Grito

2153 Words
Los gritos que salían del despacho recorrieron toda la casa e hicieron eco en varios rincones, alertando a las tres mujeres que se quedaban a cumplir con sus tareas allí. Luna había optado por ayudar en las labores del hogar a Isis y Lili en lo que decidía en qué quedarse de manera definitiva. —¡Nunca pensé que serías capaz de tal bajeza! —se escuchó decir con una voz potente y directa. —No me juzgues antes de saber —se defendió otro personaje. —¿Cuándo decidiste hacer tal cosa? ¡Madre de tus hijos! ¿Hijos? ¿Acaso eres badulaque[1]? —El reclamo de Alí estaba siendo realizado de una forma nunca antes vista, como si esta vez se sintiera herido de verdad. Tanto, que sus ojos comenzaron a arder por todo lo que experimentaba. —Ella está de acuerdo con esto —respondió León queriendo sonar tranquilo pero directo—. ¿Por qué no le reclamas también? Puede que así te convenzas de una buena vez. Se mantenían separados por el ancho escritorio y Rey fungía como mediador intentando evitar una pelea física. Se reunieron allí para tratar otro tema, pero las cosas se salieron de control de un momento a otro. —Es adecuado que bajen la voz y discutan esto con más decoro —propuso el muchacho que se vio en la necesidad de moverse de lugar porque vio que los dos se iban acercando. —¡Porque eres tú el que la orilla! ¿Crees que no me doy cuenta? Aah sí, conozco tus mañas para obtener lo que quieres, a mí no vas a engañarme —remató Alí. León comenzaba a enojarse de verdad. Le tenía un respeto increíble a su compañero, pero en esta ocasión el disgusto iba logrando que lo dejara de lado. —Estoy cansado de escucharte. ¡Ya fue suficiente! Te quejas demasiado y haces muy poco. Deja de meterte porque no voy a soportar más de tus pataletas. —Amigo, él tiene razón. Ten presente que ahora tienen una relación formal; deberías dejarlos en paz. Si esto era una competencia, ¿por qué no hiciste algo al respecto? Creo que ya es tarde para decidirse —expresó Rey, ausente de toda la verdad. Alí caminó directo hacia León, quien se mantenía a la espera de un primer ataque. Estaban a punto de agredirse cuando la puerta se abrió y Luna apareció, llevando una expresión de sorpresa. —¿Qué está pasando? —exigió saber—. Su disputa se escucha por todas partes y las chicas se han puesto muy preocupadas. Isis le había pedido que echara un ojo en la situación porque sospechaba que las cosas no iban a terminar bien si no hacían algo. Brisa hubiera sido su primera opción, ella transmitía paz y la respetaban en exceso, era capaz de apaciguar hasta al más feroz, pero se hallaba con el boticario y estaría allí hasta el anochecer. —Nada en que debas involucrarte —dijo Alí sin voltear a verla. —¿No se nota? ¡Quiere golpearme! Anda, hermano, ¡hazlo! Justo en el rostro para que dejes una marca —lo retó León, acercándose y provocándolo. Rey usaba su cuerpo para detenerlos y Luna caminó directo hacia los tres, posándose muy cerca de su amigo que ahora parecía otra persona. —¿Es eso cierto? —le preguntó casi musitándolo. —Sí —respondió firme, pero seguía sin dirigirle la mirada. —¿Por qué? ¿Qué ha pasado? En un segundo su rostro se giró hasta ella y la contempló con urgencia. —Él no te va a tomar en serio. No sé a qué está jugando, pero hazme caso, Luna, ¡no hagas tremenda impertinencia! —suplicó y una expresión de dolor que, aunque quiso evitar, salió sin más.  —Entiendo —mintió. No lograba comprender su petición y le parecía por demás exagerada—. Pero debo decirte que no hay necesidad de que te preocupes, yo también sé defenderme cuando se presenta la ocasión. Y temo recordarte que tú estuviste de acuerdo antes, ¿por qué ahora cambias de idea? —¡Porque esto ya es algo mayor! No pensé que llegaría a tanto. Por favor, no lo hagas, ya no sigas siendo su títere. —No debes pedirle tal cosa, no puedes ni tienes por qué hacer algo así —pronunció Rey, quien se interpuso entre ambos para evitar otro intento de pelea y ahora León comenzaba. —No te vas a interponer, y si no te callas voy a… —amenazó queriendo quitar a Rey de en medio, pero estimaba demasiado al chico y se resistió a lanzarlo de un tirón para abrirse paso. —Comprendo tu preocupación —volvió a interrumpir Luna, todavía dirigiéndose solo a Alí—, y te lo agradezco. Pero tengo que decirte que, aunque parezca grosero, soy una persona adulta. Nadie me dice qué hacer y ya elegí. No vas a cambiar nada aunque te opongas. Es mejor que queden las cosas claras. —Su antiguo yo resurgió sin querer y su voz sonó autoritaria. El rostro del hombre permaneció clavado en el suyo por una fracción de tiempo que pareció demasiado larga. —¡Como quieras! —exclamó después de sopesar sus palabras y giró todo su cuerpo para tenerla frente a frente—, pero no seré yo el que limpie la sangre de las cadenas que estás a punto de ponerte de nuevo ¡tú misma! —Sin añadir más, salió enfurecido del lugar, cerrando de un golpe la puerta. Ella no pensó verlo de esa manera. Estaba por completo fuera de sí y la hirió su última frase. Su decisión había provocado que ganara un compañero de vida, pero también que estuviera perdiendo a un buen amigo, y ya no reconocía sus buenas y malas decisiones. León dio un par de pasos para posarse a su lado. —Haré que se calme, solo deja que pasen unos días. Rey seguía allí y no podían hablar con confianza, así que optaron por irse y continuar con su día. Cuando tuviera oportunidad, Luna tocaría con él el origen de esa discusión. La noche estaba floreciendo con un inusual frío en todo su esplendor. De los árboles salían brisas que calaban cada hueso del cuerpo; incluso el clima se sentía perdido. Luna se mantenía a la intemperie sentada sobre una gran roca con la que se topó después de fingir que practicaba algunos ejercicios con su espada que exigió de vuelta. Gastaba su tiempo pensando, recordando, recreando, con nada más que su ropa cotidiana y sus manos abrigándola. La ceremonia de los esponsales[2] sería algo muy íntimo a petición de ella y ya casi estaba lista. Al parecer existía una extraña prisa en que se llevara a cabo para darle paso al matrimonio donde no iba a poder intervenir en la magnitud, pero eso no le quitaba el sueño. Allí no lo acostumbraban, pero en Isadora era tradición que la mujer también diera un anillo, así que faltaba que lo adquiriera y ya no contaba con la persona a quien pretendía pedir ayuda. —No debería estar tan descubierta —dijo Rey, que apareció con una manta que puso sobre los hombros de Luna. El joven vivía cerca de allí y al parecer la había divisado. —El frío no es lo peor esta noche —susurró melancólica. —¿Qué la aflige? ¿La discusión que tuvo que presenciar? Es que hay partes que no entiendo, ¿sabe qué fue lo que en realidad pasó? ¿Por qué Alí no está a favor de su unión? No es propio de él que se comporte así. Debe tener un muy buen motivo, de eso estoy seguro. No recuerdo ninguna ocasión en que ellos dos tuvieran una querella similar. —Y lo tiene. —Se sentía cansada de decir tantas mentiras—. ¡No puedo más! Tengo que decírselo a alguien porque si no lo hago voy a perder parte de la cordura. Rey se sentó a su lado, cerca pero no tanto para no levantar malos entendidos. —Yo le ofrezco discreción —aseguró tocándose el pecho con una mano para darle confianza—. A veces es necesario que los sentimientos tomen forma de palabras; puedo escuchar y saber guardarlas si así lo desea. Luna vaciló. Rey era un joven muy amable y, por lo que había podido saber, lo consideraban de confianza, así que optó por atreverse a desahogarse con él. —Cometí muchos errores —comenzó—, ¡muchos! Empezaron desde que decidí salir sin más protección y luego permitir que hicieran que eligiera entre la vida de los guardias que tenía a mi mando o la mía. Luego… no sé qué ocurrió. Podía regresar, tuve la oportunidad, pero una necesidad dentro de mí hizo que no quisiera abandonar este lugar. Por eso León me ayudó. Debo confesar que… no tenemos una relación real. Él me brindó su apoyo y aún no entiendo por qué. —Sus ojos apuntaban hacia el suelo, no era capaz de ver a Rey a la cara por la vergüenza—. Alí estuvo de acuerdo en un principio y ahora no comprendo su molestia. ¿Sabes?, le he tomado mucho cariño, es alguien a quien quiero mucho, aunque suene ridículo. Lo quise desde el primer día que lo conocí, me dio aliento cuando me sentí asfixiada. No quiero romper mi relación con él, pero tampoco quiero romperla con Leo. ¡Nunca debí venir aquí! —Quería llorar, pero solo pudo sollozar y detestarse por ser tan cobarde. —¡Vaya! —comentó impresionado—, no imaginaba algo similar. Si no saliera de usted no lo creería. Es que… es tan real, son tan… reales. —Pues no lo es, es una mentira. —El dolor punzó en su pecho al escucharse. —¿Y entonces por qué ha accedido a casarse? —Lo cierto es que lo que él ofrece es mejor de lo que puedo obtener en otras circunstancias. —¿Segura que solo es por eso? —indagó porque no le creía del todo. Ella no le respondió y comprobó que tampoco lo tenía claro—. Mire, señorita, yo solo sé que el destino nos pone un camino que debemos seguir aunque nos pesen nuestros pasos, y si usted vino hasta acá es porque así está marcado. Vino por algo, porque algo la llamó. Nada ocurre por mala suerte. Tiene un destino que desemboca en este punto y su tarea es buscar qué es lo que sigue. Un montón de momentos se hicieron presentes en su cabeza, rememorando desde aquel día en que Cristóbal apareció en su oficina. —Tú… ¿tú eres feliz con tu vida? ¿Sabes qué sigue para ti? —lo cuestionó, luchando para que su voz no se quebrara al hablar. —Tengo más de lo que deseo, mi familia está viva y conmigo, otros no tienen esa suerte. Pero si en algún momento mi rumbo también cambiara, lo aceptaría; lucharía por encontrar las cosas buenas. Eso es lo que debe hacer: encuentre el brillo en el diamante en bruto, busque la felicidad. —¿Cómo busco algo que no sé cómo es? —preguntó, pero sonó como si se lo cuestionara a sí misma. —Sí que sabe. Dese tiempo y las cosas caerán por su propio peso. —Hablas como una persona que ha vivido cien años. Era verdad. Rey era tan distinto que tal vez ya había recorrido más de dos vidas antes de esta porque su sabiduría era tan interesante que la dejaba sin palabras. —¿Tan viejo me veo? —Una pícara mueca se le escapó y luego se puso serio—. Mis padres siempre supieron enseñarme las mejores armas para sobrevivir. —¡Qué curioso! Los míos la única arma que me enseñaron a usar es esta. —Señaló la espada que colgaba de su cintura—. Y es que yo solo quería una vida tranquila y simple, no exijo mucho; tal vez una pequeña casa, hijos, un hombre que me amara… No todas las mujeres quieren ser guerreras, eso es mentira. Pero a cambio de eso obtuve todo lo contrario: una espada y la orden de no soltarla jamás. —Entonces aprenda con sus propios medios. Gracias a la dulce sonrisa que acompañó las palabras de Rey se fue tranquilizando, apaciguando el tormento que cargaba en el alma. Comenzaba a sentirse mejor, cuando un fuerte y desgarrador grito de auxilio irrumpió su cálida conversación. [1] Badulaque. Persona necia, inconsistente. [2] Esponsales. Ceremonia donde los novios se entregaban unos anillos y, generalmente, también se llamaba “día de los anillos”. Solía celebrarse en una iglesia o en un domicilio particular y, en general, en casa de la novia. 
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