PALERMO, ITALIA.
—Leonard, quita esa cara, maldita sea.
Lucian Salerno palmeó la mejilla de su hermano con delicadeza mientras lo reprendía. Estaban a horas de celebrar una boda y no cualquier boda. Estaba descontento, así que lo estrechó en un abrazo. Volteó en varias direcciones en búsqueda de su sobrina. ¿Acaso había saltado por la borda en un intento por escapar? Era capaz de eso y más, así que la idea no fue tan descabellada cuando lo pensó con atención.
Alessandra era rebelde.
Ahora Leonard conocía de primera mano el sentimiento que él toleró durante más de quince años.
—¿Es una boda o un velorio?—preguntó Luca burlonamente mientras observaba la displicencia en el rostro de su hermano mayor. Leonard no estaba complacido y lo dejaba ver con cada expresión en su atractivo ros
