PALERMO, ITALIA. Su madre. ¿Acababa de hablar de su madre? La voz de esa mujer y la forma en como la oración se repetía en su cabeza era una tormenta. Sus ojos se llenaron de lágrimas al instante. Su madre sería incapaz de hacer algo así. Su madre no podía ser tan calculadora. Lo primero que pasó por su cabeza fue la negación. Fiorella Salerno era la mejor madre que una niña habría podido tener. Comprensiva. Cálida. Cariñosa. Siempre estaba allí. Siempre estaba allí para ella. Parpadeó para contener el llanto, porque sabía que si se echaba a llorar se daría cuenta por el maquillaje corrido. Apartó a como pudo el ardor de sus ojos y segundos después pasó al segundo sentimientos, ira. Esa misma ira la obligó a abrir la puerta. El arrebato sorpresivo hizo a Ariadna quedarse fr

