La victoria sobre el Heraldo de las Sombras fue amarga. La paz que tanto buscaban Vlad e Isolde parecía más lejana que nunca. Mientras el sol ascendía sobre el devastado templo, Vlad permanecía inmóvil, sosteniendo el Corazón del Mundo convertido en piedra. En su interior, una mezcla de incredulidad, dolor y vacío lo consumía. Las fuerzas restantes del culto, al ver la destrucción de su líder, huyeron como sombras disipadas por la luz. Sin embargo, el precio de esa victoria se sentía insoportablemente alto. La Herida Que No Cierra El grupo de aliados que había luchado junto a Vlad permanecía cerca, sin saber qué decir o cómo consolarlo. Elara, la líder de la resistencia, finalmente se acercó. —Debemos movernos. Este lugar no es seguro —dijo en un tono suave pero firme. Vlad levantó la

