Sensual

1608 Words
El vestido que Isis colocó sobre la cama luciría precioso para cualquier chica. Toda una joya en color azul marino con delicados encajes en las mangas y una gran piedra que brillaba justo en el centro del escote; un deleite a la vista. Pero para Luna significaba solo un montón de trapos que no le permitirían moverse con libertad. Lo contemplaba indecisa. En Isadora podía presentarse en un festejo con su vestimenta cotidiana. Orión tenía su propio uniforme para esos aburridos eventos y nunca se había visto obligada a ponerse algo parecido; para su suerte ya no estaba allí y tenía que adaptarse. —Veo que necesitas ayuda —mencionó Isis, quien se mantuvo de pie delante de la puerta con el rostro divertido al ver cómo Luna daba vueltas para poder cerrarse el vestido. Las cintas para hacerle cintura estaban volviéndose todo un reto. —¿Lo dices por la forma en la que lucho contra este monstruo azul? —preguntó apenada por cómo resbalaba con el largo de la falda cada vez que intentaba dar un paso hacia adelante. —¡Es tan bonito! —suspiró, ayudándola a amarrarlo por detrás—. Fue hecho por una de nuestras mejores costureras que por desgracia ya falleció, solo quedaron algunos de sus diseños, este era de Brisa, pero en cuanto supo lo de hoy me lo dio para que tú lo usaras esta noche. Te ha quedado perfecto. Cuando terminemos contigo te vas a ver todavía más hermosa. —Gracias por tu halago, pero no creo que eso sea posible —alegó decepcionada. A lo largo de sus veintitrés años ella no se había permitido considerarse aceptable ante los ojos masculinos. Y es que no contaba con la belleza natural de Camila, quien siempre sobresalía como si tuviera luz propia. Los espejos en su antigua vida eran solo para darse un último vistazo, de ahí en fuera se creía una mujer común, sin nada que llamara la atención ni se considerara hermoso. —¿Y por qué no? —preguntó otra voz femenina detrás. Una de las muchachas que vivían en esa casa entró en su habitación con un montón de cosas en las manos, se llamaba Lili, o al menos así le decían. Luna no se había tomado el atrevimiento de conocer mejor a más personas, y ella le parecía alguien silenciosa y reservada, aunque esta vez se mostró animada y muy amable. La joven parecía tener unos tres años menos que ella. Morena, con ojos entrecerrados, nariz achatada y labios grandes y anchos. Su cabello n***o y largo que dejaba caer muy por debajo de la cintura le causaba fascinación. —Por nada —quiso decirle lo que pensaba, pero optó por guardar silencio y bajar la vista. —Calma. Por algo alguien como Leo, que créeme es un hombre difícil de atrapar, se fijó en ti. Confía en mí, me encargaré de que seas la reina de la noche. Luego de ayudarla a terminar de vestirse, Isis la condujo hasta una silla y le pidió que se sentara para que Lili la pudiese peinar y maquillar. La joven soltó su espesa cabellera castaña que se mantenía recluida sin poder mostrar todo el esplendor que poseía y comenzó a darle forma. —¿Varias mujeres lo buscan? —preguntó por fin a sus acompañantes después de escuchar en varias ocasiones y de distintas personas cuán imposible era que él las mirase con un interés romántico. —Para ser sincera, sí. Mientras más se niega a caer, más codiciado se vuelve —le respondió con franqueza Lili—. Y hay una que… Isis le dio un pequeño codazo para que guardara compostura. —¿Tú…? —intentó cuestionarla al saber que era posible que le estuviera impidiendo tener algo con León y no le parecía justo. —¡No! —aseguró Lili, interviniendo cuando comprendió su cuestionamiento—. Yo lo veo más como a un hermano, uno muy mandón por cierto. Si me lo preguntan a mí, enfocándonos de la apariencia, no considero que sea el más atractivo. Puedo nombrar ahora mismo a un par que lo supera. Tú conoces a uno muy bien. De hecho algunos creímos que tu inclinación iba por ese rumbo… Isis volvió a interrumpir a su elocuente compañera y posó sus manos sobre Luna, hablándole con dulzura. —Tomaste una excelente elección. —Por supuesto. —Lili captó la indirecta—. Y no tienes por qué preocuparte, él ya dejó muy claro lo que siente por ti. Esa era la segunda vez que alguien mencionaba lo que León causó en los demás cuando dio la noticia de su relación, y Luna comenzó a sentir una terrible curiosidad por saber qué era con exactitud lo que les dijo. Por un instante quiso preguntárselo a ellas, pero sabía que cualquier falla podía delatarla si no tenía el cuidado suficiente. El barullo afuera comenzaba a percibirse más fuerte con cada minuto. La música retumbaba dentro de la habitación y las risas y la algarabía podían escucharse si se ponía la suficiente atención… El temblor volvió a su cuerpo a pesar de que ya se había intentado controlar. Todos sus conocimientos y estoicismo se esfumaban en esas circunstancias. —¡Has quedado preciosa! —Isis sonó triunfante después de una hora y media de trabajo—. Te vamos a dejar a solas porque hay que prepararnos también. Luces tensa, te comprendo, pero trata de disfrutarlo, esta fiesta es para ustedes. —Eres muy amable. Gracias a las dos —les dijo, queriendo ser cortés. —No tienes que agradecer, ahora eres mi hermana también. Lili le besó la mejilla con una ternura tan genuina que la hizo sentir más culpable de lo que ya se sentía. Estaba segura de que no había nada más vil en su lista de fallas que engañar a una persona que era sincera con ella. De pronto comenzó a flaquear gracias a la enorme confusión que la invadió y optó por permanecer sentada en la silla donde la dejaron, hasta que alguien tocó la puerta con insistencia. —¿Lista? —preguntó una voz con timbre airado. —¡No! —exclamó un poco desesperada. —No me importa, voy a entrar, así que intenta cubrirte por lo que más quieras. La puerta cedió y ella pudo verlo. León lucía por completo distinto. Llevaba puesto unos pantalones color marfil y una camisa de manga larga del mismo color que lo hacían parecer otra persona, y aunque fuese increíble se había desecho de su sucia capa. Hasta ese día, Luna no lo había podido contemplar con atención y, aunque la luz no le favorecía a sus ojos cansados, observó con sigilo ese cabello crespo que siempre ocultaba entre las telas de su capucha, era de un n***o profundo y brillante que parecía ser de azabache recién pulido. Un mechón rizado se dejó colgar en su frente, dándole un toque sensual que logró cautivar su atención. Sin querer se quedó observándolo por un instante, hasta que él notó su indiscreción. —¿Estás teniendo un ataque? —la cuestionó con sarcasmo mientras se movía por la habitación lejos de sus ojos curiosos. —No. Debo confesar que estoy impresionada, por fin te deshiciste de esa horrible capa —señaló Luna para romper con la tensión. —Hasta que te deshiciste de esa horrible ropa —rebatió él cuando la sujetó con cierta torpeza del brazo para llevarla a la salida de su habitación, sin regalarle siquiera un pequeño halago a su nueva apariencia. Al pasar por el espejo pudo verse, ¡era ella pero no lo creía! En ese reflejo no estaba la misma chica gris y malencarada que conocía, esta que veía era muy distinta. El vestido azul no era tan malo como creyó: de mangas largas, un escote en forma de corazón y largo hasta los talones; a decir verdad acentuaba de manera delicada su cuerpo delgado. Lili e Isis le habían hecho una media cola alta que dejaba relucir su brillante cabello que era largo y abundante. Su rostro parecía tener un destello especial, como de esperanza. Todo conjugado la hacía ver de una forma distinta, la hacía sentirse bonita como pocas veces. Caminaron por el pasillo hasta llegar a la puerta principal, allí León la tomó de nuevo de la mano. Juntos salieron para atender a la concurrencia y fueron recibidos con gran emoción. Una vez más su amigo no dio señales de haber asistido, ni siquiera en la casa lo había podido ver y ansiaba poder charlar con él. Fue León quien tomó la palabra esta vez y todos guardaron silencio, demostrándole así que él tenía autoridad. —Estoy muy agradecido de que estén aquí compartiendo con nosotros una misma alegría. No tengo palabras para describir lo feliz que me siento al haber encontrado a la mujer que me ha robado el corazón. Luna comenzaba a darse cuenta de la facilidad con la que él hablaba y mentía sin parpadear, incluso para ella sus palabras sonaron sinceras. Sin duda era un maestro del engaño. —Esta mujer —la señaló con la mirada, girando un poco hacia ella— es ahora la dueña de todos los sueños que antes eran solo míos. No creí que la encontraría, pero por fin está conmigo. El hombre pasó el brazo por su cintura sin previo aviso y, decidido, sujetó su barbilla con la mano libre. Sin titubear, se acercó a su rostro y la besó con suavidad en los labios; unos labios que temblaban más de lo que jamás habían temblado antes.
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