Yo creo que sí. ¿Sabes Manuela? Creo que esto se llama karma. —Cabrón —grito y me vuelvo en dirección a los baños, pero sus palabras me detienen. —Bonitos pezones. —Ríe y no lo pienso antes de hacerlo. Mi mano vuela y golpea su mejilla con fuerza, se tropieza hacia atrás y el chico a su espalda derrama su Wiski sobre él. —¿Sabes que dicen del Karma? —pregunto cuando sacude su camisa manchada—. Que es una perra, cariño. Le saco el dedo medio y paso a una sorprendida Rosi al dirigirme al baño.
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