PALERMO, ITALIA. Valery amaba cazar. Los enormes bosques rojos eran su zona favorita. Durante los meses de invierno cazaba ciervos, durante los meses de primavera cazaba personas, dependía sobre qué animal recorría los parajes y sobre cuantos traidores le rodeaban en cada ocasión. Acomodó el cuello de su camisa de lino para poder colocar la corbata de forma correcta. En sus ojos se reproducían todas esas veces que había usado los bosques para complacer sus insanos deseos. ¿Por qué amaba jugar con sus víctimas antes de matarlas? Porque adoraba el pánico que podía causar. La desesperación. El sudor que escurría por su cuerpo al sentir a cada fibra de su cuerpo gritarle que iba a morir y como todo ese miedo se convertía en una mirada de pánico. Los débiles lloraban. Los fuert

