⚠️ ADVERTENCIA ⚠️
⚠️ ADVERTENCIA⚠️
Este libro no está escrito para entretenerte.
Está escrito para tocarte. Para romperte. Para hacerte temblar.
Aquí no hay hombres ni lobos perfectos.
Hay hombres que te harán llorar de felicidad… y de miedo.
Hombres que no piden permiso para entrar en tu mente,
que susurran verdades que nadie se atreve a decirte.
Hombres que no se explican, se sienten.
Y cuando los sientas, será demasiado tarde.
Cada página es una confesión.
Cada escena, una herida oculta.
Y cada mirada, un deseo oculto.
No hay máscaras. Al menos si quieres.
Hay deseo contenido, palabras que te hacen querer gritar.
y silencios que aturden.
Este libro no te habla.
Te observa.
Te conoce.
Y si decides seguir leyendo, será como si alguien te estuviera hablando directamente al oído.
Como si supiera lo que escondes.
Lo que callas.
Lo que temes.
No hay escapatoria.
Solo una advertencia
Aquí se ama con furia.
Y se protege con sangre.
Si estás lista para sentirlo todo 😏
adelante.
Pero recuerda. 🛋
no hay vuelta atrás
Cafetería
—Más café.
—La cuenta.
—¡Estás tardando demasiado!
Mis pies se deslizan entre charcos de grasa y migajas, mientras equilibro tres platos de desayuno en una bandeja que ya pesa más que un matrimonio obligado
—Cristal, ¿me ayudas con la mesa doce?- le digo, sin detenerme.
Ella me mira desde la barra, se ríe con el administrador y se encoge de hombros cmignoranme por completo. Me muerdo la lengua. No hay tiempo para rabias.
Ruedo mis ojos y me acerco a la mesa diez. Una señora elegante, morena, con un vestido blanco impecable, me observa con una sonrisa débil en su rostro. Justo cuando voy a anotar su pedido, siento el empujón.
—¡Ay!— grité al sentir como mi rodilla pegaba del piso. Mi libreta cayó. Las cuentas, los pedidos, todo.
Cristal se inclina, recoge la libreta y sonríe con veneno.
—Esta mesa la quiero yo.
Contengo la rabia. No puedo perder este trabajo. No ahora. No cuando acabo de salir de mi país y cada moneda cuenta. Recojo mis cosas, me retiro. Pero alcanzo a escuchar
—Solo un vaso con agua— dice la señora.
—¿¡Solo eso!?— grita Cristal, indignada.
La señora asiente. Cristal me llama con un gesto de desprecio.
—Cloe, tráele el agua.
—Bien.
Voy por el vaso mientras cargo las órdenes de la mesa doce. Cristal me bloquea el paso.
—¿Me ayudas?
—Yo no llevo eso. Estoy ocupada.
—Claro que sí— susurró ocultando mi arrechera.
Entrego los desayunos con una sonrisa falsa y corro a la mesa diez. Justo cuando dejo el vaso, la señora empieza a toser. Me inclino
—¿Esta bien?— le empiezo a dar aire con mi libreta
—Eres la indicada.
Me entrega un folleto. No entiendo. Luego, una propina generosa y se marcha sin decir una sola palabra más.
Estoy con el billete en la mano cuando el administrador me llama.
—Esa propina era para Cristal. Dásela.
—No. Es mía. O al menos mitad y mitad.
Cristal niega. El administrador insiste.
—Vamos, Cloe. Dásela.
—Mitad y mitad— repito, firme.
Le doy la mitad. Cristal se va molesta. El administrador me observa.
—Es difícil ser nueva en un lugar. Yo también lo fui. Pero con esfuerzo se sale adelante.
—Claro, señor. Pero Cristal es todo lo contrario. Y el dueño se molestaría si los ve juntos.
Él se tensa.
—¿Qué sabes? ¿De qué hablas?
Me alejo.
—Cuando suena el río es porque piedras trae. Yo solo digo que deje que la chica trabaje.
Él se ríe, nervioso.
—Vete, pero cuidado no digas nada.
Hago una señal de cruz en mi boca.
Al salir, veo al dueño. Cristal a su lado, con una mueca burlona.
—¡Despedida!— me grita el dueño.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Aquí no permito el robo ni cosas indebidas en las bodegas.
Cristal asiente. El administrador aparece.
–Raul, también quedas despedido. Ven por tu pago mañana—
Dice el dueño serio.
—¡Yo no soy una ladrona! ¡Revise las cámaras! ¡Y mucho menos soy algo de él!
El dueño, más calmado, pide explicaciones. Cristal se queda callada. El administrador saca su teléfono. Una foto. Él y Cristal besándose.
—Cloe no es nada mío. Pero Cristal sí.
Se va. El dueño queda mudo. Revisa las cámaras. Solo me ve trabajando.
—Fue un malentendido. Lo siento. Pero lo mejor es buscar nuevas empleadas.
Cristal se niega. Yo asiento. Me marcho.
Llego al cuarto que estoy pagando. Solo hay una colchoneta y mi maleta. Suspiro, cuando ya estoy apunto de tirarme en la colchoneta. Tocan la puerta, —Un momento—
—Buenos días Cloe. ¿ya tiene lo de la habitación?
—Unos días más, por favor. Solo tengo esto— saco lo que tengo de dinero.
—Está bien. ¿Ya comió?
—No.
—Espere.
La dueña se fue. Gracias a Dios me entiendio. Estoy acomodando mi maleta cuado. Minutos después, regresa con comida.
—Barriga llena...
—Corazón contento— termino la frase
—Gracias, se lo agradezco muchísimo.
Mientras como, reviso el folleto. Letras bonitas
Eres elegida para ir de vacaciones con todo pago a una isla. Si gustas, puedes comunicarte conmigo a este número.
Me río.
—Y después me venden o me violan por ahí. No, papá. Paso.
Le doy la vuelta al folleto. Dice
No pienses mal. Si gustas, el encuentro puede ser donde tú quieras. Es un trabajo. Y con buena paga.
Me río otra vez, mientras mastico.
—Segurito de prosti. ¿Qué trabajo es así?..
Ya acostada.. Escucho unos ruidos afuera de la casa. Me asomo por la ventana para ver de que se trataba y era la señora que había sido llevada en una ambulancia. Salgo corriendo y tropiezo con un hombre alto un poco delgado, ojos claros. Me ve y se gira para salir.
—¿Que le ocurrió?— le pregunté. El se giró y me vio de arriba abajo.
—Soy el hijo. Mi mamá sufrió un ataque al corazón— el empieza a llorar. Me quedo observando como se marchan.. Un presentimiento me atraviesa el pecho. Es como si estuviera viviendo un recuerdo..
2:23 am. Ya en mi habitación y sin sueño. Me quedo observando el cielo sin estrellas y esa sensación de que algo me falta llega otra vez. Solo observo como la luna llena esta hermosa y brillante.
—Ay Diosito. Gracias por todo— suspiro en voz alta, cuando veo llegar el auto del hijo de la dueña. Tomo un abrigo y bajo corriendo..
—¿Que paso? ¿En donde esta la señora Lourde?— El hijo solo ve el edificio, me giro y veo como otros inquilinos salen y lo abrazan. Observo todo y es como si fuera una cámara lenta.
—Vi su mensaje hijo. Y entiendo que quiere vender la propiedad—
Escuché a un viejo hablar. ¿Mensaje? Maldición y yo sin teléfono. Que pobreza chico. Un momento ¿Vender? ¿Qué pasó pasó la señora?
—Señorita Cloe. Mi madre falleció, no resistió. Por tales motivos mañana deben de desocupar todo. Voy a vender.
Falleció.
Voy a vender.
Voy a vender.
Se repetía cada vez en mi cabeza. Hasta que vi cómo se alejaba.
—¿Como murió? Ella estaba bien ayer. ¿Por qué le dio un infarto?— pregunté. Pero su hijo solo se encogió de hombros y entró en el edificio.
Lo seguí y subí a mi habitación.
–¿Que voy hacer?— me dije mientras tiro de mi cabello. Sin dinero. Pobre. Sin nada de valor y más fea. Observo la colchoneta y ahí esta el folleto. Suspiro, niego pero luego lo agarre —Ay Diosito. Que no sea nada malo. Por favor, mañana buscaré buscaré donde llamar—