ARIA El leve tic en su rostro bastó para que todo valiera la pena. Sus ojos recorrieron mi cuerpo de arriba abajo, evaluando rápidamente mi atuendo. —¿Tienes unos minutos? —pregunté. —Se acerca la hora crítica, Aria —respondió con rigidez—. Te contraté porque esperaba que pudieras trabajar con confianza sin necesitar demasiada orientación. Confío en que harás bien tu trabajo, y si tengo alguna inquietud, iré contigo. ¿Entendido? Parecía agotado y estresado, con profundas marcas bajo los ojos. —Y ahora, si me disculpas… —¿Seguro que confías en mí? —insistí—. Te ves bastante ansioso para alguien que cree tener todo bajo control. Que lo tienes, claro. Pasó las manos por su oscuro cabello. Parecía fastidiado. Pero Dios, cómo se estiraba su traje sobre la amplitud de su pecho definido… P

