Respuesta

2078 Words
Su respiración se aceleró como nunca. Un sudor frío recorría su frente. Luna no se esperaba que algo así pudiera pasar. León la contempló con urgencia, parecía nervioso y no tuvo más remedio que responder; además las miradas expectantes también aguardaban. —Sí —alcanzó a decir en un susurro antes de perder la realidad por completo. Quizá estaba dormida y todo aquello era un sueño, uno osado y grosero. —No me alcanzará la vida para poder darte todo el amor que mereces, pero lo voy a intentar. Las palabras de ese hombre sonaban de una forma distinta e irreconocible y, si ella no supiera cómo era en realidad, las creería sin vacilar. León tuvo el atrevimiento de proponerle algo tan importante y que consideraba muy lejano en su situación, y lo peor de todo fue que lo hizo frente a una multitud celosa y llevando una alianza como anzuelo, en definitiva no tenía otra respuesta que esa. Ahora sabía que estaba despierta, lo confirmó porque sentía la necesidad de desmayarse. Poco a poco la gente se retiró. El incidente con la pelirroja quedaba en el olvido y solo se hablaba del próximo enlace. —Es hora de irnos —le pidió Alí, quien se había acercado hasta donde se encontraban. Ella no respondió ni se movió de su sitio. La impresión la había hundido en un profundo estupor. —¡No! Es hora de que tú vuelvas, yo llevaré a mi prometida a casa —recriminó León, quitándole la mano que Alí puso sobre el brazo de la joven. Una mirada acusadora y llena de rencor se asomó en los ojos de su amigo, quien trataba de mantenerse sereno. —Después arreglaremos cuentas —exclamó sombrío al acercarse a León de manera intimidante; luego se dirigió a Luna—. Nos vemos en casa. —Sí —contestó ella sin saber a qué respondía. —¿“Sí” es la única palabra que sabes decir? —se burló el recién prometido mientras veía marchar al último testigo del lugar. Apenas se quedó todo en silencio, ella reaccionó por fin. —¡¿Qué ocurre contigo?! —rugió en un instante y dándole un golpe en el pecho con ambas manos—. ¿Qué pretendes? ¿Qué es lo que buscas? Una cosa era una simple relación que dijiste que terminaríamos en cuanto lo consideráramos adecuado, pero ahora sales con esto. ¡Es absurdo! En esto no voy a participar. Él le sujeto ambas manos para impedir que lo golpeara de nuevo y se encontraron tan próximos que la tensión los abordó una vez más, aunque esta vez no fue recibida de manera positiva. —Claro que lo harás, ya aceptaste, ¿o eso no lo vas a cumplir? —Parecía confiado porque ya conocía su código de ética. —Tú me obligaste, ¡ha sido una trampa! Sabías que no me podía negar. ¡¿Por qué no estoy escuchando una explicación?! —Forcejeó para zafarse y poder atacarlo; deseaba herirlo por utilizarla de esa manera. —¿No te das cuenta? —la cuestionó tranquilo y utilizando una voz persuasiva. —¡Sí, ya me di cuenta!, pero soy tan necia que te lo pregunto aun sabiéndolo. —Su comportamiento se volvió insolente porque no reparó que el sitio donde se hallaban era poco adecuado para hacer ese tipo de reclamos—. Puede que sea muy ilusa, pero también puedo ser peligrosa si me rebasan, no me trates como si no conociera mis defectos y virtudes. Dime tus planes en este instante y ni se te ocurra pronunciar que no puedes hacerlo porque voy a obligarte a hablar, así que hagámoslo por las buenas. Tenía muy presente que no se encontraba armada, pero conocía técnicas de combate cuerpo a cuerpo. Tal vez no iba a lograr derrotarlo usando solo su fuerza, que por obvias razones era menor al de un varón con sus características, pero su entrenamiento había sido tan largo y extenuante que sabía que era posible someterlo si se empeñaba. —Mi petición fue auténtica —masculló él y una pequeña coloración cubrió sus pálidas mejillas; o al menos eso permitió ver la poca luz del lugar. —¡Oh, basta! Estoy tan cansada de esto. En serio solo quiero la verdad. ¿Por qué lo has hecho? ¿O es que no merezco saberlo? ¿Qué es lo que quieres de mí? —Por fin las preguntas estaban saliendo, pero esperaron tanto su salida que fue atropellada y torpe. —Esa es la verdad —le dijo con tono serio y envarándose por completo. Sus ojos la contemplaron como si fuera un pajarillo moribundo que necesitaba ser salvado—. Mira, yo… yo pensaba mantenerme en el celibato, no deseo tener compromisos porque no es algo que me tiente. Pero, al ver que querías lo mismo, se me ocurrió que podría funcionar, así cada quien tendría libertades que no podría tener con alguien más… No tiene que ser real, podemos ser solo amigos o compañeros de casa y ya. Luna no podía creer lo que escuchaba. Esperaba una mejor excusa para la locura en la que acababa de arrastrarla. —¿Acaso no has pensado en lo que yo quiero? ¿Qué sucederá si nacen en mí los sentimientos por alguien? ¿Por qué solo has pensado en ti? ¡¿Por qué?! —La tristeza la fue invadiendo. El amor ahora pasaba a formar parte de su lista de necesidades cuando antes lo consideró como un impedimento para cumplir con sus obligaciones. —Ya conoces a los hombres disponibles del pueblo —dijo titubeante porque no podía asegurar que le eran indiferentes—, ¿has visto a uno que atraiga tu interés lo suficiente como para considerarlo digno de ti? —¿Y qué hay de mi antigua casa? —atacó con otra pregunta que causó que él diera un paso hacia atrás—, puede que alguien allí sí haya alguno. —No irás a tu antigua casa —aseguró convencido, portándose como un gran egoísta. Ella se mantuvo en silencio por un breve momento, intentando obtener sabiduría para poder tomar la mejor decisión. —Si pretendes obligarme a hacer esto, claro que lo haré. —Pero en su corazón sabía que buscaría otra manera de no regresar; explorar los misteriosos alrededores también era una de sus opciones para no poner de nuevo un pie allá aunque eso significara poner en riesgo su vida o su cordura. —Si regresas a Isadora —masculló, siendo esa la primera vez que pronunciaba dicho nombre y vio que Luna hizo un gesto al saber que él lo conocía—, y suponiendo que por arte de magia te otorgan el perdón y vuelves a tu vida de siempre, ya tienes edad suficiente para casarte, y tus padres harán que cases con alguien como castigo; como un castigo más de una larga lista de ellos. Uno tras otro sin darte tregua. Cometiste graves faltas y los que te rodearán no lo olvidarán con facilidad. Casi puedo asegurar que te entregarán con un hombre a quien ni siquiera conozcas bien; uno que te tratará como se le plazca y todo lo harás obligada. Lo que yo te ofrezco es algo mejor. Seré tu aliado y nunca te forzaré a nada. Sabes bien que es lo mejor que tienes… y lo mejor que tengo yo. Las palabras salieron con tal magnetismo que a ella la dejó sin aliento cuando terminó, y vibró de miedo ante sus afirmaciones que no estaban para nada lejos de la realidad. Era necesario analizarlo con sumo cuidado antes de tomar una decisión tan importante. —No… no lo sé. Es un disparate… Todo lo que haces es una completa locura y la culpa es mía por seguirte. —Su mente se volvía una vorágine de interrogantes y afirmaciones que le dolieron en lo más profundo—. Tengo que pensarlo, dame tiempo y te daré mi respuesta. Sacó de su dedo el anillo que le había puesto sin que tuviera conciencia de ello y él lo guardó de inmediato. Estaban en una casa ajena y era urgente retirarse aunque sabía que seguro se encontraba vacía por la hora. —Por supuesto que sí. Diré que lo mandé a ajustar —aceptó sin más. Antes de darse la vuelta para que se fueran, volvió a contemplarla—. Solo voy a pedirte una cosa y es que quiero que me des esa respuesta cuando la tengas, ¿de acuerdo? ¡En cuanto la tengas! —le pidió vehemente. —De acuerdo. —Ansiaba terminar esa conversación lo más pronto posible porque sabía que, si él seguía hablando, terminaría por ceder gracias a su don de convencimiento que ya la había llevado hasta ese punto tan crítico. El día, que en realidad era la noche para ellos, era más largo para Luna que para el resto de los pobladores. Dormir se volvía un tema difícil para ella. Las pesadillas la perseguían desde que tenía memoria, aunque en su actual casa se estaban volviendo más escasas. La mañana siguiente a su petición de mano improvisada se hundió en un sueño que la atrapó con rapidez. En él se visualizó de nuevo en Isadora en una ceremonia fatídica. Ella vestía de blanco y se encontraba casándose con Samuel, un hombre rudo, poco agraciado y que casi siempre se mostraba malencarado. De todos los de Orión era el único vigilante que se atrevía a comer carne cruda para no tener que prender la leña… Después se vio siendo sometida, sus decisiones dejaron de ser libres, su nuevo esposo tenía que aprobarlas primero. La vida que veía en su alucinación la condenaba por siempre a ser parte de Orión; algo que nunca quiso y que, aunque no externaba, odiaba. Sin tomar conciencia de sus acciones, despertó exaltada y saltó de la cama ignorando que aún era hora de dormir. Salió aprisa de su habitación y entró en otra sin tocar la puerta. Movió con fuerza el cuerpo inerte en la cama y el hombre que yacía comenzó a parpadear algo confundido. —¡Lo haré! Mi respuesta es sí. —Suplicó para que sus palabras fueran atendidas. —Te estaba esperando —musitó León con voz somnolienta, pero pareciendo complacido por su decisión. Después salió de su lecho y sacó de un cajón de la cómoda la cajita que llevaba la noche anterior. —¿Quieres que lo lleve puesto? —preguntó avergonzada porque antes no imaginó que llegaría a portar una insignia similar. La libertad de decidir que ahora poseía era invaluable y, si había un prospecto que podía hacerla querer dar el siguiente paso, sin duda no era el mismo que se lo había propuesto. Pero al no mostrarle un interés más allá de una amistad la dejaba fuera de la jugada y había que empezar a olvidar esa posibilidad. —Si tú quieres —contestó sonriendo aunque todavía se encontraba terminando de abrir bien los ojos. —Dame acá —le dijo, y quitó de la caja el anillo. —¡No, no, no! Yo te lo pondré. —Le arrebató la joya, tomó su mano, e ignorando el anillo que se encontraba primero, deslizó el suyo por su tembloroso dedo, quedando ambos empalmados. —Uno —comentó Luna, señalando el púrpura—, representa mi pasado; el otro. —Contempló el nuevo—, mi futuro. —Un futuro mejor que el pasado inútil que viviste. —Eso es lo que más deseo. Un aire de confidencialidad comenzó a aparecer entre los dos y ella se percató de que su indiscreción había sido poco decorosa. Estaba ahora sentada sobre la cama de León y él tenía el pecho al descubierto, que sudaba por el calor y las gotas escurrían por su piel, haciéndola brillar. Su cabello crespo arremolinado, sus labios que sonreían y las mejillas que se ruborizaron eran elementos muy difíciles de resistir. Verlo así, tan natural, se volvió fascinante y peligroso al mismo tiempo. Resolvió de inmediato que tenía que emprender una huida y optó por despedirse para marcharse hacia su habitación, porque sabía que si se mantenía allí por más tiempo podría suceder algo imprudente. Al salir lo miró de forma fugaz y sintió una gran calma al saber que, gracias a sus arrebatos que no terminaba de comprender, podía dormir tranquila un día más.
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