Capítulo 44

1238 Words

Ya me iba a ir a casa, cansado y extenuado, cuando, de repente, oí la dulce voz de Fátima, riéndose además y celebrando las ocurrencias de otra mujer. Me estremecí por completo, cerré mis casillero como pude, dejando incluso todo en desorden, le puse el candado, me despedí de mi jefe y subí por las escaleras apurado, picado por la curiosidad. Y allí estaba ella, esplendorosa, con sus pelos como cascadas sobre sus hombros, haciendo brillar sus ojitos, el rostro duchado por el sudor y carcajeándose con un par de amigas, ambas tan rubias que sus pelos parecían pintados con acuarelas, delgadas, altotas, de ojos verdes y primorosas, cautivando a los otros atletas que no dejaban de mirar y admirar las curvas de todas ellas. -¡Hola Miguel!-, me vio entonces Fátima y me saludó efusivamente, colgá

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